Por Alcides Castagno.- Los seres nacidos masculinos hemos tenido un exceso de facultades al comienzo de los tiempos, lo cual ha merecido una serie de correcciones por parte de los seres nacidos femeninos, que les ha permito escalar de ciudadanas de cuarta a tercera y de tercera a segunda. Esta posición segundona sirvió a muchas mujeres para posicionarse y lograr espacios de poder en lo doméstico y en lo público, haciendo creer al masculino que continuaba decidiendo. De ese modo los franceses acuñaron “cherchez la femme” (busquen a la mujer), que fue adaptada por “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”, o sea la mujer presente, pero detrás. Esa posición semi-oculta fue ganando superficie a fuerza de méritos propios en todos los estamentos del poder, la ciencia, el arte, la empresa. Del ejercicio del “derecho de pernada” hasta nuestros días ha corrido mucha agua y ha lavado conceptos de superioridad masculina. Ahora es tiempo de femineidad de primera.
Lo que hemos visto -algún sociólogo lo explicará mejor- es que los delitos contra la mujer han crecido en número y en violencia. El “ni una menos” parece desafiar al machismo inmanente y provocar, al estilo de la ley física, una reacción por el mismo valor en el sentido inverso. En las manifestaciones feministas hay ruidosas expresiones que contrastan con el silencio masculino. Todo parece indicar que el método no es el más efectivo a nivel doméstico; sólo ha logrado hasta ahora engrosar la burocracia con dependencias oficiales dedicadas a la creación de terminología ambigua y declaraciones sobreactuadas que a menudo se aproximan al panfleteo más que a la razón de una igualdad pretendida y necesaria.
Ordenanzas son órdenes
En Rafaela tenemos ahora una ordenanza aprobada ¡por unanimidad!: el programa “Nuevas Masculinidades”, que deberán coexistir con las viejas, que llevan varios siglos de ventaja. El nombre del programa es llamativo. También lo es la fundamentación, que incluye terminología de los nuevos discursos, como articulación y abordaje, y que vale la pena conocer, para no caer en la tergiversación de los sanos objetivos.
Dice la ordenanza: “Créase el programa de Nuevas Masculinidades en el ámbito de la Secretaría de Desarrollo Humano de la Municipalidad de Rafaela con el fin de instrumentar talleres que brinden herramientas para la formación, sensibilización y discusión sobre masculinidades como estrategias centrales para contribuir al cambio social que desde hace años vienen impulsando las mujeres y las identidades disidentes”. Aquí advertimos una terminología poco frecuente, cuando se llama “identidades disidentes” a lo que suena mucho más liviano que decir homosexuales, lesbianas o transexuales, si de eso se trata y no de disidencias ideológicas o políticas, que las hay.
Sigue disponiendo la ordenanza: “Objetivos: generar estrategias específicas para los varones, considerando desde las políticas públicas un abordaje específico de las masculinidades que garantice los derechos humanos plenos considerando las dimensiones de género”. Suponemos que en el futuro vendrá una aclaración sobre cómo deben los varones abordar su masculinidad garantizando derechos humanos según las dimensiones de género (¿?). Y sigue: “Promover dinámicas institucionales que generen mecanismos para acompañar ritmos, necesidades y políticas de los movimientos feministas y sujetos no hegemónicos”. Aquí cabrá una aclaración sobre la diferencia entre sujetos no hegemónicos y otros que lo son, pero está claro que los varones no disidentes deberán acompañar las políticas de los movimientos feministas. Esto generará sin dudas una cierta cantidad de adhesiones por parte de cúpulas institucionales; habrá que ver cómo se llega a los estamentos cotidianos a los que no alcanzan ni talleres ni ordenanzas ni reivindicaciones por más necesarias que sean.
Como es de suponer, la ordenanza y su dialéctica desembocan en el presupuesto. El expediente caerá pesadamente sobre el escritorio de Miryam Villafañe, la empeñosa trabajadora social, secretaria de Desarrollo Humano, que deberá implementar talleres y acciones de género, además de su presencia permanente entre los carecientes y marginados del sistema, que sí necesitan articulaciones concretas día a día. Probablemente sea necesario agregar más personal.
La ordenanza va más allá cuando le ordena al Ejecutivo “promover la articulación y coordinación entre las distintas secretarías del Departamento Ejecutivo Municipal, áreas vinculadas del Gobierno Provincial, Establecimientos Educativos, Universidades y organizaciones de la sociedad civil. (…) Generar entre las distintas Secretarías del Departamento Ejecutivo Municipal una propuesta de articulación territorial que permita gestionar la difusión y participación de varones, mujeres y disidencias de todas las zonas de la ciudad de Rafaela”.
El virus autoritario ha calado hondo. Me atrevo a sospechar que esta ordenanza generará alguno que otro gesto, alguna partida presupuestaria de destino incierto, y poco más, porque no desemboca en un destino de unidad de géneros, no genera mutua comprensión para un destino social solidario sino que ahonda diferencias.
Nuestros representantes lograron la transversalidad necesaria para aprobar esta ordenanza por unanimidad. No es poco decir. Lo que sí demuestra es que los que estamos tan profundamente equivocados, podamos expresarnos en un sentido menos dialéctico pero más democrático.
Fuente: https://diariocastellanos.com.ar/2021/03/