Por Juan J. Llach.- La superioridad educativa que caracterizó a la Argentina con respecto a otros países latinoamericanos ya no es tal y sólo se mantiene, en menor medida que antes, respecto de los niveles de escolarización.En todos los países del mundo el nivel socioeconómico (NES) de los alumnos es el principal determinante de los aprendizajes, entre otras cosas porque la calidad de las escuelas a las que asisten los más ricos es en promedio mucho mejor que la de las frecuentadas por los de menores recursos. Afortunadamente, tal cosa no es una ley fatal como la de gravedad sino que ofrece muchas variantes. Por ejemplo, en la última prueba de evaluación censal realizada y publicada completamente por el Ministerio de Educación nacional, que se realizó en 2000 (sic), secciones de grado de un mismo NES obtenían rendimientos muy dispersos entre sí. Nadie sabe bien las razones de este “misterio del aula” y por eso es tan importante indagarlo para formular una buena política de mejora escolar. Eso no es posible sin evaluar los aprendizajes. Y aclaremos cuanto antes que tal cosa no es sinónimo de evaluar la “calidad”, sin más, ya que ello debe incluir también cuestiones éticas, de valores y habilidades no cognitivas o socioemocionales, mientras que las principales pruebas estandarizadas internacionales se limitan a lengua, matemática y ciencia.
No anda bien nuestro país en esta cuestión. La ventaja educativa que siempre tuvimos respecto de los países latinoamericanos se ha ido erosionando rápidamente y sólo se mantiene, en menor medida que antes, en cuanto a los niveles de escolarización. Por ejemplo la “esperanza de escolaridad” (cuántos años va a estar un alumno en instituciones educativas): un chico que inició este año la sala de 4, llegará en la Argentina a 17 años de escolaridad, unos 2 más que los latinoamericanos que nos siguen. En duro contraste, en las evaluaciones de aprendizajes en pruebas internacionales estandarizadas el deterioro es preocupante.
En la educación primaria, comparando los resultados de las pruebas PERCE y SERCE1 de la UNESCO, tomadas a mediados de los noventa y en la década pasada para tercero y sexto grados, se observa que la Argentina es, junto a Brasil, el país que más empeoró su posición relativa, tanto en lengua como en matemática y en el promedio de ambas disciplinas. En lengua caímos del segundo al quinto lugar considerando sólo los países que participaron en ambas pruebas, y nos ubicamos séptimos en el total del SERCE, detrás de Cuba, Costa Rica, Chile, México, Uruguay y Colombia. En el caso de matemática, la Argentina bajó del segundo al cuarto lugar entre los países que participaron en ambas pruebas, pero está sexta en el SERCE, detrás de los mismos países mencionados antes, excepto Colombia.
Por su parte, la prueba PISA2 de la OECD, que evalúa a los estudiantes de 15 años, comenzó a tomarse en el año 2000 y la Argentina participó ese año, en 2006 y en 2009, declinando hacerlo en 20033. En 2012 se ha tomado la quinta prueba pero todavía no hay resultados. Ha ido creciendo el número de países participantes, desde 40 en 2000 hasta 66 en 2009. El desempeño de la Argentina en PISA ha sido tan poco satisfactorio como en las pruebas de la UNESCO. Comparando con los demás países latinoamericanos participantes entre 2000 y 2009, la Argentina cayó del rango 2 (entre 5 participantes) al 6 (entre en lengua, del 1 al 4 en matemática y del 3 al 6 en ciencias, y fue la nación que más descendió. Chile y Uruguay han tenido bastante mejor desempeño ya que lograron mejoras (Chile) o mantenerse en un rango latinoamericano elevado (Uruguay). Por su parte, Brasil decayó bastante menos que la Argentina, pero se mantuvo en niveles de aprendizajes menores a los de Chile o Uruguay.
Frente a estas realidades la respuesta de las autoridades ha sido cambiante, aunque predomina un tono crítico hacia este tipo de evaluaciones. Así, al conocerse los malos resultados de PISA 2009, el ministro Alberto Sileoni relativizó los resultados por problemas idiosincrásicos, en el sentido de que la prueba estaba hecha a la medida de países desarrollados. Se ignoró lo que hemos dicho en el sentido del retroceso argentino comparado con los países latinoamericanos. Hace apenas un mes, en el XV Congreso Mundial de Educación Comparada, que contó con cerca de mil inscriptos de ochenta países del mundo, Sileoni volvió a cuestionar las pruebas por factores idiosincrásicos y cuestionó los rankings surgidos de pruebas como la PISA, relativizando la utilidad de saber quién está mejor o peor porque “nosotros pensamos que el camino es más amplio y generoso”. Hay que celebrar que, no obstante, haya ratificado el compromiso argentino de seguir participando en las pruebas. Esto no se refleja cabalmente en el plan de educación nacional 2012-2016, en el que se cuestiona el rol de las “agencias externas al sistema educativo”, se alterna entre la evaluación con test estándar o la institucional –a nuestro juicio necesarias ambas y complementarias–, y se anuncia la construcción de un índice de mejora de la escuela secundaria argentina (IMESA) que cruzará tres variables: los resultados de aprendizaje, que surgen del desempeño que han mostrado los alumnos en el último Operativo Nacional de Evaluación, que se actualizará con el ONE de este año; el tiempo medio de culminación de sus estudios; y la tasa de egreso. Se agrega oficialmente que el IMESA apunta a que cada institución educativa encuentre las mejores estrategias para lograr que la mayor cantidad de jóvenes estén dentro de la escuela aprendiendo lo que tienen que aprender pero, sorprendentemente, se anunció también que no se le dirá a cada escuela cómo está en relación con otras.
Han transcurrido ya diez años de continuidad política, y también de algunas políticas educativas, pero no se ha construido una política de evaluación de los aprendizajes coherente y que cumpla con su principal misión, que es su devolución a cada escuela y a su comunidad educativa, de tal manera que pueda identificar y corregir sus debilidades, afianzar y potenciar sus fortalezas. Eso no es posible sino con pruebas censales, de las que en 13 años se ha tomado sólo una, en el último año de secundaria en 2010. Se lo reconozca o no, esta situación impide sentar las bases para una mejora efectiva de la calidad de aprendizajes básicos en las escuelas a las que asisten los chicos de menores recursos, dando pie así a la continuidad de la preocupante segregación educativa que vivimos.
1.PERCE es el Primer Estudio Regional Comparativo y Explicativo y SERCE es el Segundo. Actualmente está en curso el tercero, llamado TERCE.
2.PISA es el Programme for International Student Assessment de la OECD.
3.También dejó de participar en otras dos pruebas internacionales. Una es la PIRLS, en la que el país participó en 2000 y que evalúa sólo lengua y en la escuela primaria. La otra es la TIMSS, especializada en matemática y ciencia en el octavo año en la que la Argentina figura como habiendo participado pero la organización no informa los resultados obtenidos.