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«Están quebrando la convivencia social», dice José Miguens

El sociólogo opina que en la Argentina "se cavan trincheras por todos lados".Por Carmen María Ramos

El sociólogo José Enrique Miguens no puede disimular su indignación. “Están quebrando la convivencia social”, dice. “Una sociedad se destruye cuando se empiezan a cavar trincheras por todos lados y eso es lo que estamos viendo los argentinos con estos ataques, odios y persecuciones de cada día”, se lamenta.

Desde su departamento de un piso 25, en Retiro, el destacado intelectual – participó de los estudios pioneros de la sociología en la Argentina junto con Gino Germani– mira por la ventana. El día es soleado y el aire es tan diáfano que se percibe la silueta de la costa uruguaya. En el medio se interponen decenas de torres, ninguna de las cuales existía cuando Miguens se mudó a ese edificio apenas terminado de construir, hace ya cincuenta años.

Ese puesto de observador privilegiado le permitió seguir todos los cambios físicos y las transformaciones visibles de la gran ciudad, así como desde su disciplina de estudio se ha dedicado a observar, a lo largo del último medio siglo, las mutaciones, no siempre tan claramente perceptibles, de una ciudadanía que todavía dirime con enormes sobresaltos su destino democrático.

Doctor en Derecho y Ciencias Sociales (UBA), con estudios de posgrado en Sociología en la Universidad de Harvard -donde fue discípulo de Talcott Parsons, uno de los maestros de la sociología moderna-, Miguens fue fundador y director del Departamento de Sociología de la Universidad Católica Argentina, profesor titular de Sociología de las Universidades Nacionales de Buenos Aires, La Plata, Rosario y Luján, y profesor invitado de las universidades norteamericanas de North Carolina, Notre Dame y Connecticut.

Ha publicado más de treinta trabajos científicos y quince libros de su especialidad, entre ellos «Política sin pueblo: Platón y la conspiración antidemocrática»; «Desafío a la política neoliberal: comunitarismo y democracia en Aristóteles» y «Democracia práctica: para una ciudadanía con sentido común».

Su larga trayectoria universitaria y sus libros revelan una vida dedicada a la docencia y una vocación apasionada por desentrañar la madeja en la que se entrelazan muchos de nuestros conflictos. Miguens destaca el momento presente como especialmente complejo, y advierte que vivir en democracia no es solamente votar. «Democracia es diálogo, es respeto mutuo, es rotación en los cargos», dice.

«Por suerte, en Misiones hay un obispo, seguido por otros religiosos y por laicos, que están peleando por la democracia y le están demostrando al país cómo defenderse para no caer en la dictadura de las reelecciones indefinidas», se entusiasma.

-Los conflictos que se plantean entre el poder político y el religioso son, justamente, tema de un próximo libro suyo

-Así es. Con el profesor Roberto Bosca, publicaremos un libro que se llama Estado y religiones: enfrentamiento o diálogo . Las religiones aportan muchas cosas, por lo pronto una defensa de la convivencia, de la solidaridad. Defienden a la sociedad de caer en la desintegración y el caos, una de las grandes amenazas de la vida moderna. También luchan contra las injusticias sociales.

-¿Apoya la participación del obispo Piña y de otros miembros de la Iglesia en los comicios de Misiones?

-Hay un principio básico, que comparten todas las religiones, que es el de no meterse en lo mundanal, en lo político entendido en el sentido chico de la palabra. Pero cuando hay una realidad manchada de injusticia social, de pobreza, de corrupción, las religiones alzan su voz y esto ha sido siempre así, en todos lados. En Misiones están haciendo eso. Se está defendiendo al país de caer en las dictaduras. Hay un obispo, seguido por laicos, que están peleando por eso. Y no es una cuestión política, es defender los valores básicos de la convivencia. Los hermanos judíos también están apoyando esta postura.

-¿Por qué se enoja Kirchner?

