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Estudiantes de la Plata fue un perseguido político

El 18 de junio de 1952 irrumpe en las instalaciones del Club un grupo de personas al grito de “¿dónde están los libros?”. Era el delegado platense de la CGT Luis Felipe Suárez con otros dirigentes. Se dirigieron hacia donde estaban apilados 2.000 ejemplares de “La razón de mi vida” de Eva Perón.

Por Ricardo Miguel Fessia.- En la nueva ciudad, donde todo estaba por hacerse, un grupo de jóvenes estudiantes secundarios y universitarios que no encontraban espacio para practicar deportes, decidieron hacer historia y crear su propio lugar. Se reunieron en horas de la noche del 4 de agosto de 1905 una veintena de ellos en el local de la zapatería Nueva York, en Avenida 7 entre 57 y 58, y firmaron el acta de fundación.

El primer presidente fue Miguel Gutiérrez, que hizo uso de algunos contactos lo logró un aporte de $200 con el que se compraron las primeras elementos para la práctica deportiva. La camiseta fue roja y blanca a bastones desde el comienzo, en homenaje a Alumni.  El primer campo de juego utilizado por Estudiantes se encontraba entre las calles 19 y 51, donde debutó como local frente a Nacional Juniors de Buenos Aires, con una victoria por 2-0; aunque tuvo que esperar hasta 1906 para debutar oficialmente en la Asociación Argentina de Fútbol, con un triunfo 11-0 frente a Racing.

Hacia fines de 1906 comenzó el sueño aún vigente de 1 y 57. El gobierno provincial cedió las tierras del viejo velódromo del Bosque a través de la gestión de Nazario Robert, funcionario municipal y Presidente del club. El estadio fue inaugurado el 25 de diciembre de 1907.

Estudiantes fue campeón del torneo de Cuarta en 1908, en 1911 ascendió a la élite del fútbol argentino y en 1913 se coronó por primera vez campeón nacional.

Los comienzos de la era profesional del fútbol argentino tuvieron a Estudiantes en los primeros planos a nivel nacional. Fue la época de «los profesores», la delantera más temida y admirada de aquel momento. De memoria, como a cualquier pincharrata le saldría: Lauri, Scopelli, Zozaya, Ferreira y Guaita. En el año 1931 el equipo culminó en la 3° posición y convirtió nada menos que 104 goles, aunque no fue campeón debido a algunos fallos arbitrales que lo privaron del título. Algunos de sus integrantes lograron récords: Zozaya marcó el primer gol en la era profesional, Guaita anotó el primer penal y el arquero Scandone contuvo el primer remate desde los doce pasos. Además, el ADN pincharrata se hizo presente en la Selección Argentina, ya que Manuel «Nolo» Ferreira fue capitán durante el Mundial de Uruguay en 1930.

La época más gloriosa en la historia de Estudiantes está marcada por dos revoluciones: la revolución futbolística y la social, ambas teniendo a Mariano Mangano como punto de partida. El 2 de enero de 1960 tomó las riendas del club para conducirlo en un contexto cuanto menos preocupante: economía en rojo, pobres campañas futbolísticas y una institución sin un rumbo fijo.

La revolución futbolística de la época se dio de la mano de Osvaldo Zubeldía que cambió el paradigma de entrenamiento reinante: trabajos a doble y triple turno, concentraciones maratónicas, alimentación, vestimenta. Además introdujo la marcación hombre a hombre, la jugada del offside e ideó jugadas de pelota parada con gran resultado, entre tantas otras cosas. 

En los años 68, 69 y 70, y realizó una de las gestas más grandes en la historia del club y del fútbol argentino: salir campeón Intercontinental al ganarle al Manchester United, nada menos que en el mítico Old Trafford. Además, ganó la Copa Interamericana frente al Toluca en 1969.

El 18 de junio de 1952, en un cierto clima de tensión desde unos días antes, irrumpe en las instalaciones del Club Estudiantes, un grupo de personas al grito de “¿dónde están los libros?”. Era el delegado platense de la Confederación General del Trabajo (CGT), Luis Felipe Suárez, junto a otros miembros de la central obrera. Junto a ellos y sin emitir palabras, había un fotógrafo. De inmediato se dirigieron hacia donde estaban apilados aquellos libros en cuestión. Los ejemplares de “La razón de mi vida” de Eva Perón.

