Por Emilio Grande (h.).- El doctor Diego Bernardini brindó el viernes último una conferencia denominada «Nuevo siglo, nueva longevidad» en el Cine Teatro Belgrano colmado de público, organizada por la Universidad Católica de Santiago del Estero Departamento Académico Rafaela y la Asociación Médica del Departamento Castellanos.
“El eje de la charla transcurre por dos focos. El personal sobre cómo la longevidad va a transformar nuestras vidas porque vamos a vivir en términos de promedios y tendremos que hacer el ejercicio de entender cómo agregar vida a esos años. Desde el punto de vista social, la sociedad se está transformando, hay más personas mayores y menos niños, lo que implica un cambio de reglas de juego. Es una gran oportunidad que tenemos porque tiene que ver con el desarrollo social, que estamos viviendo más, enfermandonos menos, muriendo prematuramente menos, pero también son riesgos y desafíos. Hay que saber gestionar esta longevidad y estar preparados”, destacó, en su primera visita a Rafaela, durante una entrevista con este cronista en el Parra Hotel & Suites.
El visitante es médico de familia y kinesiólogo por la Universidad de Buenos Aires. Cuenta con un máster en gerontología y doctor en medicina por la Universidad de Salamanca, España. Además, se ha formado en geriatría, salud pública, educación médica y rehabilitación en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza. Actualmente, es director del Diplomado Internacional en Nueva Longevidad y fundador de la comunidad de aprendizaje La Segunda Mitad.
-En el contexto del cambio de paradigma en Argentina y en el mundo, ¿cómo se están preparando en otras partes ante estos nuevos desafíos?
-No está ocurriendo sólo en la Argentina sino en el mundo, inclusive en Africa, y está pasando de una manera muy acelerada. Hay países que están mucho más avanzados en políticas públicas, desarrollo tecnológico, protección social. La clave está en ver qué están haciendo esos países. Por ejemplo, Uruguay tiene un sistema nacional de cuidados desde el 2016 con una iniciativa de política de Estado hacia los cuidados, pero en nuestro país no existe eso. En Costa Rica también se trabaja con un plan nacional de cuidados. La clave es ver qué se hace en otros lugares, qué nos sirve a nosotros y poder aplicarlo. En un ecosistema como Rafaela, una ciudad de 100.000 habitantes, donde hay un capital humano que se conoce, con distancias prácticamente de caminatas y otorga muchas ventajas, es diferente si lo comparamos con las ciudades de Córdoba, Santa Fe, Rosario y Buenos Aires.
-¿Cómo cambió el promedio de edad en la expectativa de vida?
-Hoy en la Argentina la expectativa de vida es de 78 años para las mujeres y el país del mundo que tiene mayor expectativa de vida es Japón con 88 para las mujeres. Desde hace 100 años la Argentina tenía una alta tasa de alfabetización con personas educadas, si bien la expectativa de vida no ha variado tanto como en otros países claramente cambió. En México, en los últimos 55 años, la expectativa de vida pasó de 57 a 78 años con un gran salto y ocurrió en casi todos los países de la región. Esto trae otro tipo de efectos con personas mayores de 70 años que continúan trabajando o divorciados después de los 60-65 años, siendo fenómenos que tienen que ver con esta nueva longevidad.
-Sobre el aspecto laboral, está en debate si mantener la edad jubilatoria (en Argentina 60 mujeres y 65 varones) o estirarla algunos años más, ¿cuál es la experiencia en otros países?
-Primero hay que poner este tema sobre la mesa porque suele tener costos políticos y pateamos la pelota para adelante; ya se está discutiendo en muchas partes del mundo y se ha modificado en otros lugares. La jubilación es un invento de hace más de 100 años cuando la gente llegaba a vivir más de 60 años, disfrutando de la jubilación pocos años; hoy después de 60 años en Argentina te quedan 25 años en promedio. Hay que plantearlo como un derecho no como una obligación. También por el solo hecho de tener menos hijos y estamos viviendo más, la jubilación se va a transformar en un subsidio del Estado; en Argentina es la mínima, la mayoría vamos a trabajar más que nuestros padres y abuelos, y tendremos que reinventarnos. Por eso, la necesidad e importancia de un aprendizaje continuo a lo largo de la vida.
-Para los que no sigan trabajando después de la jubilación, ¿en qué ocupar el tiempo de la vida?
-Las personas mayores de hoy no se prepararon para esto porque tenían el modelo de sus padres o abuelos que murieron antes. Ellos están viviendo más en término de promedio que sus generaciones pasadas y la longevidad los tomó por sorpresa. En cambio, nosotros nos podemos preparar. Si le preguntas a esas personas mayores que les gusta hacer y sentirse útiles, algunos cuentan cuentos a los chicos en los jardines de infantes, otros a acompañar a personas en el Hospital, juntarse con amigas o aprender un idioma; se necesita que tengan la oportunidad de hacer estas actividades. Nosotros tenemos que prepararnos lo que significa que esa transición del retiro nos va a llegar y llenar de vida ese futuro que nos queda. En mi caso, me la paso hablando con personas mayores que están en la segunda mitad de la vida y adecuándose a estos desafíos que se vienen.
-Los niños y jóvenes que viven sumergidos en la tecnología y las redes sociales, ¿valoran a las personas mayores?
-Los niños que se criaron en familias numerosas donde los abuelos estaban presentes suelen tener mejor predisposición. También en algún momento de la vida todos nos creímos inmortales cuando teníamos 20-25 años. La tarea es enseñar a los chicos que van a tener vidas largas, pero hay que saber vivir, lo que significa tener hábitos de vida saludables; hay países que lo enseñan en la escuela primaria y también la educación sexual a partir de los 11 años. Están en una edad donde son esponjas porque absorben conocimientos y es la forma de empezar a entender este curso de vida, que es más largo y con muchas oportunidades.
-¿Cómo viven psicológicamente las personas mayores cuando sus familias no les dan lugar y terminan en geriátricos?
-Literalmente, para el carajo; hay que decirlo: “al pan, pan y al vino, vino”. La residencia de larga estancia es un recurso que en algún momento puede estar presente y contemplarse en una persona que tenga una dependencia severa como por ejemplo un deterioro cognitivo, donde la familia no da abasto. Tenemos que garantizar que esas instituciones sean de calidad, no solo con personal adecuado, capacitado y respete a la persona mayor, sino que además estén preparadas ediliciamente con temperatura, camas confortables, normas de higiene. Ahí tiene que estar el Estado acreditando como un órgano rector de política pública, sean hogares estatales o del sector privado con más razón porque claramente tiene un objetivo de lucro, que no está mal, pero hay que garantizar lo mismo que en el sector público, donde sean lugares que se respete la dignidad.