A las personas de buena voluntad que peregrinan en la diócesis de Rafaela…
En el evangelio de Mateo1 Jesús nos enseña las consecuencias que trae la edificación de una casa sobre arena y la otra sobre roca. Este 9 de julio queremos expresar nuestro deseo hondo de construir sobre la roca. Pero, ¿por dónde comenzamos? ¿qué edificamos primero? Queremos hacer una apuesta por la familia y, con ella, por nuestra patria. ¿Por qué? Porque estamos convencidos de que una familia levantada y sostenida sobre bases sólidas genera personas, ciudadanos que vivan, se responsabilicen y se comprometan con los demás y con la familia grande, que es la patria2.
Comenzamos también por la familia, porque constituye la primera comunidad de vida (anterior al Estado3) en la que se recibe una formación humana integral4. En ella se hace la primera experiencia del amor gratuito; por eso la llamamos primera escuela de humanidad y sociabilidad5. Cuando la cuidamos, permitimos que cada miembro logre reconocer su valor y dignidad inalienables; que su vida merece ser recibida en este mundo. Al calor de los vínculos que se amasan y crecen cada día en el hogar puede cada uno conocerse y desarrollar sus capacidades6.
Por ser la familia una realidad fundacional de la sociedad humana hay derechos que la amparan7: derechos familiares de las personas y derechos sociales de las familias. Al primer grupo, entre otros, pertenecen el derecho a la vida (a una gestación, nacimiento y desarrollo de la infancia en condiciones dignas atendiendo al interés superior del niño); derecho a formar y ser parte de una familia; derecho al ejercicio de la patria potestad; derecho de los hijos a su promoción, alimentos, buen trato y testimonio de los padres. En relación a los de índole social contamos el derecho de la familia al trabajo (a acceder a un salario suficiente), a la salud y la seguridad social, a la vivienda digna, a la educación, a creer y profesar sus convicciones8, a participar en el desarrollo integral de la comunidad9.
Como resultado de una consulta hecha sobre la temática a agentes de pastoral de los distintos decanatos de nuestra Diócesis10, vemos que en este tiempo las familias se edifican sobre arena cuando padecen la falta de proyección económica. Muchos se sostienen con trabajos en negro, changas o planes que generan estancamiento social y, en algunos casos, la necesidad de migrar para conseguir oportunidades, dentro de nuestra zona y al exterior. También se edifica en arena cuando la vivienda propia se vuelve inaccesible (sobre todo para las generaciones jóvenes). Esto se advierte en los casos que se suman a diario de hacinamiento y de personas en situación de calle. Un indicador preocupante es la violencia en las redes sociales, en las calles, en el trabajo, en las escuelas entre los niños, en el trato cotidiano con los demás y, particularmente, la violencia intra-familiar11. Los vínculos quedan dañados de un modo particular por el avance de adicciones (alcohol, drogas, juego). Estos fenómenos son, a la vez, síntomas ya que muchas veces hunden sus raíces en heridas tempranas provocadas en el seno familiar (por abuso, maltrato, orfandad afectiva). Se multiplican los padres desbordados por la problemática de consumo de sus hijos, con el agravante de los delitos asociados al mismo. Y existen niños que ya se crían siendo testigos de la adicción de sus padres. Se verifica en nuestra zona, a lo largo de muchos años, la ausencia de políticas públicas que traten seriamente la problemática en modo comprometido, profesional e integral. Crece el escepticismo hacia las autoridades y dirigentes sociales como un emergente de la ausencia de referentes en el mundo adulto. El ritmo de vida, las exigencias laborales, la influencia de una cultura individualista y hedonista que fomenta el uso excesivo de las redes lleva a una falta de tiempo de calidad compartido en casa. Este fenómeno de aislamiento y soledad se vuelve particularmente doloroso en relación a los adultos mayores.
Así como se verifican estas inconsistencias, también hay lugar para la esperanza. En nuestra zona sigue habiendo una valoración positiva sobre la familia (aún entre quienes no han tenido una buena experiencia en su infancia, muchos apuestan por formar una). Son apreciados valores como la unión, el compañerismo, la generosidad, la asistencia solidaria, la contención, el afecto y la escucha recíproca, el sentido de pertenencia. Existen muchas formas de celebración (cumpleaños, aniversarios, bendiciones especiales) que expresan la alegría de ser familia. Así también aparecen gestos nobles y solidarios inter-familiares ante situaciones límite. A nivel institucional y mediático crece la concientización del cuidado de la infancia o de minorías vulnerables (frente al grooming, el bullying, los abusos de poder o físicos).
