El sueño de conocer Europa viene de la mano de aquellos ancestros nacidos en esas tierras y sus anhelos de volver a los sitios que los vieron nacer, esas ciudades con historias, edificios increíbles, arte, patrimonio. Una tierra que debieron abandonar porque las maravillas les eran ajenas y, desde el hambre, la guerra y la desesperación crearon una ciudad, la nuestra.
Una Rafaela construida de la nada, en tierras fértiles, pero sin aguas que facilitaran el emprendimiento. Familias desmembradas, familias enteras, hombres solos llegaron en carretas con aquellas pertenencias que pudieron trasladar en un barco que los traía a la América.
Llegaron los que sobrevivieron; aquí cavaron un pozo para extraer agua y construyeron sus primeras casas, en un campo desolado que sembraron. Y luego construyeron edificios sólidos en torno a una plaza central. De aquella época primera sólo queda el último vestigio de lo que no supinos respetar, parte de la Residencia Ripamonti y las ruinas de un sector de los Almacenes de Ramos Generales de la familia, que llegó a ocupar toda la manzana y la mitad de la siguiente, hacia el boulevard Santa Fe.
Muy pocas construcciones quedan de ese patrimonio nuestro, construido desde la nada y viajamos a Europa para conocer, además de las grandes ciudades, aquellos pueblitos que nos maravillan.
Nacimos en esta ciudad, surgida en campos vírgenes hace sólo 143 años, que compite con otras milenarias en igualdad de condiciones. Debe ser por ese desarraigo transmitido desde niños -que continuamos comunicando- que vivimos pendientes de lo que no tenemos sin valorar el entorno.
Ese antiguo y obsoleto sentido de modernización relacionado con tirar abajo lo hecho y construir sobre las ruinas obras de dudoso sentido estético, acorde a los criterios de quienes gobiernan en el momento, va destruyendo nuestra identidad, convencidos de que lo que nos transmiten es lo mejor, que lo “nuevo” nos convierte en una ciudad progresista y nos invitan a ver Europa con sus ciudades patrimoniales, México con sus murales mientras derrumbamos las últimas ruinas de un monumento histórico provincial, pretendemos modificar la plaza 25 de Mayo del diseño histórico y retiramos el primer vestigio del muralismo latinoamericano en nuestra ciudad para reemplazarlo por una pantalla, que nos cuenta qué estamos haciendo.
Normas legales
* Decreto 5.932: 29 de octubre de 1980, refrendado por el intendente Juan Carlos Borio, los secretarios de Obras Públicas Ing. Alcides Marcante y de Hacienda Abelardo Salerni.
Art. 1º) Acéptase de Faustino Ripamonti Ltda. SA la donación de la denominada «Recova Ripamonti», emplazada frente a su edificio de calle 9 de Julio, como así también el aporte de $ 2.000.000 para solventar gastos de refacción y restauración de la misma.
En los considerandos, Faustino Ripamonti Ltda. SA ofrece en donación la «Recova Ripamonti» emplazada frente a su edificio de calle 9 de Julio, ante la alternativa de tener que retirarla del lugar por el mal estado de conservación que presenta.
Esa obra constituye uno de los pocos testimonios que quedan en la ciudad, relacionados con la historia de la colonización de estos pueblos del oeste santafesino, e indudablemente forma parte de su acervo edilicio; por lo cual, es deber de las autoridades municipales impedir que desaparezca en tanto sea posible, como lamentablemente ha ocurrido con otras de parecida trascendencia y significación.
* Ordenanza 4.300: 2009, refrendada por Jorge Maina y José Rossetto (presidente y secretario del Concejo), intedente Omar Perotti, secretario de Obras Públicas y Planeamiento Urbano Ing. Daniel Ricotti.
Fundamentos de conservación y restauración del adoquinado: los cascos antiguos en todas las ciudades del mundo se constituyen en las huellas que identifican sus historias, sus formaciones, sus paisajes.
Se constituyen en el escenario de las principales actividades político-económicas de toda la comunidad, al mismo tiempo que es el escenario donde se procesa el redescubrimiento de nuestra identidad cultural. Se fundamenta en que cuando se arriba a una nueva ciudad lo primero que se desea recorrer, para conocerla, en su área histórica.
Cada ciudad, cada casco antiguo, tienen sus particularidades; algunos por sus trazados, otros por la presencia de edificios emblemáticos para la historia del pueblo, de la provincia o de la nación, otros por un conjunto de edificios protegidos y conservados, otros porque conservan ciertas tradiciones culturales del lugar, otros porque vivió un porcentaje importante de la historia local, provincial o regional, otros por un conjunto de estos hechos.
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* Decreto provincial 0592: 24 de marzo 2000, refrendado por el gobernador Carlos Reutemann y Dr. Enzo Ángel Baltuzzi.
Declaratoria como monumento histórico provincial. En los considerandos, entre las razones de orden histórico cultural, el conjunto constituye uno de los pocos testimonios arquitectónicos que sobreviven desde los momentos fundacionales de Rafaela.
Encontrándose emplazado frente a la plaza principal, se convirtió en testigo privilegiado de los principales acontecimientos de la historia lugareña a partir de actividades que en él se desarrollaron por más de 80 años.
