En su momento la iniciativa del monumento a la vaca desató una inútil polémica, porque la aprobación debió ser desde un principio.
Ahora, increíblemente se vuelve a la controversia acerca de si ese monumento debe estar en un lugar público de máxima exposición, o semi escondido como opinan algunos, que por sus argumentos se deduciría que no tienen bien en claro dónde nace la inserción de la cola en ese popular cuadrúpedo.
Ante la contundencia de que en una zona agrícola-ganadera como la nuestra, la economía de la ciudad en gran medida depende de la economía del campo y la vaca lechera hace a ella un gran aporte, es imcomprensible que haya opinantes -incluidos concejales- que duden en destinar el mejor sitio posible al monumento en cuestión.
Si Rafaela está en el corazón de la cuenca lechera más relevante de sudamérica, el monumento a la vaca perdería significación al dejarlo en las instalaciones de la Sociedad Rural (pan con pan…); tampoco trasladarlo a otro lugar que no sea la ruta 34 (en uno de los dos sectores urbanos: avenidas Angela de la Casa u Octavio Zóbboli).
Si no fuera en el denominado «predio de la flor» o el cruce de las 70 y 34, lo ideal sería que el monumento a la vaca se emplazara en las inmediaciones de la Nueva Terminal de Omnibus.
Dos ejemplos: el monumento al toro Cebú en la correntina Virasoro no está en un barrio sino en una plaza céntrica y con similar criterio emplazaron el monumento al perro en la chaqueña Resistencia.
Contrariamente, aquí en estos días algunos opinan que la dichosa holandesa podría exhibirse en intersecciones callejeras apartadas de la ruta 34.
En su momento dijimos que la vaca merecía un monumento y ahora que para él debería ahorrarse la discusión, porque sobre la ruta 34 es donde mejor luciría, se convertiría en punto de referencia para los foráneos.
Fuente: diario La Opinión, Rafaela, 20 de diciembre de 2007.
