Azul (Buenos Aires) (AICA).- “Me preguntan cómo veo a la Argentina de hoy. No soy analista político, ni sindicalista, ni sociólogo… Soy un simple pastor y como discípulo del Señor Jesús, recurro a una de sus parábolas, la de la oveja perdida cuyo pastor sale a buscarla…”
Así comenzó su homilía del domingo 14 de agosto, monseñor Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma y director espiritual del Instituto Secular Cristífero, y agregó como respuesta a la inquisitoria: “Con ojos y corazón de pastor, me imagino a la Argentina de hoy como aquel turista que se perdió en un gran bosque y los pasos que da lo alejan más y más del camino de salida… La veo sin salida, perdida en un bosque de ideologías de diversos signos. Medias “verdades” que se presentan como la verdad absoluta que dan solución a un sector de la sociedad argentina lejos de una globalización solidaria”…
“Hace décadas que la Argentina perdió su rumbo político para vivir en auténtica Democracia. Todos los sectores de la sociedad argentina denuncian corrupción. Hasta he leído quienes afirman que la corrupción actual supera la que haya existido en épocas pasadas… Pero ningún sector social piensa en su posible responsabilidad ciudadana”, afirmó el obisp-.
Monseñor Hesayne dijo que teme que “ni la misma ciudadanía argentina cristiana piensa en su responsabilidad del estado actual de la Argentina. Pienso que es hora que la ciudadanía argentina con fe en Jesucristo y su Evangelio debe recoger el desafío inspirado por el Espíritu de Dios a san Pablo en la primera comunidad cristiana de Roma, para que escuchara el clamor de la sociedad decadente romana exigiendo presencia de los hijos de Dios en esa situación”.
Tras citar al beato papa Pablo VI “La tarea primera e inmediata del laicado es evangelizar el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía”, el obispo emérito concluyó afirmando que ante la situación de la Argentina actual, “el el mensaje social político del Evangelio tiene que salir a la calle…, salir de las semanas sociales…, salir de las cátedras universitarias…, salir de los colegios católicos… El Pueblo de Dios, comunidades cristianas, han de vivir con la consigna que nos dejó Jesús en su Evangelio: ustedes son la sal de la tierra… ustedes son la luz del mundo…”.