Por Luciana Mazzei.- Según la RAE, la definición de crisis es “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados.” Para los orientales la crisis no representa un peligro, sino una oportunidad para el cambio y el crecimiento.
Tomando ambas posturas me voy a detener en algunos puntos:
Proceso. Un proceso es una sucesión de hechos, acciones, pasos, concatenados y con un objetivo planteado, un logro o meta a la que se quiere llegar.
Cambio profundo. Esa meta, logro u objetivo se plantea como un cambio importante en una situación, relación, estado.
Oportunidad. Como lo viven en oriente, oportunidad para la mejora, y si lo unimos a la definición de la RAE, una mejora profunda y con consecuencias importantes.
Las personas somos seres biográficos e históricos. Esto significa que no es estático, en la medida en que va creciendo escribe su historia en un tiempo y lugar. Por ello, la crisis está presente casi en lo cotidiano de nuestra vida. Cada día tomamos decisiones que pueden generar una crisis. Los cambios de década, cuando cumplimos años, también. El paso de un ciclo vital a otro, como pasar de la niñez a la adolescencia, de ser trabajador a estar jubilado, provocan movimientos internos que generan crisis personales.
Bien vividos, estos momentos, nos llevan a ser mejores personas, con nuevos proyectos, sueños y deseos. Son momentos de balance personal sobre lo logrado y lo deseado.
Como también somos relacionales, somos con otros, es inevitable que las crisis también atraviesen nuestras relaciones y, en particular, las relaciones de pareja. Una mudanza, un cambio de trabajo, la muerte de un ser querido o el nacimiento de un hijo, entre otras causas pueden llevar a la pareja a tener una crisis que implique parar, pensar, reorganizar y volver a caminar.
En nuestra cultura tenemos una concepción negativa de la crisis y cuando llega nos asustamos. Queremos que todo se mantenga estático y ordenado, porque tenemos miedo al cambio. Cuando llega la crisis a la pareja aparece, en muchos casos, el fantasma de la separación y así, el miedo y la falta de recursos afectivos y de comunicación llevan a varón y mujer a atrincherarse en posturas, actitudes y sentires que no facilitan la resolución de la crisis, porque ambos quieren mantener el status quo.
¿Por qué las parejas tienen crisis?
Como decía al principio, la persona no es estática y en el día a día va cambiando, creciendo. Del mismo modo, la pareja no es estática y los cambios personales o situaciones externas imprevistas provocan cambios.
De esto se comprende que la pareja no puede permanecer inmutable frente a estos cambios y cuando no hay una buena comunicación, validación de las emociones y la persona del otro, desconocimiento de los proyectos y deseos de cada uno, es probable que estos movimientos los tomen por sorpresa y mal parados para afrontarlos.
Comienzan los esfuerzos por mantener “las cosas en su lugar”. Cuando es necesario reorganizar rutinas, demostraciones, tiempos compartidos, modos de ser y hacer en la pareja.
¿Qué hacer frente a una crisis de pareja?
En primer lugar, es importante no tomar decisiones “en caliente”, en medio del enojo o de una discusión. Es necesario parar y preguntarse ¿qué me está reclamando mi esposo o esposa? ¿qué necesita de mi que no le estoy dando? ¿qué está sintiendo en este momento?
Para responder estos interrogantes es necesario practicar la escucha activa. Escuchar para comprender, no para responder. Y, desde la comprensión, responder asertivamente, validando las emociones de mi pareja, compartir lo que comprendí del mensaje y comunicar lo que estoy dispuesto a hacer con este reclamo, qué puedo dar de mi para mejorar.
Desde allí, proponer acciones y cambios personales que fomenten la mejora de la relación.
¿Y cuando esto no se logra?
Cuando están muy atravesados por la afectividad, porque alguno de los dos no es consciente de la necesidad del cambio o no valida las emociones y los reclamos del otro miembro, quedan inmersos en una espiral de discusiones que erosionan el amor y no conducen a la solución necesaria.
En ocasiones, y dependiendo del motivo que provoca la crisis las parejas por sí solas encuentran el camino para avanzar y mejorar como pareja. Lo que pasa entonces es que cada uno habla con un amigo o familiar y esto no está mal, pero en general las personas que nos quieren tienen una mirada subjetiva y los consejos llevan a profundizar la crisis.
En este caso se hace necesario acudir a un profesional idóneo que traiga luz y ayude a comprenderse y comprender al otro. Que pueda ahondar en la profundidad de la relación para encontrar la raíz de la crisis y así ayudarlos a desarrollar los recursos afectivos y comunicacionales para dialogar. Pero, sobre todo, que los ayude a recuperar la consciencia del amor que se tienen.
Fuente: https://somosinfancia.com.ar/