“Hasta aquí, todos perdemos. Se debe superar la situación. No hay que repetir las malas experiencias del pasado”, dice Guillermo Tamarit, rector de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (Unnoba) sobre la ya larga pulseada entre el Gobierno y el campo.
“No es posible un sector agropecuario próspero en una sociedad empobrecida, pero tampoco podemos dejar de apoyar a uno de los sectores más dinámicos de la economía argentina. Nuestro país nunca premió a la gente que se dedica a producir”, afirma.
Tamarit es abogado. Nació hace 46 años en La Plata y estudió en la Universidad Nacional de esa ciudad. Su trayectoria profesional combina numerosos cargos desempeñados en la administración pública con su trabajo como docente, profesor titular de Derecho Público y profesor adjunto ordinario de la cátedra de Derecho Político en la Escuela de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Unnoba, creada en 2002, con sedes en Pergamino y en Junín.
Antes de ser rector (período 2007/2011), Tamarit fue vicerrector y secretario académico de esa universidad, cuyo proyecto institucional está fuertemente ligado a la riqueza agropecuaria de la región y a la idea de que la demanda de alimentos de los nuevos actores mundiales, como India y China, va a ser de largo aliento y de que, por lo tanto, habrá que generar condiciones tecnológicas de modernización sostenida para dar respuesta a esos requerimientos.
-El mundo necesita alimentos y energía. ¿Qué capacidad tiene la Argentina para responder a esta demanda?
-Creo que las oportunidades para mejorar están dadas. Hay muchos argentinos trabajando para lograrlo. De 29 millones de hectáreas sembradas en el trienio 2003-2006, la superficie crecería a 37,3 millones de hectáreas hacia el año 2015, lo que implica un aumento del 27 por ciento. La producción total podría pasar de 77,4 a 122 millones de toneladas hacia fines de la segunda década del siglo. En cuanto a la producción de energía, y restringiéndonos a las energías derivadas de la producción agrícola, las posibilidades son enormes, aunque aun hay algunos impedimentos. Los biocombustibles, que abarcan mucho más que el biodiésel, son un mercado enorme. Europa no podrá cumplir para 2020 con la meta de corte de combustibles con 10 por ciento de biocombustibles, porque no pueden producirlos, lo que significa que deberán importarlos. En ese sentido, la Unnoba ha considerado estratégico participar del polo de biocombustibles, que tendrá eje en la ciudad de Junín. No sólo con una planta piloto para el desarrollo de nuevos procesos de producción de biodiésel y su laboratorio de control de calidad, único en el país, sino con el desarrollo de biocombustibles de segunda generación, aún no accesibles en el mercado mundial, por lo que es necesario desarrollarlos ya mismo. Entre estos proyectos se cuenta la producción de naftas sintéticas a partir de biomasa (rastrojos, basura orgánica o bosta derivada de feed lots ).
-¿De qué depende que lo logremos?
-Como lo demuestra la historia, las capacidades de los países no están basadas en sus recursos naturales, sino en sus instituciones, en su dirigencia política, empresarial, sindical y universitaria. Este país tuvo muchas oportunidades, y cada sector debería reflexionar sobre sus actuaciones en el pasado, para no reiterar errores. Debemos promover una comunidad inteligente, que es la base de una gran nación. Los universitarios debemos revisar sin prejuicios muchas de nuestras actuaciones en el pasado. Las hubo muy buenas y de las otras. En tanto universitarios, tenemos nuestros problemas. Por ejemplo, a pesar de que ha aumentado, todavía es muy baja la cantidad de alumnos que eligen carreras estratégicas para el desarrollo del país, como las ingenierías, matemática, biología, genética e informática. Y es un desafío que no se resuelve con simplismos. Es un problema cultural. Otro desafío es cómo la universidad potencia la producción, cómo ayuda a incorporarse a la vida económica activa a los sectores que han sido desplazados y hace docencia para la promoción de una cultura de la cooperación y la planificación participativa, base del desarrollo de las grandes naciones.
-¿Qué se debe esperar del sector privado?
-El sector privado es importante, pero es esencialmente conservador. Difícilmente avances sustanciales de la ciencia provengan del sector privado. Es una consecuencia de la lógica imperante en la actividad privada: hacer negocios, ganar dinero. Es lícito y razonable que así sea. Y es natural la aversión al riesgo. Las universidades deben ayudar a promover el desarrollo, pero no tienen como misión principal hacer negocios ni ganar dinero, sino desarrollar conocimientos en proyectos de riesgo, más allá de los intereses del momento. Es fundamental que la universidad no compita con el sector privado, sino que se complementen y fomenten la transferencia de conocimientos, unos a través de políticas agresivas en materia de patentamiento y otros, produciendo los bienes.
-¿Cómo ve la pulseada entre el Gobierno y el campo?
-Hasta aquí, todos perdemos. Se debe superar la situación. No hay que repetir las malas experiencias del pasado. La oportunidad que se nos presenta como sociedad exige arribar rápidamente a un acuerdo. Debemos entender que no es posible un sector agropecuario próspero en una sociedad empobrecida, pero no podemos dejar de apoyar a uno de los sectores más dinámicos de la economía argentina. Nuestro país nunca premió a los que producen. Debe haber un acuerdo que refleje una mirada amplia. En nuestro caso, la universidad promueve en el noroeste de la provincia de Buenos Aires una nueva cultura, basada en la cooperación, el diálogo, en políticas inclusivas, con fuerte contenido social y bases solidarias.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 4 de junio de 2008.