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Felipe Berríos: el sacerdote jesuita que le dio impulso a la utopía del techo para todos

El mediático religioso chileno fundó e inspiró la ONG Techo, hoy presente en 19 países de la región; desde 2010 continúa su cruzada contra la pobreza en África.Por Carolina Castillo Marín

Por Carolina Castillo Marín.- Todo comenzó en Curanilahue, una comuna a 35 kilómetros de Arauco, en el sur de Chile, donde hoy viven unos 30.000 habitantes, muchos de ellos en campamentos, como son llamadas en ese país las villas miseria. Allí, hace 16 años, jóvenes universitarios y curanilahuinos luchaban hombro a hombro para darles forma a ocho paneles de zinc, el mismo número de tablas, dos cumbreras, un trozo de papel fieltro y seis palos que suponían vigas. Todos querían concretar lo mismo: una mediagua, una construcción de 18 metros cuadrados, una vivienda de emergencia que, en esa primera oportunidad, se adaptaría como capilla.

Era 1997, 21 años desde aquel 31 de julio de 1976 cuando Felipe Berríos, el día de San Ignacio, hizo votos de noviciado a la Compañía de Jesús, cortando con su «polola» en medio de una discusión en la montaña, dejando atrás sus tres años de construcción civil en la Universidad Católica y de haber conseguido que su madre llorara, por un año entero, su decisión de hacerse cura.

Berríos, el religioso chileno que se convertiría en el más mediático de su país, vio en aquella oportunidad cómo los estudiantes universitarios volvieron a sus casas embarrados, cansados y con profundos interrogantes, luego de construir la mediagua en Curanilahue. No relataban algo que les habían contando, sino lo que habían vivido y sufrido. Para ellos, los pobres dejaron de ser «pobres», seres en abstracto, y se convirtieron en individuos con nombre propio y necesidades semejantes.

¿Por qué, entonces, no apoyar esta nueva convivencia que hacía sentir a los universitarios en carne propia la pobreza de los habitantes de Curanilahue? En ese momento, Felipe Berríos tal vez no entendía el cómo, pero tenía claro el qué. «Surgió así la inquietud de que si teníamos los contactos, recursos y la posibilidad de construir una mediagua como capilla junto a quienes vivían hacinados, también podríamos construir, junto con ellos, sus propias viviendas. No sabíamos en qué nos estábamos metiendo, ni nos interesaba hacer cálculos de lo que esto significaría, pero sabíamos que algo bueno estaba por suceder. Ese algo que sucedió fue el nacimiento de Techo.» Así lo cuenta el mismo Berríos en su libro Un Techo para Latinoamérica , publicado en 2010, en el que aborda los orígenes de la organización y cómo fue extendiéndose, con aciertos e incovenientes, por todo el continente. Hoy, Techo está presente en 19 países de la región.

Virgilio Gregorini, director nacional de Regiones de Techo Argentina, coincide. «Felipe es un visionario que abrió un gran espacio de participación ciudadana, de trabajo político no partidario en Latinoamérica. Su propuesta de intervención social en los asentamientos fue simple y clara: vincular de manera horizontal a las dos puntas de la sociedad», cuenta.

El día de su cumpleaños número 56, el pasado 27 de noviembre, empezó la «búsqueda de Berríos». «Felipe, entiendo, no está ubicable tan fácilmente. Dejó Burundi con un impresionante trabajo realizado», comentaba Jorge Riva, «Yoyo», un antiguo voluntario de Techo que trabajó con Berríos cuando era capellán. ¿Cómo podía ser que el fundador e inspirador de esta ONG que movilizó a 530.000 voluntarios de la región para luchar contra la pobreza en colaboración con los pobladores, fuera ilocalizable? Tiempo después, entenderíamos por la oficina de JRS (el servicio para los refugiados de la Compañía de Jesús), que su deseo era salir de toda la sobreexposición pública que había tenido en Chile antes de partir rumbo a África y que ahora prefería vivir con reserva.

LA CAÑA Y NO EL PESCADO

A pesar de sus deseos de invisibilidad, sin embargo, uno de los proyectos que realizó en Burundi trascendió. La obra «impresionante» a la que se refería Riva no es otra que Kibimba, una granja-escuela resultado del cúmulo de horas que Berríos pasó diseñándola al frente de la computadora que le regaló Andrés, su hermano gemelo, y que, pala en mano, junto con 500 locales construyó en un terreno arzobispal.

La construcción la conforman cinco casas seguidas, en las que hay electricidad, agua y salones con tableros. Casas construidas con cemento y no con adobe. Un complejo equivalente a un 7 estrellas en Rutana, una de las provincias más pobres de Burundi. En la frontera con Tanzania, se inauguró en marzo pasado y permitió que por primera vez, niñas y mujeres, casadas, solteras e incluso con niños a cuestas, conocieran lo que se siente comer tres veces al día, usar una ducha, encender la televisión y, sobre todo, abandonar un trabajo de esclavitud.

