Por María Inés Adorni.- Era una mañana fría de invierno en el salar mas grande del mundo Uyuni a una altura de más de 4.000 metros ahí nacía Raúl Brinckhaus. Su infancia fue tranquila, pero con problemas económicos porque sus padres no eran de mucho dinero, terminó el primer año de la primaria en Bolivia, cruzo después al Perú y allí terminó la primaria. Por eso, él siempre decía que estudió la primaria en dos países, la secundaria en Chile, siempre de niño quería ser médico, recordaba que cuando estaba en Juliaca había un hospital en donde se asomaba a la ventana y veía como operaban y anhelaba ser cirujano, pero los medios no los tenía. Pasó el tiempo y Raúl terminó siempre trabajando y estudiando, tuvo que viajar solo, salir de su casa a los 14 años y como sus padres no tenían plata él tuvo que ir de Iquique en ves de seguir y tomar el tren, que no le alcanzaba el dinero, viajaba solo y se encontró con una familia que iban hasta Chillán para estudiar la secundaria.
Quedó solo, fue al puerto, preguntó por un barco y se acuerda que tomó uno italiano, la gente que lo veía no le pidieron pasaporte, ni lo examinaron en lo absoluto. A Raúl siempre le gustaba conversar con la gente, en la cocina del barco ayudaba a los cocineros italianos, siempre preguntando, porque el barco iba al puerto de Valparaíso, que está a 200 kilómetros de Santiago; se hizo amigos de unos que viajaban y quedaron de acuerdo que cuando bajaban del puerto de Valparaíso, ellos lo esperaban y lo llevaban a la estación para ir a Santiago.
Ellos eran empleados del ferrocarril, Raúl había lógicamente ahorrado porque el barco era mucho más barato, pudo dormir, comer y disfrutar de todo. Su madre no sabía que él estaba viajando solo, pero cuando llegó a Antofagasta, un puerto allí él le mandó por correo un telegrama; lógicamente su madre se preocupó porque viajaba solo.
Llegó a Valparaíso, el señor Villarroel lo acompañó a embarcarse en el tren y le dijo que para ir a Chillán hay que cambiar de estación; desde esa estación se podría cambiar a Mapocho y de allí a Chillán en donde iría a terminar la secundaria como alumno industrial. Él trabajaba y estudiaba, de esa forma hizo la secundaria. Después cuando tenía 17 años, salía a vender libros y era otra forma de ganarse la vida para poder seguir estudiando. Luego cuando terminó la secundaria, como no podía estudiar medicina, estudió teología y lo mandaron a trabajar en la Iglesia Adventista, en un colegio de Cochabamba donde estuvo 20 meses. Como siempre anhelaba a ser médico, revalidó todas las materias de la secundaria, obtuvo el título de bachiller y entró a estudiar medicina en la Facultad de Cochabamba de San Simón, cuyos profesores eran buenos y entonces le preguntó quién le enseñaba Anatomía, si le parecía bien de ir a Uruguay a estudiar allí. En Montevideo Raúl tenía un compañero que habían terminado juntos el curso de teología, él estaba a cargo de la Iglesia y Raúl le escribió para ir allá.
El traslado de la Facultad de San Simón a Uruguay: en Montevideo trabajó vendiendo libros y estudiando. Hubo muchos incidentes lógicamente muy hermosos que reconoció: el pueblo uruguayo tiene personas muy buenas y nunca lo trataron como extranjero. Cuando estaba estudiando medicina, simplemente le decían que todos tenían que estudiar y pasar de grado; entraron 300, el primer año estudió duro porque la verdad la carrera en Uruguay era muy difícil con un solo examen de Anatomía.
Libros de 3.000 páginas y un solo examen, el práctico era obligatorio; iba de mañana todos los días a estudiar Anatomía, disecando un cadáver. Aprobó primer año, pasó a segundo, se acuerda un incidente con un profesor que era discriminatorio, le preguntó un día estando en clases. ¿Usted dónde estudió?, Raúl le respondió en Chile.
El profesor le dijo allí no saben nada, él estaba de acuerdo porque los estudiantes uruguayos que entraron en la Facultad de Medicina sabían de todo porque el sistema era diferente; acá en la Argentina como en Chile la secundaria era igual.
Pero en el Uruguay la primaria son cuatro años, la secundaria cuatro y premédicas dos; fue discriminado en la facultad y le costó mucho. Por ese profesor que lo discriminó y rindió mal decidió irse a los Estados Unidos con su hermano; hizo todos los trámites para viajar y como el sistema de estudios en Uruguay si uno no aprobaba tenía que aprobar en el próximo año en curso y aprobó todas las materias.
Viajó a Estados Unidos y trabajó en una floricultura, plantando y cultivando flores por 8 meses y regresó con dinero, consiguió una señora adventista que lo ayudó en el estudio, entonces el tercer año solo se dedicó a estudiar porque ya allí comenzaban con los pacientes; siguió estudiando y trabajando en donde se empleó en una tienda inglesa por la tarde y por la mañana iba a la facultad a hacer las prácticas.
Luego estudió en el Sanatorio Adventista de Puiggari; allí conoció a su señora la madre de sus dos hijos que son uruguayos y se fueron a trabajar a Puiggari. En esa época no había caminos, solo se podía entrar en tren cuando llovía. Allí trabajó y aprendió cirugía, luego fue a Uruguay a estudiar neurocirugía y en un año y medio cirugía de urgencia.
