, ,

Espala: 21 años de crimen legalizado

90.000 abortos quirúrgicos en 2005. “Los horrores del nazismo y del estalinismo no están lejos de una civilización que se autocalifica y presume de progresista y democrática”, dice monseñor Gil Hellín, arzobispo de Burgos.

El 5 de julio pasado se cumplió el 21 aniversario de la legalización del aborto quirúrgico en España. En 2005 se habrían producido unos 90.200 de esos crímenes abominables. La estimación la hizo el Instituto de Política Familiar en base al aumento en un año del 6,2% que se dio en la Comunidad de Madrid (16.228 abortos en 2.004; 17.245 en 2.005).

Según la misma fuente en los últimos 10 años el aumento fue del 77,5%. Con casi 250 muertes de niños no nacidos por día, el aborto es la principal causa de muerte en España. En Europa se perpetra un aborto quirúrgico cada 30 segundos, (vid. Alfa y Omega, n. 506, 06-07-06).

“Pero a la vez, según fuentes oficiales, el 70 % de las mujeres que han abortado lo niegan. Matar a un niño no nacido es muy doloroso para la conciencia de la madre. ¿No será ésta la causa, el huir de ese infierno en vida, por lo que tantas madres que han abortado recurren al mecanismo subconsciente de la negación?”, (cfr. Granada Digital, 07-07-06).

Evolución de asesinatos por aborto quirúrgico (cifras oficiales)

09, 1985; 17.180, 1987; 37.185, 1990; 45.503, 1993; 51.006, 1996; 58.399, 1999; 69.857, 2001; 79.788, 2003; 84.985, 2004.

Cabe señalar que en España sobre abundan los programas aparentemente dirigidos a “evitar el aborto” (educación sexual, distribución de anticonceptivos y abortivos químicos a menores, sexo seguro, etc.), que son sin duda la causa que ha llevado a un aumento constante este crimen legalizado.

En febrero pasado, cuando aún no se tenían las cifras estimadas de abortos quirúrgicos del año 2005, Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos, dio una carta pastoral que trascribimos a continuación:

Un hecho que clama al cielo

“Hace unos días se hizo público el número de abortos ‘legales’ cometidos en España durante el año 2004: ochenta y cinco mil (de 2005 no hay datos oficiales).

Todo el desglose de este dato es espeluznante: ha sido un 6,5 por ciento más que el año anterior; ha crecido en todas las comunidades; el 27,69 por cierto de las mujeres ha abortado más de una vez; el 23 por ciento de los niños abortados tenía más de doce semanas; la edad de las que cometen un aborto es cada vez más baja y cada día aumenta el número de las adolescentes.

Al cabo de veinte años de aprobarse la ley que lo despenalizaba, en España se han cometido casi un millón de abortos. Es decir, se ha quitado la vida a casi un millón de seres inocentes e indefensos. Más número de personas que las que tiene la ciudad de Valencia y tantas como tienen juntas las provincias de Burgos, Álava, La Rioja y Soria.

Los horrores del nazismo y del estalinismo no están lejos de una civilización que se autocalifica y presume de progresista y democrática. Sin miedo a exagerar, se puede afirmar que estamos ante una situación totalitaria, donde el más fuerte impone su ley sobre el más débil . Todo esto se hace, además, con el consentimiento, al menos tácito, de los políticos y de los medios de comunicación de masas. Uno se pregunta cómo puede haber tanta hipocresía a la hora de valorar, por ejemplo, la guerra de Iraq y el aborto. ¿Qué habría ocurrido si en España se hubieran cometido ochenta y cinco mil penas de muerte en un año? Es impensable.

No hace mucho, la prensa nacional e internacional se escandalizaba, con razón, de la vejación a que algunos soldados norteamericanos habían sometido a algunas víctimas en Iraq. El clamor de la protesta se oyó en todo el mundo. Pues bien, este suceso es un cuento de blanca nieves si lo comparamos con lo que ocurre con los abortados: la mayoría son despedazados, otros son envenenados, otros troceados mediante una legra o cuchillo de acero. Cuando superan las 21 semanas, se practica a la madre una cesárea, se extrae el feto vivo y se le deja morir

Mientras ocurre lo que el filósofo y escritor, recientemente fallecido, Julián Marías, calificaba como el máximo desprecio de la vida humana en toda la historia de la humanidad, toda una sociedad permanece adormecida y permite un genocidio sin precedentes. Es verdad que ya comienza a decirse que el aborto es malo. Pero esto no basta. Un clamor inextinguible se levanta desde todas las partes de nuestra geografía -y desde el mundo entero- hasta el Cielo pidiendo justicia y misericordia.

¿Cómo es posible que no lo oigamos? ¿Cómo es posible que se ataque a la Iglesia por denunciar esta barbarie y sensibilizar tantas conciencias narcotizadas? ¿Cómo es posible permitir que tantas mujeres sigan engrosando el número de madres destrozadas al mirar los ojos de un niño, porque ven en ellos el retrato del que pudo ser suyo?

La Iglesia no tiene vocación de agorera de desventuras. Pero no puede dejar de clamar como los profetas de Israel, guste o disguste a la gente. Entre otras cosas, porque no puede dejar que tantas adolescentes arrastren de por vida el peso de su conciencia. Y porque tiene que defender la dignidad del hombre, aunque la dejen sola en el intento. Más aún, aunque la llamen retrógrada y antiprogresista. Es consciente, además, de que la mentira tiene los días contados -muchos o pocos, pero contados- y que la verdad termina abriéndose paso. Como prueba, ahí están los hornos crematorios de Hitler y las purgas de Stalin”. Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos, 04-02-06.

Fuente: Noticias globales, año IX. Número 661, 32/06. Gacetilla nº 784. Buenos Aires, 18 julio 2006.

Archivos
Páginas
Scroll al inicio