“Es la Palabra que se hace niño pequeño”

Expresó el párroco de San Rafael Alejandro Mugna durante la homilía de esta mañana en la Catedral. “Anda por las casas de los pecadores, por los barrios de la violencia, por los lugares de desvío y zonas de perdición”, agregó.

Este 25 de diciembre se celebra la Navidad en todo el mundo con la irrupción del nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, en el pesebre de Belén, para traernos la salvación esperada y anunciada por los profetas en el Antiguo Testamento.

En este contexto hubo celebraciones anoche y hoy en las distintas parroquias del país y del mundo. En la Catedral San Rafael la misa de esta mañana a las 8:30 fue presidida por el párroco Alejandro Mugan, que a continuación se transcribe su homilía:

El misterio de la Navidad siempre desconcierta, nos envuelve de algo nuevo cada año y nos invita a meternos en lo profundo de nuestro ser; a asomarnos a lo más hondo de la existencia humana para entender, aunque sea un poquito, esa realidad llamada amor…

Surgen preguntan humanas y llegan respuestas divinas; resuenan pequeñas y grandes quejas del mundo, y llegan palabras de vida y de consuelo; se agolpan en nosotros emociones encontradas, e irrumpen certezas que vienen de lo alto.

Por eso, en este día no tengamos miedo de preguntarnos:

¿Qué le ocurre a Dios conmigo?

El Todopoderoso, el único Dios verdadero, se ha fijado en mi fragilidad. Es más, hasta parece buscar mi amistad…

¿Qué tiene Dios con la humanidad?

El Dios eterno se acerca, de manera única, a personas marcadas por el límite de la enfermedad y de la muerte; se mezcla con personas que tiemblan de miedo ante el vacío y la nada…

¿Qué empeño tiene por andar en medio de oscuridades?

Él es la “Luz de toda Luz”, es el fuego que no se apaga, es el viento que sopla purificando los cielos, y pareciera condenarse a una zona tinieblas y oscuridad…

¿Qué lo cautiva de una humanidad cada vez más sorda, más encerrada en sí misma y menos capaz de comunicarse entre sí? ¿De una humanidad que grita para hacer callar, que dispara armas para sentirse segura, que busca razones sin amar la Verdad?

Él es “la Palabra de vida” que se hace susurro, para que todo el que hace silencio pueda escuchar; es la Palabra que se hace niño pequeño y une su llanto a los llantos de la tierra… pareciera una palabra condenada al fracaso ¿Quién la escuchará?

¿Qué lo lleva a mirar, a elegir y llamar a los pecadores?

Él es el Santo de los santos, él es la perfección sin fisuras, inmaculado y puro, fuerte y poderoso; sin embargo, anda por las casas de los pecadores, por los barrios de la violencia, por los lugares de desvío y zonas de perdición… ¿Pueden los justos y buenos confiar en él? ¿Es un Dios confiable aquel que se llega a nosotros?

Ante tanta pregunta humana, pequeñas como el corazón de las mujeres y los hombres de todos los tiempos, la respuesta es única:

Se trata del “Emmanuel, el Dios con nosotros”; del Dios del amor que no le teme ni al pecado, ni a la fragilidad, ni a la mala fama; porque a todos ellos los vence desde dentro, entra por el camino del pesebre en la historia para hacer estallar la fuerza del amor y a lo largo de los tiempos hacer germinar el reino de Dios, reino que hará definitivo cuando venga al fin de los tiempos.

No deja de ser un “niño pequeño”, recostado en un pesebre adorado por sus padres pobres, rodeado de pastores, y calentado por animales. Sin embargo, su mirada es una mirada que crea, sana y salva. Sus gemidos se convierten en palabras que multiplican panes, que convierten el agua en vino, que perdonan a los pecadores, sanan a los enfermos y nos llaman por nuestro nombre. Son palabras que se gritarán en una cruz, y alcanzarán los límites de la tierra; se volverán palabras del Resucitado y fuego del Espíritu en Pentecostés.

Él es la respuesta a lo que nos aflige; es la visita que esperan nuestras familias (a veces sin saberlo o sin expresarlo); es la felicidad que anhelan nuestros corazones; la verdad que necesitan nuestras preguntan; la ternura que sana los golpes de la vida y nos hace capaces de amar y servir. ¡Feliz Navidad, feliz encuentro con el Dios que nos visita en el amor!

Jubileo 2025

Este martes 24 de diciembre a la noche, el papa Francisco abrió la “puerta santa” en la Basílica de San Pedro del Vaticano, marcando el inicio del Jubileo ordinario de 2025, tiempo de gracia que se extenderá hasta el 6 de enero de 2026, según la disposición del pontífice en la bula de indicción «Spes non confundit».

El gesto de abrir la “puerta santa” es un rito significativo no solo para la Iglesia, sino para todos los cristianos. En palabras del Papa, este es «el momento de un nuevo Jubileo», un tiempo de gracia que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un renovado encuentro con Dios. La “puerta santa” no es solo un umbral físico, sino un símbolo de la invitación divina a cruzar hacia un nuevo comienzo, un camino de esperanza que se abre ante todos.

En la diócesis de Rafaela la ceremonia será presidida por el obispo Pedro Torres el domingo 29 de diciembre (fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José) a las 20:00 horas en la Catedral San Rafael, partiendo en peregrinación a las 19:30 en la esquina de bulevar Roca y Colón.

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