Por Emilio Grande (h.).- No es de ahora ni tampoco se va a exterminar de un día para el otro. Lamentablemente, llevamos años conviviendo con la lacra de la corrupción, que está enquistada en todos los ambientes sociales de la Argentina.
En los últimos días se conoció públicamente el nuevo escándalo político: las imágenes que exhibieron a Martín Insaurralde con la modelo Sofía Clérici en un yate de lujo en Marbella (España), en medio de costosos regalos y champagne francés, sumado al millonario divorcio del dirigente y la conductora de televisión Jesica Cirio.
Con este caso denominado “yategate”, que está siendo investigado por el juez federal Ernesto Kreplak de Lomas de Zamora, Insaurralde tuvo que renunciar a la Jefatura de Gabinete de la provincia de Buenos Aires y a su postulación a concejal de Lomas de Zamora, cuyas consecuencias políticas también salpican a la candidatura presidencial de Sergio Massa.
Al mismo tiempo, el actual Ministro de Economía está denunciado por hechos de corrupción que figuran en el reciente libro de Christian Sanz titulado “Massa confidencial”, donde se cuentan las grandes miserias de corrupción. El autor lo considera “peligroso, sin escrúpulos, teniendo vínculos con el narcotráfico en 2013 y enriquecimiento ilícito al comprar en 2013 un departamento en Bal Harbour, la zona más cara de Miami, y en 2022 compró un haras en 8 millones de dólares en San Andrés de Giles, siendo intocable porque está protegido por algunos medios y jueces, usando los recursos del Estado para hacer campaña no solamente de AYSA, donde está su mujer Malena Galmarini, y está probado que roban. Además, usa Trenes argentinos, los negocios con Vila-Manzano al regalar Edesur, con Lingeri por el cloro”, según contó en una entrevista con la colega Viviana Canosa en el programa televisivo de La Nación+.
Tampoco hay que olvidarse los hechos de corrupción durante los gobiernos kirchneristas con 60 causas; 25 ex funcionarios investigados; más de 4.600.000 dólares encontrados en la caja de seguridad de Florencia Kirchner, que no pudo justificar y atribuyó a la donación de su papá Néstor; la condena de 6 años a Cristina Fernández por la causa de Vialidad como autora penalmente responsable del delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública; entre otros.
Lo había advertido sin desparpajo el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo en 1990, que era titular de la Superintendencia de Salud durante el primer gobierno de Carlos Menem, en una entrevista televisiva con el periodista Mariano Grondona: «Tenemos que dejar de robar por lo menos 2 años».
Frente a esta obscena realidad, el obispo Miguel Esteban Hesayne advirtió en 2013: «Basta escuchar o leer las noticias de cada día para diagnosticar que la Argentina está enferma, muy enferma. Está enferma en todos los niveles de la sociedad: en relación familiar comenzando por esposos; en relaciones sociales y políticas; en relaciones sindicales y empresariales y hasta en relaciones religiosas. Muchas voces se levantan para dar solución al ´mal argentino´ que corre el riesgo de degenerar en un mal indeleble o crónico que lleve a una Argentina sin solución. Una Argentina sin futuro y que tome el camino de la desaparición como tantos poderosos imperios o naciones que se los recuerda por hazañas pasadas».
En esta compleja trama desahuciada que vivimos los argentinos, hay que agregar otros graves problemas relacionados sin resolver desde hace años como son el aumento de la pobreza a más del 40%, la inflación galopante que afecta a todos y empobrece aún más a los sectores vulnerables, la disparada del dólar, la angustiante inseguridad, entre otros.
Finalmente, la grave coyuntura indica que estamos a dos semanas de las elecciones generales del domingo 22 de octubre para elegir al nuevo Presidente del país, con la responsabilidad que conlleva esta decisión política para la ciudadanía. No hay que acudir al voto bronca, que no construye, sino que debemos discernir quien es el candidato/a que debe estar a la altura de las circunstancias para atacar estos problemas.