Por Hugo Borgna
La invitación es promisoria: desde la portada con tan buena predisposición ya tiene un sí.
Es habitual la idea de entender que el libro, además de un contenido atractivo, es un objeto bello de arte en sí mismo. Parece también superar la idea prefijada de que para todo aquello destinado a la lectura reclame severas reglas para las portadas, para considerárselos respetables. El libro ya ganó el derecho de tener, en todas sus partes, la soltura y liviandad que su autor quiera darle.
“Te invitamos a soñar”, de Kuky Carena, presentado en este 2023, más que promesa, es una muy amigable concreción de 234 páginas debido a los detalles con que ha sido diseñado. La presentación en fondo naranja atenuado anuncia un clima compinche. La documentación a través de fotografías acompaña y dice, mediante tantas imágenes elocuentes, de un encuentro persona a persona, amigo a amigo. La sensación de amable espacio compartido acompaña textos adecuados, habitados con simpáticos y coloridos signos gráficos.
Ahora viene la otra cuestión: ¿por qué decir rayuela?
De un modo Cortazariano, elige “el kuky” saltar de un hecho a otro, a veces en una pierna y tantas otras, al razonar sus actos, con las dos. El elemento sorpresivo, al pensar así su libro, se convierte en el modo más eficaz de comunicación de contenidos diversos.
“De pronto me sentí observado, como si alguien me estuviera mirando, y levanté la vista al mismo tiempo que escuché el golpe en la puerta. Sentí una cierta tranquilidad cuando descubrí que era una mujer (…) Estaba casi empapada. De larga cabellera rubia, todavía tenía un cuerpo de escándalo. Por la temperatura y la lluvia, noté ciertos contrastes en su figura. La excitación se marcaba en ese cuerpo.” (de “Tres rostros sin nombres, página 121).
El autor diseñó libre, libérrimo, este libro con independencia entre cada texto. Al modo en que se avanza por una rayuela, llega al final con un campo visual aún más amplio que cuando comenzó la organización de su escritura; percibe que esa libertad carga con fuerte intensidad cada momento: lo hace irrepetible. Sabe que necesita plantear así la continuidad de su vida, con la intensidad en cada acto y la presencia de la valoración del ideal de apoyarse en la capacidad de sentir, y mucho.
Es él y es su exterior jugando juntos a correr, lo que lo motiva; aprecia el punto de partida sabiendo que la culminación está cercana. En ese círculo creativo la obra se siente vital, en cada página y cada hecho, con atrapante intensidad.
Si bien se puede leer desde cualquier hecho y culminar en la parte que prefiera el lector, es aconsejable seguir el modo natural de percibir un libro, siguiendo el orden en que se presenta cada historia y o reflexión y o imagen respectiva. De ese modo igualmente saboreará cada espacio y podrá ubicar fácilmente dónde dejó de leer la última vez, aunque le quedará el deseo, muchas veces, de releer una o más secciones.
No se debe (el autor, con su modo espontáneo, no lo permite) leer “rápidamente” ningún “capítulo”: está asegurada la carga de emoción necesaria para convertir este libro en texto de cabecera.
Déjense llevar, lectores. Kuky imaginó, mientras “ordenaba” los episodios, tenerlos a ustedes frente a él, con la espontaneidad de una fluida conversación entre amigos.
Fuente: https://diariolaopinion.com.ar/