La granja escuela no es el único proyecto de Berríos en África. Junto al padre Tony Callejas, el sacerdote maltés a cargo de la oficina de JRS en Bujumbura, Burundi, llevaron a cabo en Giterani un proyecto de educación agrícola. La idea se reduce a un simple trueque: la organización le entrega a cada inscripto una cabra a cambio de que éste la cuide en un corral y con su excremento, que sirve de fertilizante, cultive porotos, plátanos, sorgo o arroz, productos que los alimentan y que también se pueden vender.

Esta cadena funciona con una filosofía similar a la de Techo en sus orígenes. Javier Zulueta, director ejecutivo de Techo para Latinoamérica y el Caribe, quien tuvo la oportunidad de trabajar junto a Berríos durante tres años, comentaba: «En su aproximación a las comunidades él siempre busca entregar herramientas para que aquellas puedan alcanzar el desarrollo desde sus propias habilidades. Lucha por entregar la caña y no regalar el pescado».

Berríos trabaja ahora en Masisi en la región de Nord Kivu, en el Congo, que desde abril de 2012 enfrenta una grave crisis provocada por la rebelión de diversos miembros de las fuerzas armadas de la República Democrática del Congo, que ha dejado como resultado un millón de desplazamientos internos. El sacerdote se dedica a enseñarles oficios básicos a jóvenes de los campos de desplazados.

CATOLICISMO DEL SIGLO XXI

El 8 de junio de 2010 la partida de Berríos a la zona de los Grandes Lagos, en África, para trabajar entre Ruanda, Congo y Burundi, sin saber francés ni la lengua local kirundi, dividió a la sociedad chilena. Berríos cree firmemente en que los sacerdotes tienen derecho a opinar y disentir en algunas materias -aún polémicas para la Iglesia- y de hecho siempre ha manifestado sus opiniones públicamente: «La obediencia no nos debe hacer mudos», considera.

Una de sus mayores polémicas tuvo lugar cuando cuestionó la posible designación del obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, como arzobispo de Santiago. «Nombrar a alguien que estuvo ligado a la dictadura sería un retroceso para la unidad del país y una ofensa para muchos chilenos», dijo entonces a los medios de su país.

Pero no ha sido la única polémica en que vio envuelto: también criticó con vehemencia la falta de mano dura para castigar los abusos sexuales dentro de la Iglesia y sus opiniones tolerantes hacia la planificación familiar, la ley de divorcio y otros temas «sensibles» para algunos segmentos de una sociedad todavía conservadora, lo han puesto en el lugar del sacerdote activista.

Al respecto, Cristián Del Campo, el capellán que reemplazó a Berríos al frente de la organización, dice estar de acuerdo: «Comparto mucho de sus posturas. Él interpretó a un mundo que cree en una Iglesia más abierta, algo que atrajo a mucha gente que se sentía lejos de la religión».

Del Campo describe a Berríos como una persona creativa, intuitiva; un comunicador nato, un inspirador. Alguien que cree en la fe como promotora de la justicia y que asume el compromiso a través de la acción, únicamente. Antes de irse, recuerda, dijo que sentía que ya había cumplido un ciclo en Techo para Chile y que no era bueno que las instituciones se identificaran con las personas. Techo tomó sus palabras al pie de la letra y hoy el nombre de Felipe Berríos prácticamente no aparece en la historia de la organización.

Julieta Correa es editora de libros y, desde hace un par de meses, voluntaria de la ONG. «Invitada por alguien y sin muchas ganas, por prejuicios, comprobé que efectivamente se producía un cambio en la vida de las personas al recibir la casa. Quizá no un cambio radical, pero sí de cosas concretas: menos frío, menos inundaciones, menos hacinamiento, y eso vale la pena», cuenta. Como si el tiempo no hubiera pasado, la experiencia de Correa no difiere de la de aquellos primeros jóvenes tras la construcción de la capilla de Curanilahue. El legado de Berríos, autoexiliado en África y lejos de la exposición pública que alguna vez tuvo, persiste.

QUIÉN ES

Nombre y apellido: Felipe Berríos
Edad: 56 años

De Chile a África
Sacerdote jesuita, es el inspirador de la ONG Techo, que nació en Chile y hoy está presente en 19 países. Desde 2010 trabaja en proyectos contra la pobreza en Ruanda, Congo y Burundi.
Alto perfil
De alta exposición mediática en su país, se pronunció públicamente con tolerancia hacia el divorcio y la planificación familiar y a favor de castigos más duros a los abusos sexuales en la Iglesia.

Fuente: suplemento Enfoques, diario La Nación, 3 de febrero de 2013.

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