¿Existe el “pintoresquismo” en las letras rafaelinas?

“Personajes, anécdotas y recuerdos”, de Oscar Ovidio Pautasso versus “El carnaval cambia de barrio”, de Edgardo Peretti.

Por Liana Friedrich.- En relación con otras corrientes artísticas del siglo XIX (dentro del movimiento romántico), el pintoresquismo como ideal artístico consiste en la sublimación e idealización de la sencillez, la pureza y la autenticidad de la vida rural o ciudadana y de sus modos tradicionales de vida, cuya perpetuación se ha visto afectada por la irrupción de la modernidad, por lo cual el escritor contempla con nostalgia los paisajes naturales y las escenas de la vida cotidiana. Por ello realizan narraciones plenas de emoción, que incluyen abundantes descripciones a través de la palabra escrita y utilizan el discurso pintoresco como homenaje a personajes o lugares conocidos… pero otras veces, como recurso para ironizar acerca de aspectos actuales de nuestra realidad.  

La fascinación por mundos exóticos o fantásticos derivada en relatos disruptivos, más bien propios del realismo mágico o de la ficción científica, hace que muchos autores vuelvan la mirada a lo simple, lo cotidiano, libre de ripios narratológicos. 

El costumbrismo presta especial atención al retrato de las costumbres típicas de un país o región.   En el texto de Oscar Pautasso, estas costumbres ocupan un papel principal, ya que es un recurso que el autor utiliza para llevar a cabo la narración del relato, cuento, anécdota… Noé Jitrik aclara que el costumbrismo “no se interesa por las convenciones empleadas para atenuar la desaparición de lo real, no quiere ser verosímil, pretende ser verdadero, pero siempre a través de una manera de juzgar, de una óptica personal.” (Jitrik 1971). Con este aporte, podemos también entender que el texto de Edgardo Peretti tiene que ver con alguna intención del autor, es decir, que muestra aspectos de lo real, pero con su toque personal, a veces jocoso, quizás para criticar o manifestar cómo él ve a esa realidad (o ironizar acerca de ella). Es decir que los acontecimientos costumbristas exteriorizan la necesidad del narrador de incorporar en su discurso datos que colaboren a la interpretación por parte del lector, para que éste se sitúe en el contexto témporo- espacial correcto: lo que hace el autor, desde lo narrativo, es situar el escenario en el que se desarrollan las acciones. 

En una entrevista realizada al renombrado poeta colombiano, Juan Manuel Roca, éste sostenía que los lectores reclaman el pintoresquismo. Y el escritor jujeño, Héctor Tizón, afirma que nuestra riqueza es la diversidad de identidades, mientras que los pueblos permanecen fieles a sí mismos. Por eso, deberíamos aprender a aceptar nuestra idiosincrasia tal como es.

A través de la literatura, gracias a la memoria colectiva, perviven nombres y momentos cruciales, posibles en un presente más vívido que cronológico, más reales por la intención literaria de subrayarlos, antes de que desaparezcan barridos por la pátina oscura del tiempo… Pero a veces, no alcanza lo que vemos o sentimos, pues en medio de los holocaustos de sociedades distópicas, necesitamos recurrir al pintoresquismo justamente como necesidad popular de afirmar nuestra identidad.

En medio de un “baby-boom”, donde aparece una pléyade de jóvenes, que transitan directamente desde la escritura a la publicación, sin experiencia de vida ni trayectoria literaria alguna, porque las editoriales están ávidas por publicar obras, aunque éstas sean de dudosa calidad (salvo contadas excepciones). Sucede que hoy se sacraliza más a las pantallas que a los libros, por su facilismo repentista.

Entonces, estos escritores avezados, sin exotismos, sin lujo verbal, sin necesidad de recurrir a lo raro o al artificio, libres de todo ripio que denote cierto barroquismo modernista, recurren al pintoresquismo urbano, que acerca a la literatura nuevamente hacia el regionalismo.

Mientras el libro de Pautasso presenta un tono más bien elegíaco o nostálgico, el de Peretti es de carácter satírico, en aquellas situaciones sociales que resultan jocosas.

Siguiendo con las diferencias, mientras la obra de Oscar Pautasso se halla estructurada en capítulos diferentes y agrupadas como el título del volumen lo indica “Personajes, anécdotas y recuerdos”, el libro de Edgardo Peretti, aunque permite que cada capítulo pueda ser leído separadamente, en su conjunto se construye como una novela de intriga, donde las aventuras de dos extraños personajes, arribados a la ciudad misteriosamente, revisten todos los rasgos característicos de “pícaros” versión siglo XX, porque aunque no son los astutos antihéroes del Siglo de Oro español, también conllevan como objetivo criticar la degradación de valores éticos y poner de relieve la hipocresía arraigada en las apariencias. Como sus lejanos antecesores, proceden a través del engaño la estafa, pero desde una visión irrisoria, pero con el fin último de realzar la honra por contraparte.

Pero dejando de lado el diseño estructural y el tono dominante en cada uno de los libros, consideremos ahora las similitudes. Realmente sorprende la habilidad memorística tan frondosa, que inspira a cada narrador a identificar puntillosamente lugares, circunstancias y protagonistas, con todo detalle. Sin embargo, en el caso de Peretti, algunos aparecen “maquillados”. Como estrategia para despistar al lector, aunque un “leyente” avieso, logra descubrir de quién se trata o dónde transcurre la anécdota. A veces, en sus libros, Peretti se vale de Notas aclaratorias (en anexo final), que nos permiten deducir de qué barrio se trata, por ejemplo, además de agregarle visos de verosimilitud al relato. También hay fechas y apodos indiciales muy claros, para ubicar personajes y acontecimientos en tiempo y espacio.

En cuanto a Pautasso, tal como reza el título del libro, vemos desfilar desde héoes de la vida cotidiana hasta personajes del paisaje familiar y urbano. En cuanto a la ubicación témporo-espacial, las circunstancias ocurren en el campo o en la ciudad, ya sea en lugares plenos de luz, como en otros “non sanctos”, de los cuales otrora resultaba tabú hablar…

Oscar Pautasso afirma: “A veces, los cuentos no sólo forman parte de la invención, de sueños o cosas alejadas de la realidad. Mi relato tiene mucho de cercana verdad, de momentos vividos como ejemplos imborrables que esta vida nos tiene preparados a la vuelta de cualquier esquina.”  Es bueno recordar tan nítidamente, por ejemplo, al verdulero que en mi infancia pasaba por el barrio… ¡Era una delicia contemplar cajones repletos de frutas fragantes y verduras frescas!

Recuerdo que los corsos antaño se llevaban a cabo alrededor de la Avenida principal, con un despliegue de esplendor, brillo y elegancia… Pero quizás la diferencia no radique en el barrio, sino en la pérdida de valores sociales, éticos y morales. Porque todo ha cambiado con el transcurso del tiempo… ¿para mejor? ¿o para peor? Hubo sí, grandes avances tecnológicos, pero lamentablemente, en cuanto a costumbres y principios, no ocurrió lo mismo. Por eso el título de la obra Edgardo Peretti: “El carnaval cambia de barrio”, constituye una verdadera metáfora.

La autora es profesora y escritora.

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