Siguen siendo mayoría los padres que se desviven por el bien de sus hijos y muchos los jóvenes que apuestan con dedicación y generosidad a un proyecto de vida. El fuego del hogar sigue iluminando y arropando la vida social, con la calidez de los actos sencillos y profundos de amor: del trabajador que vuelve a su casa desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el sustento para los suyos; con la belleza extraordinaria de la familia que se reúne entorno al pan compartido, aunque la mesa sea muy pobre; con la hermosura de aquella anciana que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud.
Como decía el político y ensayista José Martí, «la patria es aquella porción de la humanidad que vemos más cerca, y en la que nos tocó nacer»12. Nuestra patria chica, en la que se fue formando nuestra humanidad, es la familia. Desde ella se reconstruye, sobre roca firme, la persona y la nación.
En esta fecha tan cara para nuestra nación argentina y en el contexto de este tiempo electoral, es necesario poner en agenda pública a la familia como política de Estado, afianzando con este fin el trabajo en red entre las instituciones: escuelas, vecinales, iglesias, clubes, sindicatos, ONGs. Nuestro Salvador, quien nos abrió las puertas a la patria celestial, quiso ser acogido en el seno de un hogar. Pedimos como sociedad, por intercesión de la Sagrada Familia, la gracia de que cada familia sea nuestra primera patria, y nuestra patria se convierta en la gran familia de todos.
Citas bibliográficas
1) Cf. Mt 7, 24-27.
2) «A través de la familia la comunidad no sólo se provee de sus miembros, sino que se encarga de prepararlos para que cumplan satisfactoriamente el papel social que les corresponde»- Manuel F. Chávez Asencio: La familia y los derechos humanos, pág 170; Jurídica, anuario del departamento de derecho de la Universidad Iberoamericana, n°21, 1992.
3) En esta línea afirma el Concilio Vaticano II (Decreto Apostolicam actuositatem, 11; citada por Familiaris Consortio, 42) que la familia es la «célula primera y vital de la sociedad». La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH, art 16) la señala como «elemento natural y fundamental de la sociedad con derecho a la protección de la sociedad y del estado» (además cf. art 23.1 y 23.2: Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 10.1, 10.2, 10.3; 7 y 11.1: Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; 17.1 y 17.5: Convención Americana sobre Derechos Humanos)».
4) Cf. Manuel F. Chávez Asencio: La familia y los derechos humanos, pág 167.
5) «La familia, comunidad natural donde se experimenta la sociabilidad humana» – Compendio de Doctrina Social de la Iglesia Católica, 213; Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2005.
6) Cf. Pontificio Consejo para la Familia (1999): Familia y Derechos Humanos, 15.
7) «Las autoridades públicas deben respetar y promover la dignidad, justa independencia, intimidad, integridad y estabilidad de cada familia» – Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los derechos de la familia (1983), art 6 a). Esta promoción necesita regirse por el principio de subsidiariedad: «una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que debe sostenerlo en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común» – Encíclica Centesimus annus (Juan Pablo II, 1991), 48.
8) Cf. Manuel F. Chávez Asencio: La familia y los derechos humanos, págs. 176 y 177.
9) «En el orden económico, social, jurídico y cultural, las familias y las asociaciones familiares deben ver reconocido su propio papel en la planificación y el desarrollo de programas que afectan su vida» – Carta de los derechos de la familia, art 8 b).
10) Muestreo de opinión de cerca de ochenta agentes de pastoral de las localidades de Rafaela, Sunchales, Tostado, Frontera, Zenón Pereyra, Santa Clara de Saguier, Villa Trinidad, Arrufó, La Campesina, Soledad, Roca, Esmeralda, Clucellas. San Antonio
11) Cf. CDHI: Arquitectos-artesanos de la paz: signos para un camino nuevo a recorrer (25/12/2022) acerca de la «violencia inter e intra-familiar, el destrato físico, psicológico, verbal en la vida doméstica de todos los días».
12) La Revista literaria dominicense – Periódico Patria, 26 de enero de 1895, Cuba.