El obispo diocesano Luis Fernández presidió anoche la misa de acción de gracias por el inicio del centenario del nacimiento de don Luigi Giussani (15/10/1922), fundador del Movimiento de Comunión y Liberación, en la Catedral San Rafael. También se conmemoran 17º aniversario de su fallecimiento (22/02/2005) y 40º aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación (11/02/1982). A continuación se comparte la homilía pronunciada:
Cien años de su nacimiento. Apasionado por la literatura, por Dios y por los hombres.
Desde su juventud, impacta su corazón la “encarnación del Verbo de Dios”, que Dios haya querido hacerse hombre, haya querido asumir toda la realidad, menos el pecado.
El mundo y la historia se hace presencia de lo Absoluto, es decir de aquello que desde lo que todo se constituye y existe.
Estamos ante alguien que no solo cree en Dios, sino también en toda la realidad que sin ser Dios, ha salido de su sabiduría, de sus manos, donde toda creatura participa de su misericordia, por el solo hecho que es parte desde su inicio y de su destino final.
Al ser un enamorado de Dios, hace de su existencia una vida totalmente volcada al encuentro de Él, y de todas sus manifestaciones, es decir que la “realidad” de cada día no era algo banal, pasajero, e intrascendente, así como tampoco quiso vivir de los extremos de blanco o negro, ni de fanatismos que limitan la existencia, imposibilitando los vínculos, y el encuentro, descubriendo antes que nada la belleza y la verdad que hacen lo esencial de la existencia humana, alejado de la fantasía, del ensimismamiento o aislamiento que empodera y deja un encerramiento que lleva a la tristeza y angustia.
No se movió en la esfera de lo grandioso, ni en populismos mentirosos, así como en intelectualismos o espiritualismos, que sacaran de la realidad.
Don Luigi Giussani fue uno de esos hombres elegidos por Dios para preparar y acompañar el despertar de un nuevo milenio de la historia de la humanidad, un hombre que se dio cuenta que venía un cambio epocal de la historia, como él mismo dice por su humildad, no quiso ser fundador de nada, solo fue una pasión, que se dejó moldear como vasija de barro, por el amor de Dios, para ayudar a mejorar y preparar a este mundo, de tiempos como los que hoy mismo nos tocan vivir.
Quien no se da cuenta de estos tiempos difíciles, no solo con grandes problemas del medio ambiente, donde no siempre el hombre ha cuidado la naturaleza respetándola como realidad también de la creación de Dios, angustias, como las que están ocurriendo en la provincia de Corrientes con tremendos incendios. Cuánto duele al corazón de la humanidad entera, recibir las noticias, de la zona de conflicto entre Rusia y Ucrania, hasta con la posibilidad de desatar una guerra mundial, donde vivamos la realidad más cruel donde los seres humanos, se matan entre sí, denigrando la naturaleza de la imagen más perfecta de la realidad de Dios, que es cada niño, cada mujer, cada hombre, cada anciano.
Qué bien nos hace detenernos hoy ante alguien, que ha ofrecido su vida alertándonos de estos nuevos tiempos, nacido, formado e impactado por el espíritu del Concilio Vaticano II, bajo la influencia de los queridos papas santos como San Juan XXIII, San Pablo VI y su amigo el querido San Juan Pablo II.
Don Giussani fue un creyente, que atento a la realidad, supo ir en búsqueda en especial de la juventud, para prepararlos y llevarlos con la sabiduría que viene de lo alto, a proponer una humanidad nueva; que sin dejar de admirarse por los nuevos descubrimientos, métodos, en las ciencias, en la técnica, en la economía global, en lo virtual, dejó bien en claro que todo eso tiene su fundamento, comienzo y fin, en la realidad absoluta de Dios, y de un Dios que ha amado tanto al mundo que envió a su Hijo Jesucristo para salvarlo y ayudar a que no se pierda, ni se desoriente la humanidad del camino de belleza, de la verdad y de la felicidad o vida plena, a la que estamos llamados.
Don Giussani, antes que en nadie, puso su mirada en lo definitivo, el futuro, la realidad más profunda y plena de nuestra historia, y por eso se puso junto a los jóvenes, a guiarlos, acompañarlos, no dejarlos en la superficialidad, en el consumismo o en los idealismos puramente intelectualistas, en especial del capitalismo salvaje o del marxismo, que terminó idealizando la realidad.
Para él Cristo, muerto y resucitado, fue el fundamento, la sabiduría de Dios, su Palabra hecha carne, es decir el Hijo de Dios que vino a este mundo, enviado por el Padre, para hacernos a todos partícipes de filiación divina.
Hoy que celebramos también la cátedra de San Pedro, que bien nos ha venido la palabra de Dios proclamada: como la primera carta del apóstol San Pedro se ha hecho vida en Don Luigi, ya que él como presbítero de la Iglesia, elegido por Dios, fue no solo un testigo de los sufrimientos de Cristo, ya que tuvo pasión por la realidad, sabiendo ver en ella, cuanto dolor sigue presente en la historia de la humanidad, y Giussiani ha sido testigo, que como Jesús se ha ofrecido, entregado para el bien de la humanidad, hoy la presencia del Movimiento “Comunión y Liberación” sigue ofreciéndose por un mundo de bien y de paz, de verdad y belleza, queriendo como su fundador llevar esperanza, confianza a un mundo desgastado y conflictuado, no condenando ni enfrentando o descalificando, sino dialogando, compartiendo, dando lugar, escuchando sufriendo con los demás, no forzada o hipócritamente figurativa, no pretendiendo dominar o sentirse los iluminados de la historia, sino siendo de corazón ejemplo y servidores de los demás.
Queridas hermanos, demos gracias a Dios por este servidor don Luigi Giussani, que tanto aportó para el crecimiento de la Iglesia, llenado por el Espíritu Santo fundó “Comunión y Liberación”, sin darse cuenta como muchos santos, contribuyendo con su ardor y amor a que el mundo y la historia, no pierdan el rumbo ante un cambio grande de la historia humana. Este pastor, al estilo de Pedro, supo con ternura y firmeza, decir con verdad y belleza que Cristo es el Mesías, el Salvador, pero sobre todo desde la misma realidad de la historia que tenemos que vivir a diario.
Que la Virgen la que llena de confianza y nos envuelve renovando la esperanza, la única capaz de sintetizar toda la realidad humana, nos acompañe en este camino como acompañó a don Luigi Giussani. Amén.