Desde el punto de vista estético y formal de la edificación, guarda armonioso equilibrio a partir del lenguaje común de una arquitectura italianizante que da unidad tanto al sector destinado al uso comercial, como a las dependencias privadas y de la que se constituye en una valiosa expresión que trasciende el ámbito local.
* Concurso provincial de anteproyectos Grandes Almacenes Ripamonti: 17 de diciembre de 2021. Anexo 5. Informes Patrimoniales. Historia, valoración patrimonial y plan de acciones vinculados a la rehabilitación del edificio ex “Grandes Almacenes Ripamonti”. Breve historia del inmueble.
“En un edificio que prácticamente ocupaba una manzana y parte de otra, cuya vista exterior no delataba ni remotamente lo que había dentro de él, como esos toscos cofres que guardaban los tesoros, un espectáculo impresionante se presentaba al trasponer la puerta principal que instintivamente hacía detener los pasos del visitante asombrado frente a tanta grandeza y magnificencia, como acontece cuando se entra en las grandes catedrales. Repuesto del trance, la vista no tenía reposo ante el llamado de tantas y variadas cosas elegantemente dispuestas, que se sucedían en una interminable demostración de cantidad, calidad, variedad y gustos. Allí se podía encontrar desde un botón hasta un traje de novia, de un tornillo hasta un automóvil, de una botella de vino hasta una bordalesa, de un espejo hasta un juego de muebles, de una chafalonía hasta una preciosa alhaja, etc.” (Salvador García, 1985).
Si hubo un tipo de construcción que impactó de manera muy especial en la trama física y humana de los centros urbanos de las colonias agrícolas fueron los almacenes de ramos generales, como lo fue el caso del de Faustino Ripamonti en Rafaela.
Nacidos en 1888 frente a la plaza de un pueblo que apenas superaba los 600 habitantes y con una zona rural donde vivían alrededor de 800 personas, su emprendedor, un inmigrante como muchos otros de los que aquí se encontraban, fue capaz de vislumbrar el futuro de crecimiento poblacional y económico que se produjo sobre un extenso territorio del centro oeste de Santa Fe y este de Córdoba.
Desde la casa central en Rafaela, con sucursales en Vila, Sastre y San Francisco, los almacenes Ripamonti proveyeron de todo a todos, tanto a pueblerinos como a chacareros. Durante 82 años, desde su apertura en 1888 hasta su cierre en 1970, fueron capaces de traccionar con su impulso económico su propio desarrollo, así como el de pueblo devenido en ciudad y el de su amplia región.
La clave de su éxito pareció entonces estar en esa capacidad para concentrar de la manera más eficaz en un solo espacio mercaderías y personas, de ahí que su localización en relación con la red circulatoria, que parecía anudarse frente a la plaza de Rafaela, resultara fundamental en la visión estratégica de su fundador. El transcurrir de los años hizo de sus propietarios prósperos comerciantes y empresarios que a su vez supieron devolver a la ciudad sus beneficios, con su apoyo tanto en cuestiones culturales como simbólicas del espacio público y de las instituciones locales.
Almacenes de ramos generales, con sus salones organizados en secciones, con su recova, con la residencia familiar, arquitecturas que respondieron a las características y demandas propias de una época y que permitieron la concreción material de un fenómeno que más allá de lo económico tuvo también un profundo significado social y cultural, lo cual les permitió trascender más allá del paso del tiempo y habitar en la memoria colectiva, y convertirse así en patrimonio material e intangible de toda una ciudad (Daniel J. Imfeld).
* Informe de la Comisión de Preservación del Patrimonio: 29 de noviembre de 2017.
El estado de conservación actual de los Grandes Almacenes Ripamonti permite referirse a ellos bajo el concepto de “ruina”. Según el mismo se considera “ruina” a los “restos de arquitectura humana, estructuras que alguna vez fueron un todo, pero que se han derruido parcial o completamente debido a la carencia de mantenimiento o a los actos deliberados de destrucción”.
“El objeto de la restauración es revivir la legibilidad del objeto. La restauración y la reintegración de detalles y características están basadas en el respeto por el material original, por las evidencias arqueológicas, por el diseño original y por documentos auténticos. El reemplazo de partes perdidas o deterioradas debe integrarse armoniosamente con el ´todo´, pero debe ser distinguible, en una visión próxima del original, para que la restauración no falsee evidencias históricas y artísticas” (Gnemmi, Horacio, “Puntos de vista sobre de la conservación del patrimonio arquitectónico y urbano”, Eudecor, Córdoba, 1997: 313-314).
No obstante, se destaca que hablar de “ruinas” no resta importancia al valor histórico y patrimonial, y nos remite concretamente al estado actual del inmueble. Por otro lado, bajo las diferentes versiones que circulan haciendo referencia a los “túneles” que alberga el edificio y que conectarían diversos espacios de la ciudad de modo subterráneo, es conveniente, a partir de lo que se puede constatar al momento, referirse a ellos como construcciones o estructuras subterráneas, ya sea que su uso estuviera destinado a depósitos, sótanos, cavas y/o pasadizos que las comunicaban.