Este 15 de julio fue el inicio pastoral del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva, con una solemne ceremonia en la Catedral Metropolitana de esta Iglesia local: “¡Jesús camina entre nosotros! Es su mirada cargada de ternura y misericordia”, expresó el prelado en la homilía.
Previo a la celebración de la misa, se efectuó la profesión de fe, el juramento de fidelidad y entrega del palio arzobispal. Estuvo acompañado de los sacerdotes y obispos auxiliares, el cardenal Mario Poli, obispos de las diversas jurisdicciones eclesiales de Argentina, el nuncio apostólico Adamckyk Miroslaw, y la comunidad arquidiocesana; también acompañó el prefecto electo del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández.
Renovación de la esperanza
El arzobispo Jorge García en su inicio pastoral reflexionó sobre el pasaje del evangelio de la sanación del paralítico, en el capítulo 2 de San Marcos. Meditando sobre en la presencia de Dios en medio del pueblo que sana con su misericordia, y da esperanza a quien confía en Él.
“El Señor camina con nosotros y es ésta una hermosa noticia que tenemos para alegrarnos y renovar nuestra esperanza: ¡Jesús camina entre nosotros! Es su mirada cargada de ternura y misericordia, son sus palabras selladas con gestos capaces de sanar corazones heridos y vidas que buscan consuelo y paz, las que convocan a esa multitud a querer estar, ayer, en la casa de Cafarnaúm y hoy en esta, su casa. Con Jesús nace y renace una y otra vez la esperanza”, dijo el arzobispo.
Una Arquidiócesis para todos
Expresó también su deseo de una Iglesia arquidiocesana para todos y sin excluidos, formado una cultura de encuentro: “que hermoso es dejarnos ungir por esta palabra y poder soñar una Iglesia arquidiocesana y una ciudad con lugar para todos, aunque seamos muchos, aunque haya más gente que en aquella casa de Cafarnaúm. Lugar para todos en el corazón, lugar para todos en nuestras comunidades; y también lugar para todos en la ciudad, sin excluidos, forjando la cultura del encuentro frente a la cultura del descarte y la indiferencia”.
Luego mencionado algunos de los problemas que enfrenta la sociedad, y recordando a las más de 16.000 víctimas fatales de la pandemia del Covid en Buenos Aires, recordó que “el evangelio nos regala un canto aún más esperanzador: nadie puede cargar solo al paralítico, nadie tiene sólo las respuestas; es necesario, aprender a encontrarnos y reconocer que somos una comunidad”.
Superar las parálisis de la intolerancia
El arzobispo de Buenos Aires pidiendo la necesaria gracia del Espíritu Santo, invitó a que sea “Él quién puede ayudarnos a curar la parálisis de no poder soñar y trabajar con otros por un país más justo y fraterno; la parálisis de la intolerancia y la descalificación que no nos deja caminar al encuentro del otro, que, aunque piense o sea distinto, merece todo mi respeto y consideración. La parálisis de no darnos cuenta que tantas veces somos paralíticos”, dijo.
También exhortó a cuidarse “de la sutil atracción de las confabulaciones, del aparente regocijo del desprestigio del otro, de la tentación nefasta de hablar y calumniar por detrás; y mucho menos de aquellos que se animan a jugarse la vida y hacer algo por los demás. No seamos, como esos escribas, que descalifican a Jesús, (recordemos que lo acusan de blasfemo) (Mc, 2, 7); no fomentemos la profundización de la grieta, a la que, me escucharán siempre decir que prefiero llamar herida porque duele y sangra en las entrañas del pueblo”.
Los compromisos del nuevo pastor
Finalmente invitó a los miembros de la Arquidiócesis en Buenos Aires a realizar un doble compromiso: “no tengamos miedo a unir nuestras manos para levantar los techos que hoy nos impiden llegar a Jesús. Entre todos, levantemos el techo del ‘no se puede’; levantemos el techo del ‘siempre se hizo así’, el techo de la indiferencia y la resignación…”; y en segundo lugar, pidió seguir caminando de manera sinodal: “de mi parte, al inicio de esta misión, quiero comprometerme a trabajar en equipo”.