El obispo de la diócesis de Rafaela Luis Fernández presidió anoche la misa crismal en la Catedral San Rafael, concelebrada con el presbiterio diocesano. A continuación se comparte la homilía:
Como Diócesis estamos viviendo hoy aquí, en la Iglesia Catedral, el día tan significativo de la misa crismal, en la celebración que como ninguna otra expresa, “la realidad teológica sinodal”, ya que el amor trinitario del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fuente originante de la sinodalidad, nos congrega como Iglesia “viva” con la presencia del laicado, de las religiosas y vírgenes consagradas, de los diáconos permanentes, y desde ya, de un modo particular por “Cristo el ungido”, con los sacerdotes, que participan de la unción del Señor, ministerio sacerdotal, al servicio de todo el pueblo de Dios.
En estos tiempos difíciles de la humanidad, atravesando, Dios lo quiera, los últimos coletazos del covid-19, que nos ha dejado consecuencias grandes de aislamiento, desánimo y ausencia dolorosa con la muerte de seres queridos, siendo un motivo más, como en nuestra patria, una profundización de la crisis social y económica, con falta de trabajo, deterioro serio en la educación, alejamiento de la juventud y de la familia muchas veces tanto de Dios como de los valores culturales, que sostenían con firmeza los avatares y pruebas que conlleva el existir en esta vida.
Tiempos duros los de hoy, ante la locura tremenda de una guerra tan desigual, llevada por la invasión de Rusia a Ucrania, que día tras día nos hace palpar la vergüenza e indignidad humana a que pueden llegar las naciones y los pueblos por causa de líderes que desoyen los gritos de los niños y ancianos, así como el cruel dolor de los inmigrantes que tienen que dejar sus casas y familias por decisiones tan adversas a la concordia, la compasión, a la misericordia y a la verdad del amor de Dios, y una humanidad que quiere vivir en paz y con libertad.
La palabra de Dios recién proclamada, nos interpela a todos como pueblo de Dios, porque su voluntad como lo expresaba la primera lectura el profeta Isaías, nos ha ungido y enviado a “vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos, la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios”.
Reconocemos que la única venganza de Dios, no es al estilo de este mundo, con más muerte, descalificación del enemigo, violencias y atropellos, sino que como nos dijo la escritura recién es: “consolar” a todos, “cambiar”, la ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza”, por eso especialmente los presbíteros son llamados “sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios”, enviados a establecer, una alianza eterna, de Dios con su pueblo.
Todos nosotros, inspirados y llevados por el Espíritu Santo, que queremos vivir esta alianza, de una manera “sinodal”. Los sacerdotes ungidos con óleo sagrado, porque no es nuestra palabra ni la fuerza de nuestro brazo la que obra sino la vida de Dios en nosotros, lo único que nos pide es fidelidad, a “aquél que es, que era y que viene” como nos decía el libro del Apocalipsis, “el primero que resucitó de entre los muertos”.
Decía Jesús, en el evangelio citando al profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción, para llevar la buena noticia a los pobres”, y Jesús termino diciendo: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la escritura”.
Si hermanos sacerdotes y todo el pueblo de Dios, hoy se cumple esta palabra que no es nuestra, sino de Dios obrando en nuestras vidas.
Que con el espíritu sinodal y animados con la vivencia de los 60 años de la Diócesis y las asambleas diocesanas sigamos caminando juntos, todos nos sintamos llamados a participar, respetando tiempos y escuchándonos entre todos, abriéndonos a todas las personas, también de las periferias y a los que piensan distinto, buscando con la oración la unidad y fraternidad humana y como pueblo de Dios anhelemos, entregarnos como Jesús en su Pascua corazón dócil y aceptando humildemente que “el camino sinodal, es el camino que Dios espera de su Iglesia en el tercer milenio”.
Que mejor que desde esta misa crismal, donde está representada toda la diócesis, misa crismal, que da origen a toda la vida sacramental, con la bendición de los óleos que se llevaran a todas la parroquias, llegando a los fieles la vida nueva en cada sacramento que celebramos.
Capaces de ayudar a transformar la vida de los hermanos, sin imponer ni avasallar, con espíritu de discernimiento, en comunión, participación y misión y corresponsablemente todos en la toma de decisiones, cada cual desde su rol en la vida de la Iglesia, fraternalmente y gozosos de ser una Iglesia en salida. Reavivemos la fe, redescubriendo la alegría del servicio, promoviendo la cultura del encuentro, del diálogo, con humildad y paciencia. No tengamos miedo a transitar nuevos caminos y a desprendernos de estructuras caducas, que nos dejan en lo de “siempre lo mismo” y nos privan de la aventura de lanzarnos a una vida nueva, la que nos trae la Pascua.
A la escucha de la oración sacerdotal de Cristo, donde nos dice: “Padre que todos sean uno, como tu Padre estás en mí y yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros para que el mundo crea” (Jn. 1721)
Juntos a la Virgen de Guadalupe y San José Obrero, nuestros patronos nos comprometemos a caminar unidos y animados, como evangelizadores alegres. Amén.