La tormenta perfecta

¿Qué autoridad moral podía mostrar el Gobierno, además, para hacer ese llamado y ordenar esas acciones cuando Luis D Elía y otros dirigentes piqueteros están todavía a su lado?Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

Néstor Kirchner quiere la rendición incondicional del campo. Esa decisión impidió el amable acuerdo alcanzado por el líder de los trabajadores, Hugo Moyano, con la oligarquía golpista, según la jerga oficial, en la larga tarde del jueves. Esa determinación, en la que sólo cabe ganar o perder, confirmó también a muchos transportadores de cereales en la decisión brutal de cortar las principales rutas del país y disparó ayer la represión oficial en las rutas. Los argentinos corren el riesgo inminente del desabastecimiento. El conflicto se agrava, dramáticamente.

Entre tanto, el problema de fondo no se ha resuelto. Sólo la continuidad de los cortes de caminos podría frenar la decisión de las entidades agropecuarias de volver al paro el martes, nueve días después de haber levantado la protesta. Los ruralistas no quieren acercarse a las severas posiciones de los camioneros, porque detestan que la sociedad los vincule con la escasez y la inflación.

Salvo aquella gestión oficiosa de Moyano, el Gobierno no convocó a nadie del ruralismo en los últimos días. La paciencia oriental promovida por Néstor Kirchner es una táctica que contagió también a los dirigentes agropecuarios. La paciencia, oriental u occidental, comprende nada más que a los gobernantes y a los dirigentes rurales en sus entreveros por morir o matar . Mientras tanto, productores y camioneros hacen lo que quieren. La sociedad es víctima y rehén de ese combate.

Los primeros mártires han sido las figuras más importantes del poder. Una encuesta independiente que se conocerá en los próximos días indica que el nivel de aceptación popular de la Presidenta descendió al 20 por ciento, seis puntos menos que hace un mes. Cristina Kirchner perdió 36 puntos de simpatía popular en apenas cuatro meses. En enero su buena imagen estaba en el 56 por ciento. Su esposo no se ha salvado de semejante derrumbe: la imagen positiva del ex presidente cayó del 49 por ciento al 33 en el último mes. Nunca Néstor Kirchner estuvo tan abajo en las encuestas. ¿Puede imaginar una reconstrucción política después de semejante destrucción de capital político?

La política, en verdad, parece haber entrado en esos ciclos en los que la sociedad ya no sólo cuestiona el mensaje, sino también, y sobre todo, al emisor del mensaje.

Moyano pasó el jueves más de seis horas con la dirigencia golpista , según la reiterada calificación de Kirchner a los ruralistas, entre docenas de empanadas, refrescos y vino. Como buen dirigente gremial, sabe que todos los conflictos terminan en una instancia de negociación. Escuché de él muchas frases con sentido común , aceptó luego el vicepresidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati.

La fórmula que encontraron Moyano y los líderes rurales era sencilla: el campo levantaría totalmente la resistencia a comercializar granos y convocaría a productores y camioneros a abandonar las rutas y a volver a trabajar. El Gobierno se comprometería a llamar a una negociación en el plazo de cuatro horas tras aquellas decisiones de los ruralistas. Ni los dirigentes ni el Gobierno harían alusiones a las retenciones a la soja hasta que estuvieran sentados frente a frente.

Moyano se recluía en un balcón para hablar por teléfono con el ministro de Planificación, Julio De Vido, quien le encomendó la gestión, y con el secretario de Transporte, Ricardo Jaime. Los ruralistas sospechan que en algún momento estuvo el propio Néstor Kirchner al otro lado del teléfono de Moyano.

La respuesta del Gobierno se hizo esperar durante varias horas. Julio no atiende el teléfono , pretextó Moyano cuando ya la noche se había desplomado. La reunión se levantó. Moyano desapareció. De Vido no se distrae en tales situaciones. Néstor Kirchner había detonado la orden desde Olivos: rendición incondicional del campo, asestó. ¿Qué hacían De Vido, Jaime y Moyano en una negociación que protagonizaron durante más de tres meses el jefe de Gabinete, el ministro de Economía y el secretario de Agricultura? ¿No estuvo De Vido acaso con Daniel Vilanova, dirigente de los camioneros rurales, dos días antes de que éstos bloquearan las rutas? ¿Qué tramaron? ¿Qué grado de desorden intelectual y administrativo se adueñó del Gobierno?

