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Homenaje en Argentina al cardenal Pironio a diez años de su muerte

Invitan la Acción Católica y la vicepostuladora de su causa.

BUENOS AIRES, domingo, 6 enero 2008 (ZENIT.org).- Con motivo del décimo aniversario del fallecimiento del cardenal Eduardo Francisco Pironio, tendrá lugar una celebración en su memoria en el santuario de Nuestra Señora de Luján, Argentina.

La celebración litúrgica en memoria del cardenal argentino, cuyo proceso de beatificación fue iniciado en 2006, será el 10 de febrero próximo, a las 11.

La Acción Católica Argentina y la vicepostuladora de la causa de beatificación, profesora Beatriz Buzzetti Thomson invitan a este «reconocimiento a tan ilustre figura, modelo de asesor y sacerdote, figura destacada en torno a los pontífices junto a los que le tocó trabajar», informa a Zenit Marta Noce, de la Acción Católica Argentina.

El cardenal Pironio falleció el 5 de febrero de 1998, en el Vaticano. Nació el 3 de diciembre de 1920, en la provincia de Buenos Aires, y tuvo un destacado papel en la historia de la Iglesia del último cuarto del siglo XX.

Fue asesor general de la Acción Católica Argentina, institución a la que mencionó particularmente en su testamento espiritual.

«A él se debe, en buena parte, el éxito de las Jornadas Mundiales de la Juventud, pues fue su organizador desde que el Papa le nombrara presidente del Consejo Pontificio para los Laicos el 8 de abril de 1984», recuerda la invitación a la celebración.

Anteriormente, había sido prefecto para la Congregación de los Institutos de Vida Consagrada. Pablo VI lo creó cardenal el 24 de mayo de 1976, después de haber trabajado durante muchos años en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

El 6 de febrero de 2007, en una concelebración eucarística en memoria del cardenal argentino, el secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, dijo que «fue para muchos creyentes presencia del Señor, transparencia del Evangelio, acción luminosa del Espíritu. Hizo el bien y la bondad, dio fecundidad a su vida».

Añadió que «su presencia estuvo siempre acompañada por una gran cordialidad y sencillez. Suscitaba simpatía y comunión espontánea; transmitía paz y alegría; con la palabra infundía fuerza y esperanza, sobre todo a los jóvenes, de los que era un auténtico amigo».

El cardenal Pironio, al hablar e su vida, no podía separarla de su familia y en especial de su madre, «que fue una mujer sencilla pero de fe profunda».

Y relataba una historia en la que había «algo de milagroso»: «Mis padres eran italianos. Cuando nació el primer hijo, mi madre tan sólo tenía 18 años y se enfermó gravemente. Cuando se recuperó los médicos le dijeron que no podría tener más hijos, pues, de lo contrario, su vida correría un grave riesgo. Al no saber qué hacer, la mamá fue a consultar al obispo auxiliar de La Plata, quien la tranquilizó y celebró una misa pidiendo protección. Más tarde dio a luz a 21 hijos, yo soy el último, y vivió hasta los 82 años».

En uno de sus últimos escritos se revela su más ardiente deseo: «¡Cómo quisiera yo, al final de mi camino de fidelidad que algún joven retomara la antorcha de esperanza que yo estoy a punto de entregar a los que son capaces de decir sí y permanecer fieles! ¡Lo conceda el señor! ¡Nos acompañe María!».

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