Había dos mil ejemplares, que presuntamente la provincia le había entregado a Estudiantes con el objetivo de que el club los distribuyera entre socios y entidades sociales de la ciudad. Suárez comprobó lo que le había informado secretamente un empleado del club. Era esa prueba, esa foto, la que necesitaba para pedirles la renuncia al presidente César Ferri y a todos los miembros de la comisión directiva. Tras la visita a la sede, el dirigente sindical Suárez actuó con todo el poder de convocatoria y presión que su cargo en la CGT le permitía: decretó un paro total en La Plata de todos los gremios afiliados y convocó a una manifestación en la Plaza San Martín, recordada por sus duros discursos. Luis Felipe Suárez fue el primero en hablar ante la gente, enardeciéndola aún más. Entre los oradores se destacó el diputado peronista Rojas Durquet quien expresó que “no tenemos nada en contra de Estudiantes, sino de los dirigentes. Los trabajadores repudiamos públicamente a los once tarados mentales que estaban ocultando la voluntad de un pueblo”. Pocas horas después, los principales directivos de Estudiantes se presentaron en la sede de la CGT y le explicaron a Suárez y su gente que como no se habían puesto de acuerdo sobre el destino de los libros los tenían archivados. Suárez, con el inmenso poder político que tenía en ese momento, les dijo que debían renunciar igual “porque nadie podía asumir la responsabilidad por la actitud que tomaría la multitud con el club”.

Así lo hizo la comisión directiva de Estudiantes, tratando de anticiparse a una venganza política, el mismo día que Suárez irrumpió en la sede y descubrió esos libros emblemáticos archivados. Sin embargo, el gesto de buena voluntad no les alcanzó a los directivos y al día siguiente, los diputados Héctor Cámpora (luego presidente de la Nación), Asquía y Alonso presentaron un proyecto en el que declararon que “la maniobra tendiente a sustraer de la circulación el libro La Razón de mi Vida, consagrado ya como el libro de la hora de los pueblos, merece la más enérgica condenación de los representantes del pueblo.

El gobierno bonaerense decidió imponer su poder y con la firma del gobernador Carlos Vicente Aloé dispuso la intervención del club Estudiantes de La Plata, explicándose en la fundamentación que “la actitud asumida por la comisión directiva importa no sólo un agravio profundo a la personalidad histórica de la señora Eva Perón, ejemplo de sacrificio, abnegación y amor por los humildes, sino al mismo tiempo una ofensa inferida a la dignidad de todo el pueblo… Si todo ello no fuera suficiente para aconsejar la intervención, es un índice suficiente la apresurada renuncia de todos los miembros de la CD, que en este momento ha quedado acéfala».

El 23 de junio llegó la intervención y fue puesto en funciones Mario Sbuscio. Con la dirigencia propia alejada del trabajo diario, los futbolistas quedaron a la intemperie. Al momento del drástico cambio de autoridades, la deuda con el plantel abarcaba cinco meses de sueldo. Allí, los problemas institucionales y políticos se trasladaron a la vidriera principal, el equipo de fútbol. Junto a Mario Sbuscio asumieron Rafael Oteriño, José Amerise, Guillermo Tettamanti, Juan Longo y Horacio Gismondi, todos afiliados al Partido Peronista. Pocos días después del fallecimiento de Eva Perón, la Legislatura bonaerense sancionó la ley que cambió el nombre de la ciudad de La Plata por Eva Perón. A partir de ese momento, el equipo pincharrata fue Estudiantes de Eva Perón.

Las cuestiones económicas con el plantel no se solucionaron y los futbolistas decidieron ir a la huelga por falta de pago. Los titulares jugaron por última vez el 2 de noviembre, cayendo sobre la hora ante Racing, en Avellaneda. Los responsables de la intervención decidieron suspenderlos por 90 días, haciendo uso de la reglamentación de la época pero olvidando que había una abultada deuda con cada futbolista.

Estudiantes afrontó los últimos seis partidos con un equipo formado por elementos de tercera y cuarta división. Apenas pudo ganar dos encuentros y perdió los cuatro restantes. Los jóvenes debutaron ante Platense y cayeron por 3-2 en La Plata, mientras que los jugadores titulares se presentaron en el estadio y repartieron volantes a los hinchas de Estudiantes explicando la situación y el origen de la suspensión. La cuestión trascendió a la ciudad y tomó estado público en la prensa nacional.

Finalmente, los jugadores y la intervención llegaron a un acuerdo gracias a la mediación de Valentín Suárez, el presidente de la AFA. Con el apoyo de Futbolistas Argentinos Agremiados y de su secretario general Llamil Simes, se depositaron 120 mil pesos en la AFA y se solucionó el inconveniente principal que era la deuda con el plantel, pero con un grave perjuicio hacia el club.

