ROMA, domingo, 30 noviembre 2008 (ZENIT.org).- La profunda crisis económica está llevando a las instituciones financieras y a las empresas a reconsiderar el tema de los salarios de los ejecutivos.
En los últimos años, la preocupación por sus extremadamente altos niveles de remuneración ha llevado a un amplio debate sobre el asunto, pero lograr un cambio en el nivel de ingresos o en la manera de determinar determinan los salarios y bonificaciones se ha convertido en un objetivo difícil.
Los últimos meses han visto cómo esta situación cambiaba dramáticamente. Una de las firmas más importantes de Wall Street, Goldman Sachs Group Inc., anunciaba que sus principales ejecutivos renunciarán a sus bonificaciones este año, informaba el 17 de noviembre el Wall Street Journal.
Los siete ejecutivos más importantes «sólo» recibirán su salario base, 600.000 dólares. Este dato es significativo si se compara con los 68,5 millones de dólares que su director ejecutivo, Lloyd Blankfein, se llevó a casa el año pasado.
Goldman no ha sufrido tanto como otras instituciones financieras, observaba el Wall Street Journal, pero incluso así, sus acciones han bajado más de un 60% este año. Todavía está pendiente la decisión sobre las bonificaciones para el resto de empleados – cerca de 30.000 -. El artículo advertía que, si reciben sumas pequeñas, quizá se vean motivados a buscar trabajo en otras empresas donde se pague mejor.
El artículo, contextualizando el tema, informaba que desde comienzos del año 2002, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merril Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns han pagado 312.000 millones de dólares en compensación y beneficios para sus empleados.
El banco suizo UBS también anunció hace poco cambios en sus niveles de salarios, informaba el periódico británico The Guardian, el 18 de noviembre. El presidente del banco, Peter Kurer, afirmaba que el nuevo sistema eliminará una cultura en la que se pagaban los resultados a corto plazo con bonificaciones y opciones de compra multimillonarias.
UBS explicaba que el montante salarial para sus banqueros y comerciales se reduciría notablemente este año, como consecuencia de unas pérdidas de valor de sus activos de casi 50.000 millones de dólares, y de los 6.000 millones de francos suizos (4.900 millones de dólares) aunciados por las autoridades suizas para salir a su rescate.
El anuncio se hizo público poco después de que el antiguo director ejecutivo de UBS, Peter Wuffli, renunciara a 12 millones de francos suizos (10,2 millones de dólares) a los que tenía derecho por su contrato, informaba Associated Press el 9 de noviembre.
«He renunciado voluntariamente a un total de 12 millones de francos que se me debían por contrato», declaró Wuffli a Associated Press. «No se pueden justificar altos pagos a directivos que dejan una empresa que sufre circunstancias difíciles».
Ayudas
Las ayudas del gobierno son uno de los principales factores de presión sobre las instituciones financieras a la hora de reducir los salarios de sus ejecutivos. A principios de año el congreso de los Estados Unidos autorizó unas ayudas de 700.000 millones de dólares, incluyendo la adquisición de acciones por 125.000 millones de dólares para sacar a flote a nueve grandes compañías financieras.
«Los contribuyentes han perdido los ahorros de su vida, y ahora se les pide que sostengan a las empresas», comentaba en un reportaje de Associated Press el 24 de octubre el Fiscal General de Nueva York, Andrew Cuomo. Cuomo ha criticado duramente los grandes salarios de los altos ejecutivos.
Una empresa que ha recibido apoyo federal del gobierno, el American International Group (AIG), acordó congelar la remuneración y las bonificaciones de sus ejecutivos, informaba Associated Press el 22 de octubre.
El presidente de AIG, Edward Liddy, escribía a Cuomo diciéndole que no se harían pagos de los 600 millones de dólares del fondo de compensación y de las bonificaciones derivadas de los subsidios de productos financieros. Estos subsidios han sido la principal causa de los problemas de AIG y su anterior presidente fue elegido con un sueldo de 69 millones de dólares.
Según una serie de noticias sobre el sueldo de los ejecutivos, publicadas por el Wall Street Journal el 21 de octubre, se han adoptado límites a los sueldos en algunos países. En Francia, los responsables económicos han adoptado un código de conducta que previene los salarios excesivos para ejecutivos que dimiten de empresas con problemas.
En Alemania, el gobierno ha pedido a los altos directivos de los bancos que han recibidos fondos federales que limiten sus ingresos a no más de medio millón de euros. Límites parecidos se aplican en Suecia.