En las mismas horas, la administración se envolvió en la bandera del artículo 14 de la Constitución, que garantiza la libertad de tránsito, por primera vez en cinco años, y terminó encarcelando brevemente al popular ruralista Alfredo de Angeli, liberado luego como un líder de la resistencia política. Cada solución oficial es otro error. ¿Qué autoridad moral podía mostrar el Gobierno, además, para hacer ese llamado y ordenar esas acciones cuando Luis D Elía y otros dirigentes piqueteros están todavía a su lado?

El propio D Elía fue el que adelantó el camino de la rendición incondicional del campo hace unos diez días. Le gritó esa intimación en la cara a Biolcati en un estudio de televisión. La rendición de ustedes tiene que ser incondicional , le avisó. No importa que los ruralistas estén comercializando sólo el 5 por ciento de su producción; el resto espera una definición sobre las retenciones. Pero hay que resignarse: D Elía es el jefe de las patrullas avanzadas de Kirchner. Dice las cosas de una manera violenta, pero el contenido de lo que expresa anticipa la información que luego el Gobierno termina confirmando.

Economistas privados aseguran que los argentinos compraron 8000 millones de dólares desde marzo, aunque no todo ese monto lo adquirieron al Banco Central. El país feliz de Kirchner subsidió los servicios públicos por un monto de 25.000 millones de dólares. Parte de ese total fue pagado por el Estado, otra parte por las empresas de servicios públicos y otra más fue financiada por las enormes retenciones a las exportaciones.

La conclusión es que sectores económicos, como el rural, no quiere pagar más retenciones (el motivo central del actual conflicto) y que las inversiones en petróleo y gas cayeron hasta el zócalo. Ningún país perdió tantas reservas de petróleo en tan poco tiempo como la Argentina.

El corte feroz de las rutas está atrofiando el país. Una de las principales empresas industriales argentinas tenía el viernes 500 camiones parados en los caminos; algunos llevaban insumos para sus fábricas y otros trasladaban productos terminados para el consumo interno o para la exportación. Córdoba estaba en estado de parálisis casi total. La situación de Santa Fe lo llevó al intendente de Rosario, el socialista Miguel Lifschitz, a pronunciar su célebre advertencia de las últimas horas: ¡Estamos cerca del precipicio!

Paciencia y extravagancias. Néstor Kirchner dijo las palabras más machistas que se hayan oído durante el conflicto cuando culpó a las señoras gordas de lo que hacen los dirigentes rurales. Cristina Kirchner aseguró, contra todas las constataciones, que la sensación de crisis es una creación mediática porque los argentinos siguen consumiendo, felices. No hay peor mensaje que el que contradice la propia realidad comprobable por la gente de a pie.

¿Existe todavía la famosa «caja» de Kirchner, con la que disciplinó a los peronistas? Hay dudas. El Estado no paga desde hace meses servicios esenciales y no les envía ayuda a los amigos ni, mucho menos, a los adversarios. Buenos Aires y Córdoba han sido las provincias más afectadas por esa carencia de recursos. Puede haber razones políticas. Pero ¿cómo se explica que ni siquiera se está pagando el funcionamiento de comedores populares?

Es difícil imaginar un liderazgo auténtico del peronismo sin Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y gran parte de la provincia de Buenos Aires. Eduardo Duhalde se reunió con 16 intendentes bonaerenses y con legisladores provinciales y nacionales para darle forma a una candidatura «independiente», no kirchnerista, para conducir el peronismo de esa provincia. El peronismo importante de Kirchner parece ser ya sólo el que expresan los 20 intendentes del conurbano.

Los productores no exportan y podrían volver al paro. Así, los camioneros no se irán nunca de las rutas, a menos que el Gobierno los eche con la policía. El Gobierno se radicaliza y la Justicia se acordó de la Constitución sólo cuando el Gobierno volvió a leerla. Alguien debería abrir las ventanas de la sinceridad antes de que se levante una tormenta perfecta.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 15 de junio de 2008.

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