Por Mariano De Vedia.- El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge García Cuerva, llamó a la dirigencia de todo el país a evitar la fragmentación social y el odio, realizar una “autocrítica madura” y no demorar la solución de las urgencias sociales. En la homilía del tedeum celebrado en la Catedral metropolitana, frente al presidente Javier Milei sentado en primera fila, cuestionó “las acciones divorciadas de la ciudadanía de a pie, como los tan comentados autoaumentos de sueldos” y pidió buscar consensos y dejar de “pensar estrategias para que al otro le vaya mal, creyendo que cuanto peor, mejor”.
Y, tras describir un cuadro social preocupante, advirtió sobre las manos manchadas de sangre por el narcotráfico, las manos sucias de la corrupción y la coima, las manos en el bolsillo del egoísmo y la indiferencia”.
Milei llegó al templo mayor de la ciudad tras una caminata que emprendió desde la Casa Rosada, junto a la vicepresidenta Victoria Villarruel y con todos sus ministros, incluido el jefe de Gabinete, Nicolás Posse –cuya continuidad está en duda- y su hermana Karina Milei, de decisiva influencia en el Gobierno. Al retirarse, el Presidente eludió el saludo de Posse.
El jefe de Estado fue recibido en el atrio de la Catedral por el arzobispo y, antes de ubicarse frente al altar por segunda vez desde su asunción, depositó una ofrenda de laureles al pie del mausoleo de José de San Martín, junto con Villarruel y el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri.
Minutos después, con el tedeum en marcha, García Cuerva presentó su mensaje como “un aporte, a la luz de la Palabra de Dios, para la reflexión de todos los actores de la sociedad argentina, convencido de que entre todos construimos la patria, más allá de saber que, luego, puedan ser tomadas frases aisladas para querer alimentar la fragmentación”.
“La gente está haciendo un esfuerzo muy grande, no podemos hacernos los tontos”, dijo el arzobispo porteño. Y, en momentos en que el presidente libertario intenta cristalizar la convocatoria al Pacto de Mayo, advirtió que “no es lo mismo unirse que confabular, fraternizar y forjar la cultura del encuentro que ser cómplices del mal con el solo ánimo de destruir al otro”.
Con el recuerdo de las sucesivas crisis que el país vivió en tiempos recientes, García Cuerva dijo que “el pasado nos enseña que todo lo que amamos se puede destruir en base a la instrumentalización y el odio, ya que priva al cuerpo social de las defensas naturales contra la desintegración y la fragmentación social”.
Estimó que el escenario de confrontación es un “rédito instantáneo para los saqueadores de turno e incapacidad presente para pensarnos como nación”. Y proclamó que “hay pocas cosas que corrompen y socaban más a un pueblo que el hábito de odiar”.
Deudas sociales
Acompañado por sus obispos auxiliares, García Cuerva describió marcadas deudas sociales que esperan respuestas, como la malnutrición en la primera infancia, la falta de escolarización y accesibilidad a los servicios de salud, la situación de “los ancianos y jubilados incapaces de sostenerse diariamente con un mínimo de dignidad”, entre otros “ejemplos impostergables”. Todo, en un contexto en el que las proyecciones sobre la pobreza y la indigencia van en aumento.
“Tenemos que tomarnos en serio las parálisis de nuestro pueblo. Sabemos que hay parálisis que no se pueden procrastinar. Su postergación, en nombre de un futuro prometedor, generarían consecuencias nefastas por irreversibles en la vida de las personas y, por tanto, de toda la sociedad. Un precio muy alto a pagar que no nos podemos permitir”, explicó el arzobispo. Y llamó a cada uno a preguntarse qué estaba haciendo por los que sufren.
“¿Podremos mirarnos y responder esa pregunta sin echar culpas como adolescentes, sino desde la responsabilidad de hacernos cargo incluso si es necesario realizando una autocrítica madura que necesita escuchar nuestro pueblo?”, insistió.
En contraste con los niveles de agresión frecuentes en la vida política y social, también llamó a no construir a partir de la denigración y la manipulación, sino de la solidaridad. “Estamos invitados a probar la fuerza subversiva de la gratitud que no se sustenta en la violencia, ni en el desprestigio del otro”, resumió.
Manos sucias y manchadas de sangre
“Hoy nos ponemos delante de Dios como nación y le pedimos que nos cure, porque parecemos tener las manos paralizadas para el encuentro que construye fraternidad, las manos paralizadas para abrazar a los heridos por la soledad y la tristeza, para ser solidarios con los que menos tienen. Y le pedimos a Dios nos preserve de las manos manchadas de sangre por el narcotráfico, las manos sucias de la corrupción y la coima, las manos en el bolsillo del egoísmo y la indiferencia”, advirtió el arzobispo primado.
García Cuerva recordó que el papa Francisco envió hace unos días un mensaje a los argentinos para pedir “que la grieta se termine, no con silencios y complicidades, sino mirándonos a los ojos, reconociendo errores y erradicando la exclusión”, y que también invitó al mundo a una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica.
Frente a las distintas miradas para la vida y salud de la comunidad, entre las que mencionó las críticas y denuncias, la mención de proyectos y compromisos, acciones y omisiones, el arzobispo afirmó que “siempre serán necesarios el disenso y el debate”.
“Pero en este momento -añadió-, la clave nos la da la propia celebración del tedeum, que es un himno de agradecimiento, que nos invita a reconocer y regenerar nuestra vida como sociedad, desde la gratitud”
Señaló que muchas veces “el agradecimiento puede sonar algo poco práctico o realista, algo inocente o naïf de aquellos que tienen la panza llena y viven abstraídos de la realidad”. Pero recordó que, en su origen, el himno de acción de gracias “fue y es entonado como el canto de liberación de los que vivieron bajo el yugo y la opresión, bajo la miseria y la humillación, sino que también es un canto que ayudó, y ayuda, a mantener viva la certeza de que todas esas situaciones no tienen la última palabra”.
Al concluir su mensaje, monseñor García Cuerva pidió “un compromiso delante de Dios para generar todas las acciones de gobierno y políticas públicas necesarias para que la acción de gracias de hoy no quede encerrada en la Catedral y congelada en este día, sino que continúe en las calles y en la vida de todos los argentinos que se descubren sanados en su dignidad, dignificados en su trabajo, esperanzados en el futuro de sus hijos y nietos, hermanados en la tan ansiada unidad nacional, reconstruyendo la patria, nuestra Argentina que tanto amamos y, a la vez, tanto nos duele”.
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