-El Presidente ha sacado toda su artillería verbal, sin miramiento. Yo diría que se siente amenazado por esta decisión de poner un «parate» a las aspiraciones hegemónicas. Entonces dice: «Están haciendo política». Pero no es así, lo que están haciendo allí es defender valores muy superiores a los de la política. Un ejemplo que figura en nuestro libro es parecido. A los tres meses de la llegada de Hitler al poder, los obispos alemanes empezaron con los sermones de advertencia sobre lo que estaba ocurriendo en Alemania. Entre 1933 y 1945 hubo decenas de pastorales de obispos alemanes protestando por las atrocidades. Por supuesto que muchos de ellos terminaron presos en campos de concentración, o fusilados. Y algo similar pasó también con muchos pastores protestantes. Mientras tanto, los nazis decían: «Hacen política»

-¿Se ha enrarecido la convivencia de los argentinos?

-Yo siento que, en este momento, somos una sociedad autodestructiva. Parece que acá los gobiernos creen que la sociedad se sostiene sola, sin percibir que la desintegración y el caos son peligros siempre latentes. Serruchan las bases que sostienen a la sociedad con leyes que atacan a la familia, con una falta de convicción acerca de la importancia de fortalecer la educación formal y no formal, y de acortar las enormes brechas educativas. Y luego lo que ya dijimos de la religión. Las religiones colaboran con mensajes de paz y solidaridad y se las está atacando. Eso es gravísimo.

-Lo que usted señala, ¿se daría por acción o por omisión?

-Yo creo que no es a propósito: no se dan cuenta. Son como aprendices de brujo. Ellos creen que van a cambiar la sociedad, pero las sociedades no se pueden cambiar así, cavando trincheras por todos lados. Ataques, odios, persecuciones. No comprenden que una sociedad no puede funcionar sin convivencia social, sin amistad, sin afecto. Todo eso desapareció y lo que hoy vemos son grupos enfrentados, mirándose hostilmente.

-Dentro de este panorama, ¿cómo analiza lo ocurrido en San Vicente?

-No se puede tratar este hecho aisladamente, como si fuera un caso único. Es uno más de la creciente ocurrencia de hechos de violencia en nuestra sociedad. Yo también creo que las cosas no suceden por casualidad, pero no en el sentido voluntarista y conspirativo que le dio a esta frase el presidente de la Nación. Cuando los hechos de violencia son tantos y tan repetidos -fútbol, boliches, escuelas, hospitales, cortes de ruta, incendios de comisarías, incendios de trenes y de vías férreas- se trata de erupciones o emergentes sociales que por algo se repiten en todo el país.

Cuando una sociedad como la nuestra padece una situación, impuesta políticamente, de injusticia, decisiones arbitrarias, prepotencias, falta de ecuanimidad en los premios y castigos, desaparece el técnicamente llamado «control social» y surge la violencia descontrolada. La experiencia enseña a todos que, aquí y ahora, gana el que pega más fuerte, el que tiene mejores contactos con los gobernantes, el que puede ejercer mayor violencia para hacer oír sus reclamos o defender sus posiciones, y no el que tiene razón.

-¿El tono de los discursos excita esa violencia?

-El Presidente y sus equipos políticos la vienen predicando, y el enfrentamiento, la culpabilización de sus adversarios, la excitación de la iracundia, para llevar a la población hacia los objetivos políticos que ellos encaran. No se dan cuenta de que la violencia social es incremental y funciona ciegamente. Como en la leyenda del aprendiz de brujo, han desatado irresponsablemente fuerzas terribles, difíciles de controlar. Como nos alecciona el sabio refrán español: «El que siembra vientos, cosecha tempestades».

-Por ahora, la personalidad confrontativa de Kirchner parecería que le ha aportado ventajas electorales

-En algunas encuestas ese tipo de actitudes le miden bien, pero yo creo que el odio, la revancha y la venganza, a la larga le van a jugar en contra. Pero lo que más me preocupa es que, con esas actitudes, atenta contra la convivencia democrática.

-¿Qué elementos caracterizan a una sociedad democrática en serio?

