Julio Luis Gómez y el difícil arte de escribir sonetos

Apreciaciones acerca de su libro “Una vida a contramuerte”

Por Liana Friedrich.- Las composiciones poéticas con las que hoy Julio Luis Gómez nos deleita, constituyen el arte poético quizás más acabado y complejo. Sus sonetos son muy personales, donde se mezclan las contingencias del sentimiento, con su amor a la literatura.

Expresa en la primera parte,  “Terrestre paraíso”: “Gozo de plenitud por un momento / que siendo se deshace, pero canta / a contrasol su vida a contramuerte”, a través de sonetos de rima consonante, que en general respetan el formato clásico y la armonía al estilo de Petrarca, pero hay otros que resultan más  vanguardistas, porque aunque ostentan los catorce versos endecasílabos con rima perfecta (o consonante total), no presentan la silueta clásica de dos cuartetos y dos tercetos, quizás con el objeto de sorprender al lector con una mutación en el ritmo, o bien para destacar en el último, la conclusión respecto del planteo inicial: “En el cielo plantado. Eternamente”, en el poema “Junto al lapacho memorioso”, donde también suspende la forma tradicional, para no interrumpir la imagen de carácter místico- panteísta.

La segunda parte, “Voces de la patria”, también está compuesta por versos endecasílabos con formato de soneto, donde J. L. Gómez reitera las variaciones métricas antes apuntadas, pero también su osadía iconoclasta se advierte en la rima, porque por ejemplo, el poema en el que Cabral habla a San Martín, titulado “En las vísperas”, carece totalmente de este recurso sonoro. Pero todo el segundo conjunto de composiciones se aleja de temas mundanos como el amor, para arrojar una visión poética, a la manera de las más destacadas epopeyas, y a fin de  exaltar las virtudes de héroes y heroínas, que contribuyeran con su lucha, a lograr la emancipación de las llamadas “Provincias Unidas del Río de la Plata”, tales como el Brigadier General Estanislao López, Facundo Quiroga, el Coronel Ambrosio Sandes, y las mujeres que secundaron a Francisco Ramírez (“La Delfina y Norberta”), como también “Madame Lynch”, quien acompañó hasta su muerte a Francisco Solano López, salvo los dos últimos sonetos que destacan la figura de Regina Pacini, cantante lírica que “silenció su canto”, para desposar al entonces Presidente Marcelo Torcuato de Alvear.

Y ya en “La gloria vislumbrada”, 3ª y última parte del poemario, Julio L. Gómez, reorienta su visión poética desde la temática propia del mundo terrenal, hacia la dimensión supraterrenal, a la manera de San Juan de la Cruz, es decir, mediante sonetos de carácter trascendente y mistagógico, para gritar, con el corazón enardecido “¡Aparta Satanás tu voz maldita!/ que en segura confianza bendecido/ aguardaré su Luz, eterna cita.” (Poema “En el abismo”).

Todo el conjunto constituye un magnífico ejercicio literario, donde su artífice, el consumado escritor Julio Luis Gómez, hace gala de planteos profundamente humanos,  expuestos con suma maestría (tanto en su contenido, como en su continente poético), para finalmente rematar su desarrollo mediante una reflexión contundente, a manera de conclusión: “Sale al camino tras su paso santo, / al único combate verdadero, / soldado al fin de la Victoria Eterna.” (“En Loyola”).

La autora es profesora y escritora.

Datos biográficos del autor

Julio Luis Gómez nació en Santa Fe, Argentina, en 1949. Ha publicado, en poesía, El tiempo iluminado (1977), Que la nostalgia habite la esperanza (1985), Soñada derrota de la pena (1995), Razón de mí (2006) y Reinos sin olvido (2013). Sus poemas fueron publicados en la antología Ceremonias de la luz (2017). Ha recibido premios y distinciones, es miembro de la Asociación Santafesina de Escritores (ASDE) y de la Fundación Argentina para la Poesía. Es abogado y se desempeñó como juez de familia. 

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