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Grietas en la fortaleza oficial

La única columna política de los Kirchner se asienta en la economía desde que los Kirchner existen en la política. Ya han recurrido demasiado a la prueba y el error.Por Joaquín Morales Solá (Buenos Aires)

La economía no se mueve en el sentido correcto y ésa es una mala novedad política para los Kirchner. La inflación no deja de vaciar rápidamente los bolsillos de la sociedad y ahora se le agregaron, encima, los primeros síntomas de desabastecimiento de productos de consumo cotidiano. Tales noticias son pésimas para la política, porque el enorme poder del kirchnerismo no se asienta en presupuestos ideológicos, como suelen proclamar los líderes actuales, sino en la estabilidad de la economía, que es la certeza más elemental que necesita cualquier sociedad.

Inflación. Escasez de algunos productos. Nuevos aumentos de las retenciones a exportaciones agropecuarias, anunciados ayer con la pasión insaciable de un Estado que recauda hasta donde no hay. Una contradicción emerge de esas adversidades colectivas. El Gobierno tiene un sólido nivel de reservas y el superávit fiscal sigue siendo, aun sin la nueva presión impositiva, importante. La economía nacional ha crecido más del ocho por ciento anual en el año último. ¿Qué explica entonces que esté faltando el aceite comestible, algunos lácteos, las naftas, tal vez la carne, entre otros productos de primera necesidad?

Sabe a pretexto el argumento de que ésas son las consecuencias naturales del crecimiento. En tal caso, ningún país en el mundo, ni rico ni emergente podría crecer sin una alta cuota de sufrimiento de gran parte de sus sectores sociales. No es lo que sucede, ni ha sucedido, en las economías manejadas por ideas más modernas, en las que el Estado se reserva sólo una pequeña e imprescindible cuota de intervención, generalmente sólo para garantizar que la competencia exista y sea leal.

El gobierno de los Kirchner innova, en casi todo, sobre las consecuencias, pero no sobre las causas. Ejemplo reciente: anunció que la ley sería más laxa para los adictos a las drogas, pero no dijo una sola palabra sobre cómo combatirá el tráfico. El «paco», un desecho letal de la cocaína, se fabrica en laboratorios del Gran Buenos Aires y de la Capital y se está llevando con ritmo de vértigo la vida de miles de jóvenes.

Algo parecido sucede con la economía. Guillermo Moreno se queda conforme cuando firma un acuerdo incumplible de precios o cuando acomoda, con su especial aritmética, los números del Indec. La inflación, sin embargo, corre paralela y campante. El problema más grave de Moreno no son sus métodos (que ya son graves), sino la inutilidad de ellos.

Néstor Kirchner creyó siempre que la economía necesita de él. Confía con la fe de un carbonero en que sólo su intervención construirá un círculo virtuoso entre la oferta y la demanda. Su esposa acaba de repetir por todos lados que la Argentina está en condiciones de producir alimentos para 500 millones de personas. La realidad es menos bella. La inflación y el embrionario desabastecimiento han desautorizado a los dos.

No podría ser causal que sólo a Venezuela en América latina, otra economía seriamente intervenida, le falte el pollo, el arroz y la leche cuando su Estado nada en océanos de petrodólares. La Argentina y Venezuela padecen crisis de abastecimiento de productos básicos que no sufren las economías más dinámicas de la región.

La conclusión podría resumirse en una sola línea: ninguna economía tolera que el Estado decida hasta el margen de ganancias de las empresas. Pero eso ocurre aquí y en Venezuela. Ya es una idea vieja, aunque actual, que sólo la inversión y la competencia hacen grandes a las economías.

Los empresarios y productores no pueden resistir los empellones de Moreno, pero están en condiciones de hacer una sola cosa en respuesta a la prepotencia: no invertir. Es lo que están haciendo. Se conocen los datos, ciertamente desastrosos, sobre la inversión externa en la Argentina durante el año último. Pero, ¿es sólo la inversión externa? ¿Por qué los empresarios nacionales deberían ser más confiados e ingenuos que los extranjeros? La inversión, de cualquier origen, no está mejorando la oferta, mientras crece la demanda. Desde que el mundo es mundo, esa asimetría entre una mayor demanda y una menor oferta termina en inflación. Es así, guste o no.

Moreno se mete con el precio de la carne. Los ganaderos empiezan a plantar soja donde antes pastaba el ganado. En algún momento, faltará la carne. La Argentina es el único país del mundo que no registró que el precio del petróleo batió ya los peores pronósticos y superó la barrera de los 100 dólares por barril. Moreno hasta amenaza con intervenir las petroleras para congelar los precios de un mundo que ya pasó. Resultado: sólo está habilitado un 20 por ciento de los surtidores de nafta en las estaciones de servicio y en algunas hay cupos de racionamiento. No hay naftas en tales condiciones.

El viernes último, el presidente de la Cámara de la Industria y Comercio de la Carne, Miguel Schiaritti, andaba en la Casa de Gobierno con un brazo entablillado. Schiaritti había denunciado públicamente las intimidaciones de Moreno. Luego se supo que un productor o empresario amigo del Gobierno lo había dejado con el brazo derecho herido en un entrevero de golpes. Las cosas están llegando a un nivel casi insoportable para empresarios y productores. Muchos de ellos se han ido a Uruguay a criar ganado o a plantar soja. Uruguay es chico, pero seguro.

Dicen que Néstor Kirchner comenzó a hablar con Martín Lousteau. El discurso del ministro de Economía, más moderno y moderado que el de Moreno, posiblemente le suene extraño al ex presidente. Kirchner sintió siempre cierta fascinación por Moreno, por ese hombre medio déspota y medio antiguo, malhablado en todo momento. Moreno es la versión cotidiana del viejo Kirchner que sólo les hablaba a los empresarios para retarlos y provocarlos en público.

Alguna dosis de susto debió llegar a Puerto Madero para que Kirchner haya buscado a Lousteau. A pesar de ello, es la Presidenta y no su marido la que tiene que cuidar ahora de la economía. Es su fortaleza política la que está en juego.

La única columna política de los Kirchner se asienta en la economía desde que los Kirchner existen en la política. Ya han recurrido demasiado a la prueba y el error. Han innovado bastante en una disciplina en que la humanidad ha experimentado todas las recetas, las buenas y las malas.

Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 12 de marzo de 2008.

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