-El diálogo es fundamental. La convivencia, enriquecerse cada uno con las ideas del otro, buscar consensos, tratar de achicar diferencias. Siempre habrán divergencias pero se las lima y se sale enriquecido. Sin embargo, parece que hemos perdido el sentido común, nos han envuelto en abstracciones, en ideologías, en tonterías. Al final no entendemos lo que está pasando. Ahora, otro señor en Misiones quiere perpetuarse en el poder. ¡No puede ser! La falta de rotación en los cargos, querer perpetuarse, es otro atentado a la democracia. Aristóteles decía: «Lo único que justifica gobernar a hombres libres e iguales es que cada uno gobierne por turno y, por lo tanto, que haya rotación en los oficios públicos». Cuando los gobernantes se perpetúan, dice Aristóteles, dejan de ser ciudadanos y se vuelven tiranos, y entonces todos nos convertimos en súbditos.

-Algo que ha ocurrido mucho en nuestra región…

-En Paraguay, por ejemplo, Stroessner duró 35 años en el cargo, había elecciones cada dos años y ganaba por 90% de los votos. Pero, ¿alguien puede afirmar que eso era una democracia? Hay que decirlo con todas las letras porque me parece que la gente ha perdido las nociones políticas: el tipo que se perpetúa en un cargo -aunque lo vote la gente- es un dictador. A mí me dicen: «Ah, si la gente lo vota, se tiene que quedar». No señor, eso no es democracia. Se necesita alternancia.

-¿Qué papel le asigna a la clase media en la consolidación del sistema democrático en nuestro país?

-La clase media, en toda sociedad, es un factor equilibrante contra los excesos de los demasiado ricos y los demasiado pobres y sus potenciales enfrentamientos. Eso ha sido así desde Roma hasta hoy. La clase media mantiene una posición amortiguadora de choques y equilibradora y en la Argentina cumplió magníficamente ese papel durante muchas décadas. Entre 1869 y 1960 pasó del 11% al 45% de la población argentina. Es decir, casi la mitad de la población era la clase media y a pesar de los líos, las revoluciones y las crisis políticas que siempre tuvimos, la sociedad se mantuvo equilibrada. Pero eso se fue desdibujando de los años 60 en adelante, con las hiperinflaciones, las pesificaciones, la desocupación y el golpe mortal del corralito. No nos olvidemos que acá llegó a estar más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza. Hoy, según datos del PNUD, nuestro país es uno de los peores de América latina en distribución de la riqueza y es el país que más drásticamente rompió el equilibrio social de los últimos 40 años. Hoy tampoco tiene peso político alguno.

-¿Por qué llegó a ser tan fuerte?

-Primero, porque era muy «metedora». En su mayoría fue de origen inmigratorio. La gente venía con hábitos de trabajo europeos y entonces trabajaba y ahorraba para mandar a sus hijos a la universidad. Venían con valores muy dinámicos y un sentido crítico moral muy grande. En cambio, ahora el nuevo rico acepta cualquier cosa. El prototipo de la clase media, en lo sociológico, fue la indignación moral. Su meta era formar una familia sólida y respetable, mantenerla dignamente. Con su trabajo fue un factor dinamizador de la economía y le indignaban las inmoralidades políticas. Ahora eso se acabó: nos hemos convertido en una sociedad poco dinámica e inestable.

-¿A qué atribuye la pobre calidad, en general, de nuestras dirigencias?

-La gente capaz no quiere meterse y es entendible, porque los partidos políticos los manejan los punteros; entonces, una persona que tiene un gran prestigio y capacidad en determinados temas tiene que subordinarse al puntero que viene con quinientas fichas y lo pasa por encima. Las listas bloqueadas nos impiden tachar nombres que la integren. Cuando yo era chico, existía la ley de tachas y enmiendas, y entonces uno sacaba al que no le gustaba. Ahora hay gente de segunda categoría, que no responde al ciudadano que lo votó sino al jefe del partido o al puntero. Les dan una orden y dicen amén, porque si no, los bajan de las listas. Esto no es democracia: es partidocracia. En el país no hay lugar para los independientes, porque si alguno de ellos, hipotéticamente, ganara, ¿cómo hace después para gobernar?

-¿Ve posibilidades de cambio?

-Es complicado, porque la clase política se abroquela en la defensa de sus privilegios. Me parece que va a ser una lucha muy dura.

Por Carmen María Ramos

Fuente: diario La Nación, Buienos Aires, 21 de octubre de 2006.

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