Los seudo dirigentes vendieron a la mayoría de los futbolistas por cifras irrisorias. Por ejemplo, el arquero Gabriel Ogando, los goleadores Infante y Pelegrina y el insider Giosa fueron comprados por Huracán en un millón de pesos, con el agravante que tanto Infante como Ogando eran titulares en la selección argentina. Con el argumento de una deuda que tenía el club y para “sanear las finanzas”, la intervención continuó liquidando el plantel, cediendo otros tres futbolistas a Independiente (Violini, Ferretti y Bouché), uno a Ferro (Pirone) y otro a Banfield (Lorenzo). Estudiantes quedó seriamente comprometido para el torneo de 1953 porque dejó de tener figuras de nivel nacional, se nutrió de jugadores juveniles y apenas retuvo a Garcerón y Antonio, dos buenos elementos que no podían, por sí solos, hacer olvidar a sus compañeros transferidos.

Atlanta fue el equipo que descendió en 1952 al hacer una pésima campaña, al punto que recién pudo ganar su primer partido en la vigésimo segunda fecha al vencer por 6-4 al poderoso Independiente, haciendo revivir aquel partido largamente sospechado de 1940 cuando triunfó por idéntico resultado ante el mismo rival.

En el torneo de 1953, Estudiantes arrancó muy mal, ya que perdió los cinco primeros partidos y recién pudo capturar su primer punto al igualar con Platense en la séptima jornada. El cuadro de La Plata apenas supo seis unidades al término de la primera rueda y una serie de éxitos resonantes ante Independiente, Huracán y Boca, además de una sospechosa goleada a Chacarita por 6-1 en San Martín en la última jornada, no pudieron evitar el descenso a Primera B.

El encuentro disputado el 22 de noviembre fue arbitrado por el inglés Wilbraham y Estudiantes necesitaba un resultado muy amplio para superar en el goal average a Newell’s Old Boys. En la jornada final, River superó por 2-1 a los rojinegros y se consagró bicampeón, mientras que Estudiantes arrancó perdiendo pero enseguida lo dio vuelta y con tres goles de Caram finalizó la primera etapa ganando 3-1. En el segundo tiempo, explica Pablo Ramírez en su Historia del Profesionalismo “se asistió de tal modo a un espectáculo muy común en muchas de las jornadas finales de los diferentes campeonatos, en que se facilitaba el triunfo de un cuadro amenazado por el descenso. Como si beneficiando a unos no se perjudicaba a otros. Estudiantes ganó 6-1 contando con la complicidad del rival, que paradójicamente tenía hasta antes de ese partido la valla menos vencida del certamen. Pero el triunfo, logrado de un modo tan cuestionable, no logró impedir el descenso del equipo estudiantil.”

En la crónica del partido que elaboró el diario La Nación se puede leer que “cuando a los treinta segundos Chacarita abrió la cuenta, no era cosa, sin duda, para pensar que el equipo iba a ganar por 180 goles, pero tampoco era cosa de imaginar que perdería por 6 a 1. Sus partidarios no quisieron convencerse de la superioridad de Estudiantes y el guardavalla Díaz quiso saltar la alambrada para rechazar los cargos de que era objeto…”

Pero Estudiantes descendió y estalló la indignación en La Plata contra los dirigentes que trabajaron para la intervención. Un trabajo paciente del directivo Juan Pascale, rector de la Universidad Nacional de La Plata originó la confección de una sola lista encabezada por Raúl Caro Betelú, miembro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El cuadro de La Plata (en aquel momento llamada Eva Perón) se dispuso a afrontar su primera intervención en el ascenso y para ello contrató a Mario Fortunato, un experimentado entrenador con muchas relaciones políticas, arbitrales y deportivas, quizás demasiadas. Fortunato había sido sancionado en los años cuarenta por participar en un caso de soborno y tenía varios antecedentes similares. El cuadro pincharrata fue favorecido en varios encuentros por desempeños cuestionables de los jueces y ganó el torneo con tres puntos de ventaja sobre Argentinos Juniors y Colón de Santa Fe.

Cuando faltaban siete jornadas, Estudiantes marchaba cuarto, a cinco puntos de Colón, pero la súbita pérdida de partidos de los santafesinos y de sus escoltas Atlanta y Unión más una racha seguida de triunfos, le permitió al cuadro de La Plata ganar el campeonato. Siempre que jugó de local, Estudiantes contó con la presencia del gobernador Carlos Vicente Aloé, el mismo que dos años antes había decretado la intervención del club por los dos mil libros archivados. Las necesidades políticas, estaba muy claro, eran totalmente diferentes.

El autor es rafaelino, radicado en la ciudad de Santa Fe. Abogado, profesor titular ordinario en la UNL, funcionario judicial, ensayista.

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