Con la derrota judicial que sufrió ayer la Argentina en La Haya, la posibilidad de una salida negociada al conflicto con Uruguay por las papeleras quedó varios pasos más lejos: en la primera línea de gobierno consideraban anoche muy probable que Néstor Kirchner termine su período presidencial, en 2007, sin una solución.
Ese fue el impacto del fallo casi unánime de los jueces del tribunal. Al rechazar de plano el pedido argentino para que se paralizaran las obras de las dos fábricas frente a la costa entrerriana, congeló las expectativas de una conciliación política entre Kirchner y Tabaré Vázquez, que se encontrarán la semana próxima en Córdoba.
“Es el momento menos propicio para negociar”, afirmaba anoche un ministro argentino. Kirchner no se sentará a discutir semejante cuestión con un interlocutor envalentonado por lo que el mundo leyó como una victoria.
La urgencia de la Casa Rosada pasa ahora por contener a los vecinos de Gualeguaychú, a quienes el fallo sumió en una amargura que podría derivar en el regreso a las rutas fronterizas. Sería la peor noticia para la estrategia argentina.
Kirchner eligió el silencio público y tomó dos medidas rápidas. Mandó a Entre Ríos a la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti; hubo ruegos telefónicos al obispo Jorge Lozano, y mandó que se invitara a los líderes de la protesta a una reunión con el canciller y el jefe de Gabinete.
La otra decisión fue acatar el fallo sin quejas y comunicar qué aspectos pueden leerse como positivos.
El canciller Jorge Taiana destacó que los jueces admiten la responsabilidad uruguaya sobre las obras y que podrían ordenar medidas (tan graves como desmantelar las plantas) si en el correr del proceso la Argentina aportara pruebas de contaminación efectiva en el río Uruguay. Además, la Corte expresó su intención de dictar la sentencia de fondo antes de que empiecen a operar las fábricas. Podría haber una solución a fines de 2007 y no dentro de 10 años, como se especuló cuando la Argentina radicó la demanda.
Picolotti trató de calmar a los asambleístas con esa explicación. Sonó a poco. En realidad, el Gobierno siempre pensó en la denuncia ante La Haya como una herramienta para contener la furia de los entrerrianos mientras buscaba sacar del pantano las negociaciones. En el camino, Kirchner sobreactuó la dureza con actos públicos y palabras ácidas hacia Vázquez.
Sin antecedentes para sostener la ilusión, nadie en el oficialismo hubiera apostado a que el tribunal fuese a conceder la medida cautelar para frenar las obras. Kirchner aceptó exponerse a un fracaso internacional.
Pero hasta anteayer en la Cancillería y en la Casa Rosada se esperanzaban con una suerte de “empate técnico” que encauzara el diálogo. Por ejemplo, que los jueces hubieran negado la medida cautelar, pero con la orden de elaborar un nuevo estudio de impacto ambiental. O, tal vez, un fallo dividido. Incluso el gobierno uruguayo creía útil un final salomónico.
Nada de eso. La decisión fue unánime (salvo por el juez argentino designado por el Gobierno) y estableció que no hay riesgo inminente de contaminación. Un golpe de lleno al principal reclamo argentino: que Botnia detenga las obras hasta que se completen los estudios de contaminación.
Kirchner apura un plan que aporte a la calma en Gualeguaychú. No será fácil pelear contra el desencanto. Un primer paso: la gestión abierta con la española ENCE para reubicar su fábrica y atenuar así el peligro de contaminación. La empresa ya postergó la construcción hasta diciembre.
El obstáculo insalvable es que el Gobierno insiste en que Botnia haga lo mismo para elaborar un estudio de impacto ambiental independiente. Uruguay ofrece un monitoreo conjunto y, ahora con respaldo de La Haya, descarta presionar a los inversores.
Vázquez envió señales de distensión. Días atrás, en Venezuela, los dos presidentes se abrazaron en público. El jueves, en Córdoba, se verán otra vez. Hasta anoche, en el Gobierno sólo trabajaban en la idea de normalizar la relación con Uruguay, pero con el conflicto por las papeleras lo más aislado posible. Por un tiempo largo.
Martín Rodríguez Yebra
Fuente: diario La Nación, Buenos Aires, 14 de julio de 2006.