Por Eduardo Reina.- La palabra «quilombo» viene del kimbundú (una lengua africana) y si bien significaba originalmente «comunidad», llegó hasta el castellano desde el portugués brasileño donde denominaba comunidades de refugio de esclavos escapados y de ahí llegó al castellano de la Argentina y Uruguay donde primero denominó a los prostíbulos más baratos (por tener prostitutas de origen africano) para acabar denominando al descontrol y la pelea que se generaba en esos locales.
Sergio Massa y otros dirigentes luego de él dicen que “Martín cometió un error” pero ¿Cuál es el error de Insaurralde? ¿La corrupción o la ostentación de esta? Estas preguntas que normalmente no tendrían lugar, caben en en el escenario actual porque el descontrol es total. Esto se nota en un desgobierno de los oficialismos que pierden. Todo empieza a perfilarse como el «sálvese quien pueda» del cambio de gobierno, mientras Massa finge demencia y se muestra tranquilo como el cambio de un gobierno cuyo desastre económico gobierna. Si no hay cambios, esto se encamina ya no a la crisis política o económica sino a la consolidación de una crisis moral. En criollo, esto es un quilombo.
El caso Insaurralde recupera bastante de este sentido original del quilombo en el Río de la Plata porque, si se me permite lo vulgar para ser más específico, es un burdel desordenado y de la peor estofa. La política que siempre es un poco un desorden y un tema naturalmente controversial porque es la arena donde se resuelven los conflictos y las tensiones, en la actualidad argentina degeneró directamente en el quilombo que implica además de en desorden de la liberación de las bajas pasiones, la crisis moral absoluta de un ambiente degradado por la falta total de recursos.
En este contexto en que la política empieza a estar a la deriva y a desbordarse en el “sálvese quien pueda”, declinan aún más los valores éticos y morales que experimenta nuestra sociedad. Como consecuencia de este desbande amoral aumenta la corrupción en el gobierno y, tal vez a causa de esto, en las instituciones privadas. Esta corrupción es propiciada por el clima de impunidad que se nota en el absoluto descuido en fingir al menos un poco de transparencia.
Esta sensación de que pueden hacer cualquier cosa y la respuesta es encogerse de hombros y hacer como si no supieran nada del asunto, erosiona la confianza de la población en sus dirigentes y en la esperanza de al menos conseguir un poco de justicia. La decadencia social en la que esto deviene, produce un abandono de la solidaridad, del sentido de comunidad que repercute en la falta de fe en la educación y en la consecuente ausencia de cultura cívica. Esto es parte del aumento de la desigualdad que ya no es solamente económica, sino que con esta la discriminación que alimenta la brecha entre ricos y pobres.
Así encontramos que de pronto los dirigentes empiezan a recordar sobre el caso Insaurralde, como en el caso de Anibal Fernandez, que nunca lo quisieron y que no lo habrían puesto nunca como cabeza de lista en 2013 porque desde entonces y siempre le causó vergüenza; pobre el ministro que habrá tenido que lidiar con su conciencia durante 10 años para acallar semejante escándalo. Todas las declaraciones refuerzan el desconocimiento y algunas pocas se atreven a decir que ellos siempre estuvieron en contra aunque alguien que nunca tiene nombre, no les dejaba evitar las atrocidades.
Alberto Fernández opinó como quien dice desde el llano de la mesa del café «La corrupción es algo absolutamente intolerable«. Durante la presentación de la Mesa Nacional de Integridad y Transparencia aseguró esto y luego se apura a despegarse de todo caso posible de corrupción. Sostuvo que él, como muchos funcionarios «se van a su casi igual que cuando llegaron, ninguno más enriquecido».
Casi como si le importara solamente poder quedar él en paz con la justicia y desmarcarse del entramado de corrupción del que, en tanto presidente, forma parte. Se apura a decir que él y otros no enriquecieron a sus familias, ni son amigos de empresarios ni le entregaron obras a amigos porque lo único que le interesa es su imagen personal y no solucionar en algo los problemas de corrupción.
Alberto sigue en esta línea a quien decidió ponerlo en ese cargo que ahora tanto le pesa. Cristina Kirchner sostuvo en una entrevista con el diario El País de España: «En mi Gobierno hubo hechos de corrupción, es innegable» pero también agregó internado aislarlos y, sobre todo desmarcarse que los ex funcionarios acusados debían responder por lo ocurrido.
Resulta tan innegable el asunto, que no les queda más que contenerlo para que no llegue a ellos. De las 60 causas de corrupción, le basta decir a él, como a otros que se regodean en su supuesta honestidad, que él no sabía, no formaba parte, que él no tiene dinero malhabido. En la presidencia de Néstor se abrieron seis causas, en el primer mandato de Cristina fueron 18 y en el segundo, 28. En 2016 se iniciaron ocho casos más y hubo 25 ex funcionarios investigados.
La disparidad entre políticos ricos y comunidades empobrecidas es un problema que se observa en la Argentina y provoca descontento y desconfianza en la política y en el sistema. Esta disparidad se traduce en hechos de corrupción propiamente dichos en que la riqueza de los políticos no se puede explicar, la malversación de fondos públicos resulta evidente y el soborno es la única explicación para algunos devaneos de las decisiones de algunos políticos.
Pero también significa un desigual acceso a recursos en oportunidades que no están disponibles para la población en general. Estas oportunidades sobre todo significan la posibilidad de hacer negocios privados de amigos mediante los cuales se enriquecen. Esta disparidad entre políticos ricos y comunidades empobrecidas es un tema ético importante y no una simple “moralina” como a veces acusan los adalides de la real politik. Esta diferencia afecta a la larga o a la corta a la sociedad porque mina la confianza de la población en sus líderes y en el sistema político en su conjunto.
Lo bueno de todo esto es que la crisis moral no es irreversible y que la sociedad puede tomar medidas para abordar estos problemas y restaurar los valores éticos y morales que logren un compromiso con la comunidad y eviten que se vote desde la bronca o el facilismo sino que se privilegie la conciencia ciudadana y el futuro del país.
Si la corrupción es una enfermedad, la transparencia es una parte medular de su tratamiento.” (Kofi Annan)
Fuente: https://www.perfil.com/