Por Ricardo Miguel Fessia.- Luego de varios lances y enfrentamientos, el 18 de noviembre de 1834, Jujuy proclama su autonomía provincial.
Eran tiempo bravos y de compromiso público. Esta voluntad latente quedó plasmada en un rito. “¿Juráis libre y espontáneamente a Dios Nuestro Señor, por la señal de la Cruz, de sostener y defender con vuestra fortuna y vuestra vida la independencia política de esta ciudad, su territorio y campaña y su separación de la capital de Salta?”.
La respuesta fue a una sola voz: “¡Si juramos!”. De esta forma se proclamó la autonomía provincial.
Nada fue repentino o producto de una reacción espasmódica. Las rencillas entre jujeños y salteños se remontan a los días de su fundación cuando todos estos territorios eran parte del Virreinato de Perú. Hacia el año 1790 las relaciones se tensionaron más aún ya que las autoridades políticas y militares se asentaban en Salta en tanto que en Jujuy estaban las “Cajas reales”, es decir, el tesoro. A poco de crearse el Virreynato del Río de la Plata en 1776 ya los sectores de las fuerzas vivas comenzaron a madurar la idea de una autonomía. Frente a eso los salteños pidieron llevarse el tesoro pero el Virrey del Perú entendió que el mejor lugar era donde estaban ya que era el espacio mejor conectado entre las provincias “abajeñas” y el Alto Perú.
Entre las primeras medidas del gobierno provisorio de la Junta de Mayo, fue solicitar el envío de diputados y los jujeños lo interpretaron como un reconocimiento a sus reclamos y sin hesitación nombraron al religioso Juan Ignacio Gorriti al de pidieron que viaje con urgencia hacia Buenos Aires que se incorporó a la Junta Grande y desde el primer día bregó por el reconocimiento de la autonomía jujeña.
Cuando el funcionamiento de la Asamblea de Tucumán, el reclamo se mantuvo en el mismo tono, pero los salteños operaron para acallar la petición.
Los reclamos, en tono variado continuaron hasta que la Sala Municipal los delegados proclamaron la independencia de Jujuy y designaron al Teniente de Gobernador José María Fascio como gobernador provisorio de la provincia que de inmediato se lo informa a su par salteño, el coronel Pablo Latorre, que lo rechaza, pero el 2 de diciembre de ese año la Legislatura lo reconoce.
Fascio pertenecía a una familia que ostentaba títulos de nobleza y disponía de una sólida fortuna, tanto que era conocido en el ejército español del Alto Perú con el sobrenombre del “Niño de Oro”, por su riqueza, carácter jovial y facciones juveniles.
Es larga su trayectoria, destacándose en las campañas contra el norte argentino y enfrentándose al ejército del General San Martín en el Perú. En la invasión a Jujuy en 1817, al mando del general De la Serna conoce a Trinidad Alvarado y comienza una amistad que con el paso de los años iría profundizándose. En las memorias del general Tomás Iriarte, integrante en ese momento de las tropas invasoras, nos relata que fueron varios los oficiales españoles comprometidos con jóvenes jujeñas cuando ocupan la ciudad por siete meses.
En 1820 integra las tropas del teniente coronel Juan Ramírez Orozco, cuando invaden Salta y Jujuy, oportunidad donde Fascio vuelve a encontrarse con Trinidad. Al regresar al Alto Perú participa de las campañas españolas, hasta ser designado jefe militar de Puno, ciudad que albergaba como prisioneros a numerosos oficiales patriotas. Producido el triunfo de Ayacucho, al huir el gobernador de esta ciudad, queda al mando Fascio que deja en libertad a los prisioneros y entrega la ciudad el General Rudecindo Alvarado, que era hermano de la joven jujeña de la que se había enamorado. Sumándose a las tropas libertarias y se une al ejército dirigido por el Mariscal Sucre donde le reconocen como coronel.
Poco tiempo después, en 1825, ya radicado en San Salvador de Jujuy contrae matrimonio con Trinidad Alvarado, ocupando varios cargos públicos, llegando incluso a ser Alcalde Primer Voto. En 1831 es nombrado teniente gobernador de Jujuy por el gobernador salteño Pablo de la Torre, quien lo destacaba como una persona de prestigio y que no tenía enemigos. Jujuy fue la única ciudad designada por Francisco de Argañaraz y Murgía, que no era capital de una provincia y que bregaba por su Independencia desde 1810.
La mayor preocupación de Fascio era la Puna y la frontera con Bolivia que estaba en pleno proceso de formación como nación, creando milicias departamentales para asegurar la vida de sus habitantes, además de buscar una reactivación de la economía jujeña tan dañada por la Guerra de la Independencia. Los atropellos del coronel de la Torre hacia Jujuy fueron creciendo, hasta el punto de anexar a Salta los departamentos de Santa Victoria, Iruya y San Andrés que formaron parte desde la época del Virreinato de los Curatos de Yavi y Humahuaca respectivamente; no contento con ese avasallamiento, se apodera de los bienes de las capellanías mencionadas, sin que ninguna protesta sirviera para hacer variar tan arbitrarias decisiones. Comienza entonces a pergeñarse, a instancias de Fascio, un nuevo intento en busca de la autonomía. Esta idea avanza hasta el día de la proclamación.
Fascio continúa a cargo de la gobernación, pero debido a diferencias políticas con su cuñado, el coronel Roque Alvarado y «disgustado por las rencillas políticas que impiden el progreso de su provincia por adopción marcha hacia Lima a embarcarse en El Callao rumbo a España. Según la tradición familiar es acompañado por su esposa e hijos, quienes no se atreven a viajar en barco y retornan a Jujuy. Al regresar a España reclamó su grado militar y sueldos adeudados, alegando haberse pasado a los independentistas como oposición a la restauración absolutista en España en 1823, logrando su cometido. Falleció en 1856 ocupando el cargo de alcalde de la ciudad que lo vio nacer, Sanlúcar de Barrameda.
El devenir histórico transcurrió por distintos caminos. Dotada de recursos que por largo tiempo se mantuvieron sin explotar, desde hace unos años muestra un despegue haciendo punta en área complicadas como el turismo y la producción de energía sustentable. Acaba de dictar una nueva constitución, abiertamente del formato de las de cuarta generación que es un ejemplo en el concierto de los otros estados provinciales.
El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.