Está visto que el diálogo acerca a las culturas. Para la lustre estación podría ser un buen propósito de enmienda. Sólo hay que ver y dejarse llevar, por cada obra germinada con todas las primaveras del corazón. Sirve para unirnos más a todos. La verdad que hoy en día falta conversación, sobre todo la sustentada en lenguajes renovados, renacentistas como la florescencia, pláticas del alma consigo misma, y sobran recursos al alcohol como catarsis o el mismo chantaje para dirimir las controversias. Desde luego, a mi me parece mucho más interesante avivar el pulso de esa primavera europeísta, organizadora de actos para debatir, relacionarse y reflexionar acerca de cuestiones que a todos nos atañen, aunque luego se quede en un cisco o en pura filosofía. El mero hecho de ofrecer una oportunidad para que los jóvenes puedan expresar sus opiniones y hagan oír sus voces en Europa, pienso que ya vale la pena. La verdad que hay una juventud, que sorprendentemente nunca es noticia, capaz de germinar ideas de vanguardia y que merece más portadas de periódicos que ese otro rebaño, que si las suele ocupar, por el simple hecho de acudir al redil de botellódromos, plazas y jardines, bajo el falso pretexto de celebrar una primavera, que luego resulta invertida, a la que nadie conoce, nada poética cuando es una estación de verso y no de vaso, donde incomprensiblemente la mezquindad es reinado y gobierno.
En este año, el diálogo intercultural quiere tener presencia pero también tomar vida, la apuesta pasa por sensibilizar a los jóvenes sobre la diversidad cultural como una de las principales riquezas de nuestro acervo cultural europeo, así como el suscitar una enseñanza cívica europea en la escuela. La primavera de Europa ya está en marcha, se extiende del 25 de marzo al 30 de junio 2008, con una celebración especial del Día de Europa el 9 de mayo. Hace especial hincapié a la apertura de todos los centros preescolares, los de primaria, secundaria y bachillerato de toda Europa y del resto del mundo, inclusive también a las academias de clases extraescolares cuyo fin sea el apoyar y potenciar las competencias en los planes de estudio. No estaría mal hacer, esta sensibilización por el camino de la poesía, aprovechando la exposición que, también por estas fechas, tiene lugar en la Biblioteca Nacional, bajo el sugestivo título: imagen en el verso. Una exposición verdaderamente primaveral, puesto que –como se dice en el catálogo- ofrece una muestra de la larga tradición de las relaciones entre la imagen plástica y el poema, en un aspecto particular: cuando la poesía es en sí misma imagen, con una rica variedad de planteamientos teóricos, de procedimientos artísticos y de resultados. Y para ello conviven una centena de testimonios, dentro de la Literatura española en lengua castellana, con alguna necesaria excepción, que recorren esta modalidad de obra poética, habitualmente poco atendida, desde el Barroco hasta la mitad del siglo XX, es decir, desde su implantación como un artificio bien reconocido cultural y literariamente, hasta su recuperación en el marco de la diversidad estética de la modernidad, con una duración de cuatro siglos.
La renovación de las artes, las técnicas y los conceptos estéticos que aportan las Vanguardias, son el mejor ejemplo de renacimiento. El ser humano necesita de esa renovación, pues hasta en las frías raíces del invierno siempre habita una primavera lustrosa. “Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”- dijo Pablo Neruda. Así, de igual modo, en las primeras décadas del siglo XX, el verso y la imagen confluyen, la poesía y la plástica se confunden. Ahora, en pleno siglo XXI, injertada Europa en todas las artes es cuando se puede llevar a buen término ese necesario e imprescindible encuentro de sensibilidades europeas, teniendo en cuenta que el arte es el hombre mismo en el universo, en la naturaleza, en su propio estado del alma. Y Europa ha de ser como ese poema que, entre todos, vamos construyendo verso a verso, donde es posible integrar y armonizar, cercados por el diálogo, acercándonos a los jóvenes que en realidad son la verdadera primavera.
Sin duda hace falta que Europa respete la dignidad trascendente de la persona humana, el valor de su razón sobre todo lo demás, los Estados de derecho y se haga costumbre la solidaridad. La diversidad cultural es un manjar de juventud. La Unión y sus Estados miembros, han de poner de moda este cultivo como un recurso ha compartir. Sabemos de la variedad de encantos que germinan por doquier espacio lingüístico, tanto en lo literario como en las artes, pero aún hace falta poner en valor educativo todo este patrimonio cultural. El que ya uno siete millones de europeos trabajen en el sector de las industrias culturales lo considero de gran importancia. La floración europeísta, en consecuencia, pasa por seguir avanzando junto a esa juventud europea que se entusiasma por hacer raíz del árbol abierto al mundo. Puede que las responsabilidades y la influencia de la Unión Europea sean cada vez mayores, en consonancia con su peso económico, comercial y diplomático, pero hace falta lograr esa estabilidad permanente, que Europa toda ella se crea europeísta como patria de patrias, y que aparte de ser la primera potencia comercial a escala mundial, de contar con una divisa de referencia y de ser la principal donante de ayuda humanitaria, sea también el paradigma de un diálogo incesante en el que el ciudadano, o sus representantes, hablen, se entiendan y tracen horizontes de consenso. Con razón la alegría de ver y comprender es el más perfecto don primaveral. Hallemos, pues, ese regocijo y celebremos unidos, con el corazón en la mano, el florecer de verbos conjugados a todas las identidades del pronombre, por tierra, mar y aire. Brindemos con agua porque hay sed de Europa.
Víctor Corcoba Herrero
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