Entrevista póstuma de monseñor Robles sobre la Conferencia del Episcopado Latinoamericano

Monseñor Luis Robles Díaz, mexicano, era vicepresidente de la Comisión. Falleció repentinamente el 7 de abril a los 69 años, quien era vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina.

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 8 mayo 2007 (ZENIT.org).- Pocos días antes de fallecer repentinamente el 7 de abril a los 69 años, el arzobispo mexicano Luis Robles Díaz, quien era vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina, afrontó en esta entrevista sus esperanzas para al Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que Benedicto XVI inaugurará el 13 de mayo en Aparecida (Brasil).

Esta es la trascripción de la conversación que mantuvo con la agencia «Fides», órgano de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.

–¿Qué frutos debe esperar la Iglesia Latinoamericana de este gran encuentro episcopal?

–Monseñor Luis Robles Díaz: Creo que el principal fruto de esta V Conferencia General debe ser una renovación intensa en la práctica pastoral de la Iglesia. Sería muy útil que la reflexión esté orientada sobre todo a la pastoral, pues es lo que hoy necesita la Iglesia en ese continente.

¿Qué hacer para que el Evangelio llegue a más personas? ¿Qué hacer para difundir una cultura de vida? ¿Qué hacer para fortalecer las familias y para transmitirles el modelo de la familia cristiana?

En fin, creo que estas y otras preguntas deben encontrar respuestas concretas en la reflexión y el diálogo que se va a suscitar entre los Pastores de las diferentes naciones presentes, con la ayuda de los laicos y peritos invitados. Latinoamérica, aún con la diversidad cultural que tiene y sin minusvalorar la identidad propia de cada pueblo, forma una gran unidad; somos un solo pueblo con una marcada cultura e identidad católica.

Ello debe ser aprovechado para dar soluciones que sin dejar de ir a lo profundo de las cosas, sean pragmáticamente factibles y eficaces. Debemos anunciar el Evangelio y llevar a cabo la misión de la Iglesia con eficacia.

–En su opinión, ¿en qué debería basarse esa eficacia?

–Monseñor Luis Robles Díaz: Creo que hay que saber cuál es el principal objetivo y colocar todos los medios necesarios en esa única dirección. Nuestro objetivo es anunciar a Cristo y ayudar a las personas –incluidos los católicos– a convertirse al Evangelio.

Pero debemos transmitir una esperanza que no está basada en objetivos puramente humanos: lo social, lo económico, etc… Esta esperanza está basada en la persona concreta de Cristo. Aunque parezca una verdad evidente, no está demás recordar que el pastor debe transmitir únicamente el modelo de Cristo.

Es evidente que hoy en día el trabajo de la Iglesia, sobre todo en países con amplias carencias en el campo económico, social y político –como es el caso de muchos países de Latinoamérica–, debe llegar a todos esos ámbitos de la vida humana y presentar respuestas concretas, pero ¿cuál debe ser la naturaleza de esas respuestas? ¿En qué se debe basar?

Cuando la misión de la Iglesia se confunde con las metas terrenas, incluidos los campos político, económico y social, el Evangelio se vuelve ineficaz, ¡los hombres lo volvemos ineficaz!

–¿Qué características particulares debería tener esta V Conferencia a diferencia de las anteriores?

–Monseñor Luis Robles Díaz: Para responder a esta pregunta prefiero comenzar por el lado opuesto: aquello que tienen en común. Se puede ver una clara continuidad, desde Río de Janeiro (1955) a Santo Domingo (1992), entre estas reuniones episcopales.

Todas ellas son una respuesta al impulso suscitado por el Espíritu en el Concilio Vaticano II. Hay una permanente renovación en la Iglesia, y por ello se han venido dando sucesivamente estas grandes asambleas, por el afán de responder a una situación concreta y actual; pero es un fenómeno de renovación que se da en continuidad con las experiencias anteriores y particularmente con las enseñanzas conciliares.

Creo, sin embargo –respondiendo a su pregunta– que cada Conferencia General ha sido suscitada en contextos históricos particulares y distintos. En medio de esa continuidad, cada una de ellas ha respondido a su modo a una situación concreta de la Iglesia en cada tiempo. ¡La riqueza acumulada es inmensa!

No creo que el momento actual de Latinoamérica necesite grandes propuestas a nivel doctrinal. El Magisterio en los últimos 50 años ha producido una gran cantidad de material que es fruto de reflexiones profundas y de una aproximación aguda a la realidad actual de la Iglesia. Basta dar una mirada al Magisterio de Juan Pablo II en sus viajes apostólicos por esas latitudes. Sólo ello, unido a los documentos de las anteriores Conferencias Generales, presenta una cantidad infinita de medios a aplicar.

Por ello pienso que esta V Conferencia debe suscitar sobre todo una renovación en la acción, pero no centrada en lo político, social y económico, sino centrada en Cristo, en el Evangelio, en los valores cristianos, en la piedad popular y mariana, etc.

–En el contexto de Latinoamérica y en el trabajo que realiza la Iglesia, ¿qué desafíos considera usted que son los más urgentes?

–Monseñor Luis Robles Díaz: Creo que los más importantes están enumerados en mi respuesta a su primera pregunta. Pero añadiría otro que considero fundamental: el trabajo vocacional.

Imaginemos a un Cristo sin discípulos, sin seguidores; imaginemos a un Jesús sin apóstoles; ¿verdad que resulta absurdo? Toda la persona de Jesús era ya una invitación a seguirlo. Él llamó a sus discípulos y sigue haciéndolo hoy en día a través de cada cristiano, y de manera especial a través de sus pastores. La Iglesia no podría sostenerse sin un permanente apostolado vocacional.

El Señor mismo nos urge a «pedir al dueño de la mies que envíe obreros». Pero además de pedirlo hay que buscarlo con medios concretos. En los últimos años se han intentado muchas cosas para acrecentar la respuesta al llamado de Dios, con buenos resultados en algunos casos y no tan buenos en otros. Pero con no poca frecuencia se ha perdido la confianza en la eficacia que tiene el anuncio directo del Evangelio, de la llamada de Cristo, así como la defensa abierta y sincera de lo que la Iglesia realmente quiere transmitir: que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida.

A veces se buscan caminos indirectos que no dan buenos resultados, o se trata de disfrazar el mensaje cuando lo que necesita es ser presentado como lo que es. Si el Evangelio no es en sí mismo atractivo, entonces ¿cómo podemos convencer?

Por otra parte creo que se puede medir el valor real de los medios puestos en la evangelización en los frutos vocacionales que presentan.

Considero, por ello, que sería un gran aporte de esta V Conferencia una renovación en la pastoral vocacional, que además está muy unida a la pastoral familiar, de manera que se suscite en nuestros países una intensa campaña para promover la vida sacerdotal, la vida consagrada, con modelos ejemplares, pero que sea clara y directa, que no trate de filtrarse a través de los canales que ofrece el mundo, sino que tenga su propio canal, que es el testimonio de los pastores.

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