“La felicidad no es tener ni competir, sino un corazón puro para contemplar a Dios”

Testimonió el obispo Torres durante el sermón de la misa crismal en la Catedral, concelebrada por el presbiterio diocesano, que renovó las promesas sacerdotales. Se bendijeron el santo crisma y los óleos para los enfermos y los catecúmenos. Mencionó que se bautizaron 45.000 rafaelinos en la pila bautismal a lo largo de la historia.

Por Emilio Grande (h.).- Esta noche fue oficiada la misa crismal en la Catedral San Rafael presidida por el obispo Pedro Torres y concelebrada por el presbiterio diocesano, en la que se consagraron el santo crisma y se bendijeron los óleos para los enfermos y los catecúmenos, y la renovación de las promesas bautismales y sacerdotales, ante un numeroso pueblo de Dios, en el contexto del aniversario de la creación de la Diócesis con la firma de la bula papal de Juan XXIII el 10 de abril de 1961.

Ordinariamente, esta misa se celebra en la catedral de cada diócesis el Jueves Santo a la mañana, pero por razones de conveniencia pastoral debido a la extensa geografía diocesana de Rafaela (departamentos Castellanos, San Cristóbal y 9 de Julio) desde hace muchos años se adelantó al jueves anterior a la Semana Santa, que se inicia este fin de semana.

“En este año en que somos peregrinos de esperanza, peregrinando por el templo, hablarles desde la pila bautismal y que el gesto se convierta en mensaje, mirando al Buen Pastor, imagen que estaba sobre el púlpito, que permitía que el sonido resonara; hoy que celebramos el misterio sacerdotal, pidiendo un corazón como del Pastor. En esta pila han nacido a la vida cristiana 45.000 rafaelinos a lo largo de la historia, impresionante, de una vez por vez en celebraciones comunitarias. Una pila (antes estaba al ingreso del templo) que tiene 8 lados como el baptisterio más antiguo, el de San Juan de Letrán, que se hizo pocos años antes del Concilio de Nicea, del que vamos a recordar 1.700 años”, destacó Torres durante la homilía.

Y agregó: “tiene 8 lados porque el octavo día Jesús resucitó, después del sábado, indicando que acá se vive un nuevo comienzo, se vive un nacimiento. San Agustín decía nos hace dignos y grandes. Ocho lados porque reflejan las bienaventuranzas, que recordaba san Juan Pablo II en 1985 cuando vino a Perú, hablando a los jóvenes de las 8 bienaventuranzas. En el nuevo testamento hay 52 bienaventuranzas”.

“En este día -continuó- quería invitarlos de nuevo, como el día en que llegué, a redescubrir el bautismo, pero particularmente a la luz de las bienaventuranzas. El papa Benedicto XVI en el Pentecostés de 2008 decía que podemos redescubrir el bautismo por la acción del Espíritu; es el que empapa el misterio de Jesús, que está movido por el Espíritu, sorprendiendo en el sermón de la montaña como en el sermón del llano con una propuesta de felicidad desconcertante”.

Más adelante, “las bienaventuranzas son orientadoras, llevan los mandamientos a la plenitud y no lo suprimen; introducen programáticamente todo el sermón de la montaña, que marca un estilo de vida, el estilo de los hijos de Dios, de los que pueden rezar el Padrenuestro, de los que aman a los enemigos, de los que superan todo fariseísmo. Expresan lo que significa ser discípulos. Una promesa de alegría y júbilo porque hasta en el cielo se celebran”.

“Las bienaventuranzas son paradójicas porque son modos de felicidad que están emparentados con la cruz: los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y sed, los perseguidos; hay que entenderlas en clave pascual, felices los que creen sin ver, que se comparten en comunidad, que nos hace familia”, remarcó.

En los tramos finales, el obispo diocesano señaló: “hay que conocer a Jesús y conocer nuestro bautismo, en el espíritu de las bienaventuranzas. Hay que descubrir que la fe recibida en el bautismo se enciende, se enamora, nos encamina cuando dejamos que resuene el programa y el sueño que el Señor tiene para nosotros. Dios nos quiere felices, plenos y nos dice no se mientan, la felicidad no está en el tener ni en el competir, está en tener un corazón puro que puede contemplar a Dios”.

Finalmente, “san Antonio decía que la esperanza es como el aceite y hoy lo vamos a consagrar como materia para los sacramentos, porque suaviza, sana y consuela. Los óleos que vamos a recibir, de esta celebración única en el año y se le prolongan en los bautismos, en las confirmaciones, en la consagración de los templos, en la unción de los enfermos, son óleos que son semillas de esperanza, en este año que somos peregrinos de esperanza y nacen de la certeza de un Dios que me quiere pleno. Lo único que supera el dolor es el amor, que es capaz de dar la vida”.

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