Por Victoria Brusa.- En tan sólo pocos días, la violencia en Israel escaló de protestas y represión en Jerusalén a bombardeos masivos entre el gobierno y el grupo fundamentalista Hamás. ¿Cuál fue el detonante y cuáles son las cuestiones de fondo? En esta nota, algunos puntos para entender mejor un conflicto histórico que el mundo parecía haber olvidado.
El detonante
Si bien se trata de un conflicto histórico y siempre latente, la tensión entre palestinos y judíos aumentó notablemente en las últimas semanas. ¿El motivo? un inminente fallo de la Corte Suprema de Israel, que debía pronunciarse sobre el desalojo de ocho familias palestinas que viven en el barrio de Sheikh Jarrah, ubicado en Jerusalén Este.
La disputa legal entre familias judías y palestinas surgió a raíz de una ley que le permite sólo a ciudadanos hebreos reclamar derechos de propiedad sobre inmuebles ubicados en la parte oriental o árabe de Jerusalén, si pueden presentar títulos anteriores a la guerra de 1948. Para la Justicia del país, los palestinos ocupan ilegalmente viviendas que pertenecían a judíos antes de que surgiera el Estado de Israel, momento en el cual la ciudad quedó dividida en dos: la zona oeste controlada por judíos y la zona este perteneciente al Reino hachemita de Jordania.
Por su parte, los palestinos argumentan que la mayoría de ellos también fueron expulsados de sus hogares una vez formado el Estado hebreo, por lo que en aquel entonces las autoridades jordanas los reacomodaron en viviendas previamente habitadas por judíos. Tal como explica el periodista especializado en Medio Oriente, Ezequiel Kopel, la pregunta subyacente al reclamo de los ciudadanos árabes es simple: ¿por qué las familias judías pueden presentar reclamos por propiedades que debieron abandonar por el conflicto de 1948, mientras que ningún palestino puede hacer lo mismo con sus antiguas viviendas hoy ocupadas por israelíes?
En esta línea, el 7 de mayo Naciones Unidas emitió un comunicado en el que instó al gobierno israelí a frenar los desalojos en Sheikh Jarrah. El vocero del Alto Comisionado por los Derechos Humanos, Rupert Colville, aseguró que éstos implicaban una violación del derecho internacional por parte de Israel, ya que Jerusalén Este es considerado un territorio ocupado a la fuerza por el Estado hebreo desde 1967, en el que debe aplicarse el derecho internacional humanitario.
“Israel no puede imponer sus propias leyes para confiscar la propiedad privada de los palestinos y desalojarlos de sus hogares”, señaló el organismo. “En la práctica, la implementación de estas leyes facilita el traslado por parte de Israel de su población a la Jerusalén Oriental ocupada. Este traslado de partes de la población civil de una potencia ocupante al territorio que ocupa está prohibido por el derecho internacional humanitario y puede constituir un crimen de guerra”, agregó el documento.
Ante la inminencia del fallo, ciudadanos palestinos encabezaron numerosas manifestaciones contra los desalojos y chocaron contra la policía israelí, que respondió con una violenta represión que dejó más de 300 civiles y 20 oficiales heridos. Como si fuera poco, el contexto colaboró en avivar las llamas: parte de los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad ocurrieron en las inmediaciones de la Mezquita de Al-Aqsa – el tercer lugar más sagrado para el Islam – en donde los policías lanzaron bombas de estruendo y de humo.
Para ampliar: “La tragedia de Jerusalén y el apartheid israelí” (Por Ezequiel Kopek, en Revista Nueva Sociedad).
Los misiles de Hamás
Ante la violenta represión del gobierno de Israel, el grupo fundamentalista Hamás – que gobierna la Franja de Gaza – disparó más de 1600 misiles contra el Estado hebreo. Si bien algunos cayeron dentro del propio territorio palestino y otros fueron derribados por los sistemas de defensa israelíes, algunos impactaron contra poblaciones civiles, produciendo varios muertos.
Ante los atentados, la administración de Benjamín Netanyahu bombardeó la Franja de Gaza y atacó instalaciones en dónde, argumenta, viven los líderes del grupo extremista. Como resultado de los ataques, 200 palestinos perdieron la vida, incluyendo 9 niños y 15 dirigentes de Hamás. En los últimos días, el gobierno israelí también bombardeó edificios en donde funcionaban medios internacionales, entre ellos las cadenas Al Jazeera y Associated Press (AP)
Pero… ¿Por qué Hamás decidió involucrarse en una situación en la que, hasta el momento, la mirada se concentraba sobre la fuerte represión del gobierno israelí? Para Ezequiel Kopel, la respuesta está en la disputa entre diversas agrupaciones palestinas: por un lado Hamás (con un discurso fundamentalista y religioso) y por otro la Autoridad Nacional Palestina (ANP) actualmente liderada por Mahmud Abbas, del partido laico de Al-Fatah.
“La realidad es que Hamas le hizo un flaco favor a la causa palestina al entrar en un intercambio violento con Israel, que, al fin y al cabo, mueve el escenario de una lucha de resistencia civil en Jerusalén – que Israel no sabe manejar– a una disputa armada que Israel dominará tarde o temprano”, señaló Kopel.
Para ampliar: “Conflicto entre israelíes y palestinos: qué es Hamás, el enemigo más obstinado de Israel” (Publicado por BBC Mundo).
La historia de fondo
Más allá de los hechos que detonaron los enfrentamientos, la escalada de violencia encuentra sus orígenes en el conflicto histórico entre Israel y Palestina. Sintéticamente, en 1947 Naciones Unidas declaró a la ciudad de Jerusalén – y a otras zonas de Cisjordania, como Belén – como un “Corpus Separatus”, un territorio sujeto a mandato internacional. Como resultado, en lugar de ser parte de un Estado determinado su gobierno quedó a cargo del Consejo de Administración Fiduciaria, que desempeñaba las funciones de una autoridad administradora en nombre de ONU. Sin embargo, la tutela internacional nunca llegó a implementarse y en 1949 Israel declaró a Jerusalén Oeste como su capital.
Casi 20 años después, en el marco de la Guerra de los Seis Días (1967), el Estado hebreo ocupó Jerusalén Este y otros territorios palestinos y, en 1980, declaró a la Ciudad Santa como capital “eterna e indivisible” del país, sin el reconocimiento internacional. En aquel momento, el Consejo de Seguridad de ONU declaró la nulidad de las medidas y definió a Israel como “potencia ocupante”. Desde entonces, el estatus de Jerusalén no está resuelto y tanto judíos como palestinos reclaman derechos sobre ella.
En la práctica, sin embargo, la Ciudad Santa permanece bajo el control de facto del gobierno israelí, que incita a su población a establecerse en asentamientos ubicados dentro del territorio palestino. Estos últimos son comunidades civiles construídas por el propio Estado hebreo dentro de las tierras ocupadas en 1967, consideradas como ilegales por el derecho internacional. Se estima que más del 8% de los ciudadanos judíos habitan en dichos asentamientos, que abarcan entre el 20 y el 30% de la región de Cisjordania.
Tanto el status de Jerusalén como los asentamientos son los principales puntos “no transables” entre israelíes y palestinos. Estos últimos consideran que esos territorios les pertenecen y que formarán parte de un futuro Estado propio, por lo que le exigen al país hebreo congelar sus construcciones para reanudar las conversaciones de paz. Por su parte, el gobierno de Israel sostiene que los palestinos utilizan los asentamientos como excusa para frenar las negociaciones.
Fuente: https://statuquo.blog/ La autora es periodista, licenciada en Relaciones Internacionales y en Comunicación Social.