Su vida en Rafaela
Durante 10 años trabajó en Puiggari, luego se vino a vivir a Rafaela, puso un aviso en el diario donde el doctor Brinckhaus atiende en bulevar Roca; trabajó dos años y le fue muy bien y lo llamó el doctor Luis María Barreiro para operar por el PAMI, le pagaban muy bien y le sirvió para propaganda de la cirugía. El sanatorio Barreiro y Clínica Parra tenían muchas mutuales y PAMI. El operaba cuando Pachún Barreiro no estaba.
Muchos pacientes le agradecen hasta el día de hoy por ser una gran persona y médico. Por el fruto de su trabajo, a los dos años trabajando en Rafaela compró la casa en donde vive actualmente, poco a poco y siempre trabajando. Su señora lo acompañaba como médica, la madre de sus hijos uruguayos David y Ruth.
En la época de los militares trabajó y ganaba muy bien: compró otra casa y entre los dos un campo de 100 hectáreas en Lehmann. Su señora se enfermó de cáncer de colon y fue operada.
En la época de Alfonsín la situación ya cambió porque le quitaron la atención del PAMI por prestación. Dejó de atender. Fue delegado y vocal en el Colegio de Médicos de Santa Fe por 8 años. Se creó la Mutual Médica y él era síndico. Luego por incidentes se cerró. Se jubiló, al principio era buena la jubilación, pero ahora es una miseria.
El salía por emergencias a la madrugada a cualquier hora porque no existían servicios de emergencia; antes el médico ayudaba y servía a la gente, ahora respondió que no. Porque uno pide turnos y te dan a los 10 días y los sábados y domingos no pueden ir a consultar a su médico, comenta Raúl. No hay más médicos que atiendan.
Lo importante que recalcó que en medicina el médico uruguayo era en su persona y a ellos le enseñaban que el médico tiene que salir con el diagnóstico en su consultorio el 90%.
Él ayudaba a la gente. Por ejemplo, contó un episodio en el barrio Amancay de una persona que estaba con un ataque neurótico, la Policía fue a buscar a Raúl para que ayudara a esa persona, también estaba un sacerdote porque parecía una persona poseída, pero cuando llegó Raúl lo sacó a fuera a todos, dejó a su madre en la habitación, esa persona estaba muy sacada en donde Raúl le pegó un sopapo y le colocó una inyección en donde la durmió. Raúl estuvo en un hospital psiquiátrico también haciendo prácticas. Las urgencias no se cobraban.
Una vida de servicio
Raúl tiene como lema, que en la vida hay que servir, dar, ser siempre amante de la gente, uno tiene que servir. Otra cosa importante fue que en 1993 le pidieron que fuera presidente del Club Ferro, cargo que ejerció durante dos años: fue una experiencia muy linda donde viajaba y fueron ascendidos a la primera liguista. Ferro este año es campeón del torneo Absoluto.
En el período que Raúl era presidente de los “bichitos colorados” de Ferro, en 1993 vinieron a competir de Chile, Brasil, Paraguay; fue el más grande evento infantil que se vivió en Rafaela, todo muy bien organizado. Por eso, Raúl dice que es “ferrocarrilero”.
Él nació en Bolivia, no tiene la nacionalidad boliviana porque no existía el Registro Civil y sus padres no lo anotaron en la Iglesia. Entonces cuando cumplió 21 años sacó el pasaporte argentino con documentación.
Joaquín y Lucas siempre están ayudándolo y haciéndoles compañía. Este 25 de octubre cumple sus 90 años, su lema siempre fue ayudar, servir, dar y esa es la realidad.
Le gusta leer, estar con la gente querida, sus amigos. Lo conocí cuando más necesitaba un padre en esta vida, por mas que mis padres biológicos están vivos ellos me dieron la espalda como hija siempre. Me crió mi abuela paterna gracias a Dios, donde me formó en valores que se los inculqué a mis hijos. Además, tomé de mi padre su enseñanza en el trabajo duro para obtener lo que tengo en lo material. Dios me puso en mi camino a Raúl y soy su hija de corazón al igual que María Josefina “Porota” Chianalino, que fue mi madre de corazón; la conocí en el grupo de oración en Catedral, ella está en el cielo, pero me dio fortaleza espiritual.
Raúl me enseña mucha fortaleza espiritual como hija en esta vida, que es el mayor ejemplo que un padre puede dar a sus hijos. Estamos en esta vida para servir al prójimo, es allí en donde encontramos la felicidad. Amar a Dios y a nuestros hermanos por sobre todas las cosas.
Soy de una familia muy materialista y fría. Dios me sacó de allí y me dio un corazón puro como lo tiene Raúl, dar amor a los demás y ayudar. La frase que siempre me repite: “nosotros somos el arquitecto de nuestro destino”.
Esta pequeña biografía es para tenerlo en cuenta como un ejemplo de ciudadano rafaelino que nos enorgullece por sus tareas al prójimo siempre en dar, pero él recibe a cambio mucho amor de sus pares, amigos, familia, hijos, nietos y yo su hija de corazón. ¡Feliz cumpleaños y que cumplas muchos más…!
Restaurando nuestra alma………sembrando semillas de fe.
La autora es rafaelina, artista plástica y restauradora.