Por Guillermo Briggiler.- En medio de una ola de calor sofocante, la economía de nuestro país parece estar en la misma situación: sudando y tratando de mantener la compostura. Mientras tanto, los ciudadanos intentan mantener la calma mientras ven cómo sus bolsillos se achicharran más rápido que las verduras fuera de la heladera. La situación se vuelve aún más caliente cuando nos enfrentamos a la idea de que el aumento de las temperaturas pueda tener un impacto en la recuperación económica. Los empresarios ven como en este clima recesivo del “no hay plata” del Presidente, sus ventas se derriten más rápido que un helado en la playa, mientras que los políticos tratan de mantener la calma y no sudar en público ante las crecientes preocupaciones sobre las variables económicas.
En medio de este panorama económico fluctuante, es crucial discernir entre los altibajos normales de los precios y una inflación verdadera. La subida puntual de precios, como en el caso de las empresas de medicina prepaga, los combustibles o las tarifas de servicios públicos, son el resultado de ajustes necesarios tras períodos de contención artificial de precios.
Sin embargo, por definición la inflación se manifiesta como un aumento sostenido y generalizado en todos los sectores económicos, por lo que es fundamental comprender que las subas que se producen para corregir los precios atrasados no son inflación, sino el regreso a un equilibrio que no debió ser alterado. Por dicho motivo, esa alza de precios afecta al índice del mes que se produce y no debería repetirse en los sucesivos períodos. Por lo tanto, el análisis de la inflación futura es más revelador que simplemente basarse en cifras pasadas, ya que refleja las expectativas y proyecciones más recientes. Además, esta semana se incorporó desde el Gobierno una nueva variable en el análisis vinculada a la «trampa» de las promociones de los supermercados. Al mismo tiempo, el Presidente ordenó abrir las importaciones de alimentos para generar una competencia en el mercado interno que frene los aumentos injustificados.
Por otro lado, vemos que Argentina enfrenta también otros desafíos, como, por ejemplo, los altos costos de producción que se reflejan en precios más elevados de los bienes y servicios, en comparación con los producidos en otros países. Esto se debe en gran parte a las cargas laborales, directas e indirectas, y los impuestos, como el IVA del 21% sumado a gravámenes locales, como los Ingresos Brutos. Para solucionar esto es indispensable realizar las reformas que hoy están demoradas en el Congreso, DNU y Ley Ómnibus.
Vamos con las buenas, la reciente reducción de las tasas de interés del Banco Central de la República Argentina (BCRA) tiene implicaciones significativas -ahora oscilan entre el 70 y el 75% para los plazos fijos-. Las inversiones en activos financieros remunerados del BCRA ahora crecerán a un ritmo menor que la inflación, lo que gradualmente erosionará su valor. Este enfoque contrasta con las políticas anteriores, donde las tasas de interés se mantenían altas, lo que equivalía a emitir dinero, es decir a acrecentar el valor de las letras de liquidez, mes a mes por el simple transcurso del tiempo.
La disminución de las tasas de interés también facilita el acceso al crédito, lo que estimulará la economía para salir de la recesión -recupera la financiación en cuotas para pequeños consumos-. El objetivo subyacente de las medidas económicas, casi un plan, es abordar los desequilibrios macro, controlar la inflación y fomentar la participación del sector privado en la economía. Esta estrategia se apoya en la acumulación gradual de reservas en el BCRA, la reducción de la inflación que vemos en los últimos períodos, el logro de un superávit fiscal y la búsqueda de un superávit comercial.
En última instancia, el impulso hacia una economía más estable y próspera implica la liberalización y el fomento del crédito, aprovechando la reducción de las tasas de interés pasivas y una brecha con los dólares paralelos en disminución. Este enfoque busca restablecer la confianza en el sector privado y promover un crecimiento económico sostenible en Argentina, quedando como próximos escalones, conseguir un dígito de inflación y financiamiento para quitar el cepo cambiario.
Mientras las temperaturas suben, la economía se tambalea al igual que ese ventilador que lo está dando todo, pero con un poco de ingenio podemos salir del calor con una sonrisa en la cara, buscando algunos pesos extras para el bolsillo -además, a pesar de todo, la imagen positiva del Presidente se mantiene por encima del 50%-. Después de todo, vivimos en este país, y deberemos ganarnos la vida incluso con el sol más abrasador.
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Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/