“Para poder competir mejor en un mundo globalizado, la Argentina todavía debe superar los procesos de desigualdad y descomposición impuestos por la dictadura militar y después por el menemismo.”
El contudente diagnóstico pertenece al antropólogo argentino Néstor García Canclini, una referencia ineludible internacionalmente en temáticas tan diversas, pero tan relacionadas, como las culturas populares, la comunicación, las migraciones y la globalización en las sociedades latinoamericanas.
En una entrevista, sostuvo que en la ciudad de Buenos Aires las crisis de los últimos años se han superado, en parte, gracias al buen nivel de educación que ha tenido históricamente, pero que el desarrollo sociopolítico y la reestructuración del diseño urbano siguen siendo materias pendientes. “La ciudad continúa rezagada en comparación con otras metrópolis latinoamericanas”, afirma.
García Canclini nació en La Plata en 1939. Allí creció y estudió. En 1975 egresó de la Universidad Nacional de La Plata con el título de filósofo. Después se doctoró en la Universidad de París, gracias a una beca del Conicet. Radicado en México, ejerce la docencia en la Universidad Autónoma Metropolitana, donde dirige el programa de estudios sobre cultura.
Con más de una docena de títulos publicados y traducidos a varias lenguas, García Canclini analiza en su último trabajo ( Lectores, espectadores e internautas, Gedisa 2007) los nuevos hábitos culturales y el desafío que plantea esta triple manera de interactuar.
En diálogo desde México con LA NACION, el investigador expuso una actualizadora síntesis de los temas que ocupan a los estudiosos del mundo globalizado.
-¿Qué aspectos, inadvertidos por los ciudadanos de las sociedades globalizadas, son materia de interés para los especialistas en ciencias sociales? ¿Hay nuevas líneas de pensamiento?
-Los estudios sobre la globalización comenzaron hace más de 25 años. De hecho, en el desarrollo de las modas intelectuales, podríamos decir que la globalización vino a sustituir como eje conceptual al posmodernismo. Desde la década pasada, se discute si la globalización se inició con la expansión europea (que implicó, por ejemplo, la conquista de América) o si es un proceso más reciente, de la segunda mitad del siglo XX, derivado de las grandes transformaciones tecnológicas, los satélites y las computadoras, redes verdaderamente globalizadas que han permitido una interdependencia de los países. Me parece más consistente esta segunda línea, que diferencia globalización de internacionalización. En la última década, al estudiarse mejor la complejidad y las contradicciones, ya no se habla de la globalización como de un actor fantasma, sino como de un proceso de interdependencia que reproduce asimetrías y desigualdades del pasado y que genera otras nuevas.
-¿Qué es lo que se ha globalizado?
-El mercado financiero, los procesos de producción y competencia, las comunicaciones y la política, mediante la transferencia de las instancias de decisión a organismos internacionales, foros mundializados y redes de poder más misteriosas. Hay una globalización cultural, una tendencia a la estandarización. No una cultura global, que implicaría homogeneización.
-Mencionó la posmodernidad como una base conceptual agotada. ¿Qué etapa transitamos?
-El pensamiento posmoderno, con gran impacto a partir de los años 70 en la filosofía, arquitectura, artes, literatura y otros campos culturales, radicalizó ideas que existían en la modernidad, como el cuestionamiento de las lecturas dogmáticas de la historia, la aceptación de la fragmentación y la diversidad entre las sociedades y dentro de una misma sociedad, etcétera. En parte, el posmodernismo aparece como un modo de elaborar los fracasos de la modernidad y cuestionar tendencias del pensamiento moderno y de los movimientos sociales y políticos de la modernidad que habían generado autoritarismos o formas de pensamiento único. Lo que el pensamiento posmoderno podía aportar en ese sentido ya lo ha dado.
-¿Qué temas preocupan a los pensadores de hoy?
-En América latina, la discusión es cómo reconstruir las sociedades para que sean más modernas, para que superen los procesos de desigualdad y descomposición generados por el modelo neoliberal de crecimiento sin desarrollo -que, en la Argentina, se impuso con la dictadura militar y el menemismo- y para que, a partir de esas condiciones, puedan insertarse más competitivamente en la globalización.
-¿Cuáles son esos procesos de descomposición?
-Uno es la globalización de las redes delictivas que trafican con drogas y armas. Otro son los cambios climáticos, que van a agravar la pobreza y a generar dificultades de supervivencia en varias regiones del planeta. El tercero es la expulsión masiva de inmigrantes y la intensificación de la interculturalidad. El cuarto son las confrontaciones entre el capitalismo occidental y los países islámicos, que tienen repercusiones sociopolíticas, culturales y bélicas.
-¿Qué proyección tienen esos cuatro temas en la Argentina?
-Los cuatro procesos se manifiestan en nuestro país. En la Argentina, hay circulación de drogas y armas, impacto de cambios climáticos y aumento de la emigración e inmigración.
-¿Cómo actúan esas migraciones?
– No son las migraciones que hubo bajo la forma de exilios en períodos de autoritarismo. Las actuales están movidas por la búsqueda de mejores condiciones de vida. Hoy, hay una enorme fluidez en las comunicaciones y los desplazamientos, a tal punto que algunos tienen la impresión de que toda la población está dispuesta a irse. Pero las estadísticas de la ONU muestran que sólo el tres por ciento de la población mundial vive fuera de sus naciones de origen.
-¿Ha sido consultado por sectores políticos para ayudar a comprender y resolver problemas de convivencia?
-Tuve la posibilidad de coordinar, hace dos años, un proyecto de la Unesco con especialistas de la región sobre diversidad cultural en América latina. En cuanto a las políticas necesarias, me parece que lo primero es tomar en cuenta las interdependencias entre las diferentes dimensiones sociales. Una política que sólo se ocupe de los aspectos sintomáticos de las migraciones va a acabar casi siempre en represión y no va a resolver problemas estructurales. En toda América latina no tenemos políticas sistemáticas de gestión de la salida de población. No hay una defensa sólida de los derechos de los migrantes y existen muy pocos programas de repatriación. Hay científicos que salen a hacer sus doctorados al extranjero y no pueden regresar porque no hay trabajo. No hay laboratorios ni bibliotecas apropiadas. En la Argentina, Brasil y México existen pequeños programas para recuperar a los científicos, pero son muy insuficientes.
-¿Cómo ve la ciudad de Buenos Aires en comparación con otros desarrollos urbanos?
-Buenos Aires fue una de las últimas grandes ciudades de América latina que mantenían un crecimiento moderado de población y transformación edilicia. Mantenía un orden y un aspecto más satisfactorios que casi todas las demás capitales latinoamericanas, porque había recibido menos migraciones. La región las había recibido, pero en el entorno suburbano. Ahora vemos mayor interacción entre la zona metropolitana y ese entorno. Hay otros cambios derivados de la especulación inmobiliaria, que ha generado crecimiento arquitectónico con pocas acciones de interés social, sin pensar en las necesidades habitacionales de la mayoría ni en la actualización de los servicios. Una de las manifestaciones de lo que no se ha atendido son las inundaciones, los cortes de luz, la deficiencia en los servicios. Aun con todo esto, si uno la compara con la ciudad de México o con Río de Janeiro, Buenos Aires no ha sufrido de la misma manera los procesos de descomposición de los que hablábamos. El nivel educativo y cultural histórico ha contribuido a la reactivación de los últimos años, aunque el desarrollo sociopolítico y la reestructuración del diseño urbano están rezagados si los comparamos con los de otras ciudades, como Bogotá y Medellín.
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 27 de febrero de 2008.