La estancia Santa Rosa: un patrimonio rural a conservar

A 170 años de su fundación. Se torna necesario conservar el patrimonio arquitectónico, escenario en el que los argentinos no nos hemos destacado. Las autoridades nacionales o provinciales deberían intervenir con el propósito de mantener para las generaciones venideras este vestigio del pasado.

Por María Inés Vincenti.- Es emblemática la estancia del coronel José Rodríguez, fundada el 4 de septiembre de 1854 más allá de la línea de frontera, por lo que contaba con dos cañones y un mirador. Rodríguez había comprado al gobierno provincial ese terreno que totalizaba 30.000 hectáreas. Pasó de ser tierra realenga a propiedad de la Provincia y de esta al coronel. Rodríguez, cuyos descendientes conservan aún una parte de la extensión originaria. Los suelos de esta propiedad, en cuanto a sus aptitudes productivas son muy irregulares; van de una capacidad alta a superficies anegables. Además, recibió Rodríguez otras 6.000 hectáreas en el actual distrito Galisteo, con tierras de similares características.

La familia Rodríguez de Coronda

La familia era oriunda de Coronda. Descendían del portugués Francisco Rodríguez, radicado en Santa Fe en 1650 y de él proviene José nacido en 1813, que se casaría con Rosa Galisteo, hija de José Elías Galisteo y de María Anastasia Roldán. Rosa y José tuvieron varios hijos, de los que sobrevivieron Dolores, Martín y Esmeralda.

Dolores contrajo matrimonio con Demetrio Iturraspe Freyre, Esmeralda con Floriano Zapata, sin descendencia, y Martín tuvo una hija, Esmeralda Rodríguez Galisteo casada con Raúl Pujato. La familia Iturraspe estaba vinculada con las familias coloniales a través de Vicenta Gálvez Troncoso, y con ella su genealogía en la Argentina se remonta a Alonso Fernández Montiel, llegado a Santa Fe con Ortiz de Zárate en 1577. Al descender de los primeros españoles establecidos en Santa Fe en el siglo XVI formaba parte de las diecinueve familias que gobernaron la provincia durante cuatrocientos años.

Según lo que nos informa María J. Wilde, José Rodríguez fue una «figura consular» del régimen santafesino del siglo XIX. Su concepción de la política indica que era una manera que evidenciaba deberes y no un medio para lograr poder, perspectiva que contrasta con las ideas de la época. Son notables sus consejos para formar a su hijo Martín, intentando trasmitirle su experiencia al servicio de los gobiernos provinciales.

El coronel Rodríguez fue gobernador delegado en varias oportunidades, convencional constituyente para la reforma provincial de 1872, jefe de la Frontera Norte, participó en la batalla de Caseros y en la de Cepeda y Pavón; bajo su mando se construyeron los ranchos antes de la llegada de los fundadores de la colonia Esperanza, intervino como mediador en el conflicto que se había desatado entre los colonos de San Carlos y los pobladores de San Jerónimo del Sauce y fue senador y diputado provincial.

Su bautismo de fuego fue en la batalla de las Isletas de Cacho y continuó en Quebracho Herrado donde Lavalle fue vencido. La guerra formaba parte de la cultura de la época y su concepto era muy distinto al actual. Además, tenía la misión de controlar a las tropas para que no cometieran desmandes. Rodríguez era urquicista y en las elecciones de 1868, los electores santafesinos votaron por Justo José de Urquiza y entre ellos estaba el coronel José Rodríguez.

El segundo propietario

Martín Rodríguez Galisteo estudió en Santiago de Chile donde obtuvo el título de abogado. Estuvo a cargo de la Legación argentina en ese país y fue secretario de Juan Bautista Alberdi. Vuelto a Santa Fe creó un estudio jurídico, asociado con Carlos Gómez. Participó en forma activa en la Revolución de 1893 y fue ministro de Gobierno del llamado «gobierno de los 21 días».

Aplastada la revolución tuvo que huir a Montevideo, junto con su cuñado Demetrio Iturraspe Freyre y otros revolucionarios y regresó ante el indulto de 1894. Hipólito Yrigoyen le ofreció la embajada argentina en Londres, cargo que desechó; sí, aceptó ser Interventor Federal en Santiago del Estero. Se movía en el mundo político y social con la facilidad de alianzas parentales ya constituidas.

Su ámbito educativo fue el Colegio de La Inmaculada y el social, además de la red familiar, el Club del Orden, que no solo era un signo de distinción, sino que, en esos años, un sitio para la educación política de la elite. Cuando tuvo lugar la muerte de Martín Rodríguez Galisteo se encontraron dos testamentos contradictorios. La disputa entre los herederos, fue zanjeada con honestidad entre Esmeralda Rodríguez Galisteo de Pujato y los Iturraspe Rodríguez.

El coronel José Rodríguez acumuló una gran fortuna. Su hijo, Martín, donó al gobierno de la provincia de Santa Fe el edificio del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez con la mayor parte de sus obras de arte y con la única condición que llevara el nombre de su madre. Esmeralda Rodríguez Galisteo de Pujato nació en 1923. Fue educada en el colegio de la Santa Unión de Capital Federal para luego convertirse en la compañera de viaje de su padre. Largos meses duraban esos recorridos por Europa de donde el doctor Rodríguez Galisteo traía obras de arte que luego formarían parte del acervo del Museo.

Formó su hogar con el doctor Manuel Raúl Pujato, La nueva pareja se instaló en la señorial casa paterna de San Martín al 1700 y tuvieron cinco niños: Esmeralda, Raúl, Marcela, Domingo y Juan Carlos. Los hijos de este último, son los propietarios del casco de Santa Rosa.

La estancia y sus divisiones

La propiedad estuvo atravesada por, a fines del siglo XIX, el ramal ferroviario que desde San Carlos se dirigía a San Vicente (estación Los Sembrados). La estación Coronel Rodríguez aún permanece en pie y bien mantenida. Forma un distrito dependiente de San Carlos Centro.

De Santa Rosa surgieron, por división hereditaria, varias estancias. San José, de José Francisco Iturraspe Rodríguez (1885-1960), contaba con unas 5.000 hectáreas. En esa época se trabajaba la tierra junto con los colonos, que se dedicaban a la siembra de trigo. Además, era productor ganadero y criador de caballos de sangre pura de carrera. Demetrio Iturraspe Rodríguez, (1891-1960) obtuvo Los Corralitos. Sus sucesores la vendieron para comprar tierras, más cercanas a Galisteo, en la zona del Cululú.

Otra estancia que surgió fue La Esmeralda, de María Rosario Dolores Iturraspe Rodríguez Galisteo de Risso Patrón. En la cercanía de esa estancia fue asesinado, por recuperar una urna de votos que había sido volcada por una turba de provocadores que perdían la elección, el general B. Conrado Risso Patrón, apoderado del partido radical, el 15 de diciembre de 1940. Fue vendida, en 1982, a la familia Buriasco de la localidad de María Juana.

El casco de Santa Rosa le correspondió a la fracción heredada por Martín Rodríguez Galisteo, que pasó luego a su hija Esmeralda Rodríguez Galisteo de Pujato y de ella a sus descendientes. Esta estancia es un sitio histórico. Se torna necesario conservar el patrimonio arquitectónico del ayer, escenario en el que los argentinos no nos hemos destacado. Las autoridades nacionales o provinciales deberían intervenir, de algún modo, con el propósito de mantener para las generaciones venideras este vestigio del pasado.

La autora rafaelina es integrante Junta Provincial de Estudios Históricos.

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