Por Emilio Grande (h.).- En medio de tantos conflictos armados interminables (invasión de Rusia a Ucrania y Hamas-Israel), la Pontificia Universidad Gregoriana (PUG) de Roma organizó la conferencia “La mediación papal como mecanismo para la promoción de la paz: 40 años del tratado de paz y amistad Argentina-Chile”, con el objetivo reflexionar sobre el éxito y los efectos duraderos del 29 de noviembre de 1984, que tuvo la mediación papal en momentos de tensión entre Argentina y Chile sobre el Canal de Beagle, un corredor de 240 km que conecta los océanos Atlántico y Pacífico.
El secretario de Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, recordó la importancia de la mediación de la Santa Sede en la resolución de conflictos, a través de la diplomacia vaticana; mediación que se ha dado de manera silenciosa y en diferentes países y momentos. Propuso tres aspectos importantes en la resolución de conflictos: la promoción del diálogo, el ejercicio del multilateralismo y la búsqueda de instrumentos que ayuden a conseguir la paz. Sobre los 40 años de la firma del “Tratado de paz y amistad Argentina-Chile”, señaló que no se trata solo de conmemorar un evento, sino de proyectar al presente y al futuro las enseñanzas que nos ofrece la firma de este acuerdo.
El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Alberto van Klaveren, afirmó que “este proceso de mediación es un caso ejemplar de todas las virtudes que se le atribuyen a la práctica diplomática. La Santa Sede actuó como un agente imparcial y neutral, anclado en los valores de paz y respeto mutuo, ofreciendo un espacio en el cual ambos países pudieron encontrar puntos de convergencia y superar sus diferencias”.
El diplomático argentino Enrique Candioti, integrante del equipo argentino del Tratado de Paz y Amistad, brindó su testimonio sobre las negociaciones que se desarrollaron hace 40 años. El abogado señaló que fueron más de 600 encuentros entre ambas delegaciones en el Vaticano, durante seis años, con la mediación de la Santa Sede y de modo particular, la intervención de san Juan Pablo II, que al final llevó a la firma del Tratado.
El embajador Milenko Skoknic, miembro del equipo negociador chileno del TPA, señaló que el legado central del Tratado es la vocación de paz que deben tener muchos países del mundo y que la Santa Sede tienen como elemento central de su quehacer en el mundo, destacando la importancia del multilateralismo y del diálogo en la resolución de conflictos, teniendo presente el bien común de los pueblos y de las personas.
También asistió el embajador de Argentina ante la Santa Sede Luis Beltramino, pero llamativamente estuvo ausente el flamante canciller argentino Gerardo Werthein, ¿habrá sido por algún cortocircuito entre Javier Milei y Gabriel Boric?
Además, en la Sala Regia, donde hace 40 años se firmó el tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile, el Papa asistió a un evento conmemorativo de este hito que evitó el conflicto armado. En su discurso, Francisco recordó las “intensas negociaciones” que, con la mediación del papa san Juan Pablo II, concluyeron la disputa con “una solución digna, razonable y ecuánime”. El tratado fue ratificado el 2 de mayo de 1985 mediante un acta y el entonces Papa formuló votos por un futuro más sereno a los países cargados por “un peso agobiador”.
Los entonces presidente Videla y Pinochet en una reunión de 1978.
El conflicto comenzó en 1977. Videla había planificado un ataque el 22 de diciembre de 1978 a la isla Nueva. Ambos gobiernos solicitaron la intervención papal, aceptando Juan Pablo II con la firma del “acuerdo de Montevideo” el 8 de enero de 1979, designando al cardenal Antonio Samoré para la mediación.
En 1985, el Papa polaco dijo que “gozamos todos porque, obtenido el objetivo de la mediación y habiendo dejado atrás los contrastes, las dificultades y las incertidumbres del complejo proceso, saludamos el hecho de que una y otra parte pudieron salvaguardar sus derechos, intereses y aspiraciones legítimas, mediante una negociación en la que prevaleció una eficaz sabiduría y voluntad de gobierno capaz de conjugar la defensa de las propias posiciones y la consideración del bien superior de la paz”.
A decir verdad, este acuerdo diplomático debe servir para la búsqueda de soluciones pacíficas en tantos lugares del mundo porque las guerras son una interminable espiral de violencia…