Por Emilio Grande (h.).- Este fin de semana se celebró el Domingo de Ramos en el mundo católico con distintas celebraciones litúrgicas. En nuestra ciudad, la ceremonia principal fue presidida por el obispo diocesano Pedro Torres y concelebrada por Alejandro Mugna y Alexis Cardo (párroco y vicario de San Rafael) en la plaza 25 de Mayo frente al monumento a San Martín y luego se realizó la procesión hasta la Catedral, ante una multitud de fieles.
“Esta Semana Santa tiene un sabor especial porque estamos en el año del Jubileo de la Esperanza, para tomar conciencia que somos peregrinos en esta vida hacia la patria del cielo, pero no caminamos solos sino con y cómo Jesús, aprendiendo de él que es camino, verdad y vida; él es nuestra esperanza, nos ha regalado el amor que no defrauda. Este peregrinar hacia el templo evoca el peregrinar de Jesús a Jerusalén”, expresó Torres en la primera parte de la ceremonia después de la bendición de ramos.
Y agregó: “Les comparto tres invitaciones. Jesús sabía que en Jerusalén iba a dar la vida, lo anunció; nos invita a afrontar lo que nos toca, no huir, abrazar la realidad y la cruz que no tiene la última palabra. Hacer que nuestras decisiones sean firmes, cuántas veces postergamos y posponemos para mañana hacer las cosas; afrontar la verdad en sus límites y sus heridas porque la verdad nos hace libres”.
“La segunda invitación es que Jesús entra a Jerusalén, pero manda a dos a preparar; no caminemos ni afrontemos solos, caminar juntos, nadie se salva y va al cielo solo. Tenemos que ser familia, que implica el servicio, el perdón, la comprensión, el cariño, el valorar el don del otro como un regalo de Dios para mí, perdonar los límites del otro. La tercera invitación es que si no cantamos nosotros van a cantar las piedras; renovemos la capacidad de alabar, celebrar, agradecer. Mientras se bendecían los ramos cantamos Hosanna, que significa viva, pero tiene que salir del alma; Jesús entrá no solo a Jerusalén sino a la familia, a la vida, al mundo social. Jesús es el único que salva”.

Luego fue la procesión por la plaza hasta el templo mayor de la diócesis de Rafaela, donde se celebró la ceremonia con el foco en la Pasión del Señor, según el extenso relato del evangelio de san Lucas (22,7-23,56), para seguir masticando durante la semana más importante del año en clave cristiana.
“Cómo estamos, la palabra estar resuena profundamente porque hay muchas maneras de estar. En la preparación de este año, en la Diócesis pedíamos una gracia: aprender a escuchar amando, pero hay que seguir en ese camino, en el proceso de caminar juntos es bueno aprender a escuchar con el corazón el corazón de los demás. Este año pedimos la gracia de aprender a estar amando”, destacó el Obispo en la homilía.
“Cuántas veces -continuó- hay quejas porque no estamos; esta casa no es un hotel le dice la madre al adolescente, estaba enfermo y no me visitaste, estaba con hambre y no te diste cuenta, estaba llorando y no lo advertiste. ¿Cómo aprender a estar amando? Estar sabiendo que Jesús sigue sufriendo en mis hermanos, aprendiendo de la historia de la salvación que es mi historia”.
En otra parte dijo que “estaban discutiendo sobre cuestiones de poder; a veces no hace falta el poder político, el poder de un hermano mayor, del que tiene la campana, del que cocina porque decide qué vamos a comer. Estaban discutiendo sobre quién era el más grande y Jesús le dice así no, se entrega hasta la muerte y la evocación de la eucaristía”.
Sobre los diversos modos de estar, Torres puso algunos ejemplos del evangelio: “está Pedro cobardemente, no se anima a confesar a Jesús; Judas traicionando hasta nuestras propias convicciones; el Sumo Sacerdote con actitudes juzgando a los demás, imponiendo nuestro parecer, esquemas y prejuicios; Pilato que cuida su imagen y se lavó las manos, cuántas veces estamos cuidando la imagen; Herodes que está en lo suyo con sus intereses y aprovechó para hacer las preguntas a Jesús; José de Arimatea que pone sus bienes, se compromete y era del Sanedrín; Simón de Cirene que va de paso y se queda, no se queja, acompaña, sostiene y se asocia cargando la cruz de Jesús; el buen ladrón que está arrepentido pidiendo ayuda, y el mal ladrón burlándome; el gentío llorando como las mujeres, sufriendo con Jesús; podemos estar viendo como el centurión con los ojos de la fe y ver más allá de las apariencias”.
Más adelante, el titular de la Diócesis remarcó que “Jesús es el único que puede salvarnos de esa mirada del poder que nos esclaviza y nos amarga. Cuántas veces las luchas de poder en nuestra patria han oscurecido la maravilla de lo que Dios nos regala; el poder es para servir y ayudar, no para servirse. Estamos llamados a dejar que el evangelio empape toda nuestra vida, nuestros bienes, nuestra escala de valores, nuestros afectos, nuestra familia. Pasa en la vida familiar cuando competimos en vez de compartir, cuando criticamos en vez de alegrarnos por el bien del otro”.
Finalmente, “la Semana Santa es una semana para rezar, aprender a estar, preguntar cómo estamos en la vida. A veces podemos estar físicamente y nuestro corazón está lejos, enojado o ausente. Pidamos la gracia de estar amando, sirviendo, peregrinando con sentido hacia el reino. Jesús es nuestra esperanza, alegría y es el único que tiene palabras de vida eterna”.