Por Víctor Hugo Fux.- Fue mi primer ídolo. Y él lo sabía mejor que nadie por tantas veces que lo mencioné. Quizás, una de las últimas, cuando me acompañó en el agasajo que me ofrecieron en la sala de prensa del autódromo «Ciudad de Rafaela» -testigo de su mayor conquista- por mis 50 años como periodista del diario La Opinión.
Esa noche lo expresé, como tantas otras veces con orgullo. Y a la simple mención de su nombre le sucedió el aplauso más cariñoso del centenar de personas que colmaron el lugar. Con él tuve el privilegio de compartir innumerables momentos de felicidad… y también de los otros. Así era mi relación Jorge Ternengo.
Nunca resulta sencillo estar frente al teclado para despedir a un amigo, porque así también nos considerábamos. En la década del 60, empecé a valorar sus condiciones a la hora de asistir a los espectáculos imborrables que se realizaban en los óvalos del Parque Balneario Municipal y del Club Atlético 9 de Julio, en los que su figura, siempre humilde, se paseaba con un brazo en alto celebrando una victoria en el motociclismo. Tantas acumuló que las estadísticas aseguran que superaron con holgura las 200.
Después, fue el turno del automovilismo. Y en las cuatro ruedas siguió brillando con luz propia. Lo ví ganar en la «Semana de la Velocidad», su primera victoria sobre un auto de la Mecánica Argentina Fórmula 1, en un circuito diseñado en las calles de Villa Carlos Paz. Aquel día, sorprendió a propios y extraños. Pero, como lo hablamos infinidad de veces con el «Nene», lo mejor estaba por venir.
Y un día le llegó una oportunidad, inesperada para muchos, pero no para Oreste Berta, amigo de una infancia que los vio crecer en Rafaela, quien lo convocó para integrar el equipo oficial IKA con los Torino, en una estructura que compartió con Eduardo Copello y Héctor Gradassi, para que el ingenio popular los identifique como la CGT en el Turismo Carretera.
El «Nene» también ganó en la categoría más popular, en las Vueltas de Tres Arroyos y Bahía Blanca, en una temporada 1967 que los productos salidos de las entrañas de la factoría de Santa Isabel arrasaron con la mayoría de las competencias y en cualquier tipo de escenario.
Claro, todavía faltaba un golpe de escena que festejamos todos los rafaelinos, cuando el «Nene», con un auto atendido en la ciudad por la Peña RUEDA, se impuso en las icónicas «500 Millas Argentinas» de 1969, en un año que lo vio consagrarse en la MAF1.
Compitió además en Turismo Mejorado, en Sport Prototipos y en el Club Argentino de Pilotos. En todas las categoría dejó marcada su huella. Pero por sobre todo en su paso por una vida muy intensa, que siempre compartió con quienes lo admiraron y respetaron. Jamás perdió su humildad y desde hoy su presencia en las mesas de café a las que asistió hasta no hace muchos días, ya comenzarán a extrañarse sus anécdotas. Y su humildad, ese atributo que lo hizo aún más grande.
Hasta siempre querido «Nene». Y como nunca dudaste en hacerlo sobre dos o cuatro ruedas… seguí acelerando en el cielo.