Según un artículo de The Guardian, el 14 de octubre, en Gran Bretaña, el primer ministro Gordon Brown declaraba que los bancos que busquen ayuda del gobierno tendrán que aceptar condiciones que implican evitar recompensas para los ejecutivos que hayan fallado.
Asimismo, la Autoridad de Servicios Financieros, un organismo regulador independiente, ha escrito a los directores ejecutivos de los 30 principales bancos e inmobiliarias indicándoles que compartía la preocupación por los esquemas de remuneración «inapropiados» que pueden haber contribuido a la crisis de los mercados.
Los bancos no son los únicos que se enfrentan al desafío de los altos salarios. Publicada el 15 de junio por Associated Press, una revisión de la remuneración de los presidentes de las empresas del índice 500 Standard and Poor mostraba que en 2007 el suelto medio sumaba cerca de los 8,4 millones de dólares.
Lo que llamaba la atención era el sueldo colectivo de los 10 directores ejecutivos mejor pagados, que sumaba más de 500 millones de dólares al año. Al mismo tiempo, la mitad de los miembros de este grupo había llevado a sus empresas a una dramática caída de beneficios.
Por ejemplo, Rick Wagoner, director ejecutivo de la atribulada General Motors Corp., había recibido un aumento del 64% en su sueldo en el año 2007, hasta más de 15,7 millones de dólares.
Reglas
Las opiniones sobre qué hacer con los salarios de los ejecutivos varían ampliamente. Escribiendo el 12 de noviembre en el Financial Times, Peter Montagnon, director de inversiones en la Asociación de Aseguradoras Británicas, y presidente de la International Corporate Governance Network, advertía en contra de medidas precipitadas.
Las normas de remuneración para los bancos y para las empresas públicas deberían ser diferentes, afirmaba Montagnon. En cuanto a los primeros, afirmaba que los reguladores deben examinar si los sistemas de remuneración animan a los empleados a correr excesivos riesgos para lograr ganancias a corto plazo.
Cuando se trata de otras empresas públicas, Montagnon defendía una mayor implicación de los accionistas para poner los límites. Sin embargo, recomendaba que para poder desempeñar su papel, necesitan tener más derechos y es necesario que las empresas aporten más información.
«Las empresas son ingenuas cuando creen que pueden seguir aumentando de forma indefinida la remuneración de sus ejecutivos en un porcentaje mucho mayor que el del resto de la fuerza laboral sin provocar una reacción política», advertía Montagnon. Al mismo tiempo, habría que ser cuidadosos para que los límites impuestos no tuvieran efectos secundarios no deseados, advertía.
En Australia, el antiguo presidente de Woolworths se ha declarado a favor de limitar los sueldos de los ejecutivos, según un reportaje del 17 de octubre en el periódico Australian. Paul Simons, director ejecutivo durante dos décadas hasta 1994, afirmaba que en sus tiempos había una norma estricta, según la cual, ningún ejecutivo, incluyendo todas sus bonificaciones, podía ganar más de 30 veces el sueldo del empleado peor pagado de la empresa.
«Si el que menos cobra en una gran empresa logra entre 50.000 y 60.000 dólares al año, entonces estás hablando de cerca de 1,5 millones a 2 millones de dólares para el director ejecutivo», afirmaba Simons. «Y esto sigue siendo un montón de dinero», reconocía.
Solidaridad
Según el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, los mercados financieros han desempeñado un valioso papel en el desarrollo de la economía moderna. Al mismo tiempo, no obstante, implican riesgos y la globalización de los mercados ha aumentado la posibilidad de crisis.
Por eso el texto recomienda en su número 373 que una de las tareas fundamentales de quienes están comprometidos en materias económicas internacionales es lograr para la humanidad un desarrollo integral en solidaridad.
Esta solidaridad significa promover el bien de cada persona y lograr una visión que tenga en cuenta la necesidad de una distribución equitativa de los recursos, explica el Compendio.
Que el nivel de los salarios de los ejecutivos sea justo es sólo una faceta más de una tarea más amplia: cómo reconciliar las fuerzas de iniciativa económica y el libre mercado con las exigencias de la solidaridad y el bien común.
No existen respuestas hechas sobre cómo lograr esta armonía, pero la actual crisis demuestra ampliamente los peligros de desatender este deber.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado