Por Veronica Pando.- Son las cuatro de la tarde en Argentina, las ocho de la noche en Londres, del sábado 22 de abril pasado. El modo de encontrar a las personas ya se me hizo familiar en esta época del coronavirus. Ingreso a la plataforma virtual y distingo entre los participantes algunos amigos, pero también reconozco periodistas, y a distintas personas del clero. Todo se aclara cuando comienza la reunión con la transmisión del video de Pascua 2020 y el saludo de Julián de la Morena desde Brasil. Qué agradecimiento por este momento que nos ofrece de pandemia, y porque nos podemos comunicar con estos sistemas tan creativos, o como dice Julián “como es el gesto que estamos haciendo esta tarde”.
Por iniciativa de algunos amigos de Rafaela, provincia de Santa Fe, entramos en contacto con Austen Ivereigh autor de la profunda biografía sobre el papa Francisco, “El Gran Reformador”. Se conecta desde Inglaterra para hablar ante unas 500 personas de América Latina. Están participando diez obispos (el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea, el obispo de Mar del Plata, mons. Darío Quintana; mons. Eduardo Martin, desde Rosario, y Emilio Cardarelli, vicario de la misma arquidiócesis, mons. Enrique Eguía, desde el arzobispado de Buenos Aires, mons Jorge Wagner, Bahía Blanca, mons. Luis Alberto Fernández, de Rafaela, y monseñor Sergio Buenanueva, obispo de San Francisco (Córdoba). Además, se sumaron al encuentro el Nuncio Apostólico de Chile, un grupo de embajadores acreditados ante la Santa Sede, y veinte periodistas de distintos medios de comunicación.
La amistad de los argentinos con el autor británico nació a partir de la muestra “Gestos y Palabras” en el Meeting de Rimini de 2018. Uno de los organizadores, Alejandro Bonet, expresa desde Rafaela: “nos abriste el corazón y la razón para entender como Dios se para en la historia a través de este hombre. Francisco es una novedad. Es una humanidad conmovida, apasionada, que acompaña a la persona».
Austen Ivereigh conoce muy bien nuestro país: “no tengo nada que aportar por mí mismo, trato de comunicar las ideas y la visión de Francisco; ser un mero canal para que se lo conozca mejor. Es la sensación que tuve con la entrevista realizada para saber cómo estaba viviendo la pandemia. Fue muy providencial. Es tan poco probable que un inglés sea elegido en estos momentos para comunicar a un Papa Argentino. Lo expreso como un gran don”.
Al comenzar la conferencia, el escritor inglés se dejó invadir por los recuerdos: “aquí es primavera; hace calor para ponerme el poncho y es demasiado tarde para tomar un mate…” Enseguida entró en sintonía, y brindó con una copa de malbec argentino.
En estos momentos, Ivereigh se encuentra cumpliendo la cuarentena junto a su familia en un campo de Heresford, una localidad cercana a la frontera de Gales, y distante a tres horas de Londres. Comenzó refiriéndose a los obispos de Latinoamérica: “este webinar debería ser para ustedes, que conocen al Papa mejor que yo”.
Desde Rafaela, los amigos que promovieron esta reunión lo escuchaban atentos, para comenzar a disparar las preguntas. El título del encuentro refiere a “El liderazgo de Francisco en tiempo de coronavirus”, y en este contexto queríamos oír al autor británico hablar también sobre el segundo libro que trata, sobre todo, de su Pontificado.
Austen busca aportar el trasfondo y su propia lectura de la entrevista que le concedió el Papa hace un par semanas. Cuenta que la vida rural, monástica, de confinamiento, fue interrumpida cuando lo llamó su secretario para preguntarle si él podía responder las preguntas que le había enviado, por audio. Desde entonces, habían pasado varios días hasta aquel 27 de marzo, cuando el Santo Padre da la bendición Urbi et orbi y pronuncia el discurso en la Plaza San Pedro. Como escritor pensó que esa tarde el Pontífice había contestado algunas de sus preguntas. El no esperaba “esta joya”, el regalo de su respuesta. “Justo me encontraba plantando un jazmín, y recibo una reflexión profundísima del Papa, de 46 minutos. Me doy cuenta de que tal vez sea la intervención más importante, después de la entrevista que concedió a Antonio Spadaro en 2013”.
Señala que “fue la providencia que me aproximó a él, unos días antes del lockdown, cuando el virus había llegado recién a nuestras playas… Mi intuición era que el Papa tenía cosas muy importantes para decirnos en estos momentos de crisis; y le pedí si quería dirigirse al mundo de habla inglesa, hasta pensé en una revista católica, pero todo resultó en esta entrevista, y su transcripción editada original”
Desde la provincia de Santa Fe, Alejandro Bonet, comienza a preguntar.
¿Cómo ve el liderazgo del Papa Francisco en tiempo de coronavirus? ¿a dónde nos está llevando el Espíritu Santo? ¿qué está haciendo Dios con esto? ¿cuál es la invitación de la conversión implícita en la crisis, específicamente para la Iglesia y la humanidad?
Tuve la impresión de recibir un comentario más detallado a mis preguntas, el día que el Papa dio su bendición Urbi et orbi, aquel 27 de marzo en San Pedro. En aquel discurso el habló de la conversión, de la necesidad de confiar en Dios que está a cargo de la historia. En estos momentos de tempestad” fue la metáfora que él utilizó para que nos demos cuenta, de la autoría verdadera del Universo. Es un momento de apocalipsis, en el sentido de que revelan cosas que necesitamos aprender. Me parece que su lectura de la crisis y conociendo un poco su vida y sus obras, encuentro un parecido a sus escritos de los años 80 sobre la tribulación, la desolación institucional, en el sentido que, en todo contexto de sufrimiento, de crisis, de pérdida de control hay una invitación a la conversión: una gracia que nos está ofreciendo Dios, y a la que es importante abrirnos para no perder la oportunidad de la conversión. Es decir, en todo período de tribulación hay oportunidad por la misma razón, y sobretodo, tentaciones y
obstáculos. El liderazgo del papa Francisco en tiempo de coronavirus actúa; es como un director espiritual que nos está señalando dónde está la gracia de la conversión. Pero ojo, porque los obstáculos y las tentaciones van a cerrar nuestra mente en esta oportunidad. Por eso con voz pausada y de manera muy insistente, él dice en la entrevista: no perdamos la oportunidad que nos ofrece la crisis.
¡Qué difícil hablar así porque las noticias sobre el sufrimiento tanto en Argentina como en Inglaterra son abrumadoras, hay tantas muertes que lamentar, personas que se están sacrificando! Y a la vez, hay tanta inseguridad laboral, tanta pobreza, que hablar de oportunidades ahora, puede parecer muy desalmado. Pero el liderazgo del Papa se enfoca en el sufrimiento y en cómo responder a ese sufrimiento que es lo que nos cambia. Nos está enseñando el nuevo horizonte, la posibilidad de la nueva sociedad que puede salir de todo esto. Por eso, mi razonamiento es que no convirtamos la experiencia en una anécdota. También hay una serie de liderazgos que él mismo está ofreciendo a la Iglesia en este contexto acerca de cómo “estar cerca” ante la tentación del ensimismamiento, frente a la necesidad de no ser portador del coronavirus.
A la luz de tu primer libro «El Gran Reformador» ¿como ves la continuación de la persona del Papa en todo su pontificado? ¿Qué es lo que has querido transmitir a la Iglesia y al Mundo con tu nuevo libro?
Todavía no se tradujo al castellano, pero en español se titula “Pastor Herido”. El subtítulo es importante, provocador, porque refiere a la lucha del Papa Francisco por convertir la Iglesia Católica. Se enfoca en lo que aprendí acerca del tema central de su Pontificado; no es tanto la reforma en términos institucionales, sino la conversión. Comienzo el libro con un pequeño mea culpa. Cuando escribí “El Gran Reformador” a pocos meses de su elección, estaba como tantos, muy abrumado y profundamente impresionado por el Papa. Revisé su vida, y veo que él aparece en momentos claves de la Historia, como un gran líder. Entonces, yo creía un poco en el mito del superhéroe que entra en un momento de crisis y resuelve las cosas por sus dotes personales, o su genio. Es indudable que Francisco tiene dotes de líder, pero exageré su propio protagonismo. Cuando comencé a escribir el segundo libro me encuentro con él en 2018, y con mucha suavidad me advierte contra esta tentación. No idealizar su propio protagonismo. Porque el protagonista principal de la conversión y el cambio, no es él, sino el Espíritu Santo. Entendí como su discípulo que su papel es como el de un director espiritual que genera el espacio para la conversión, y procesos, para que el Espíritu Santo funcione. El segundo libro está construido a base de esa idea: que la gente pueda aprender lo que yo aprendí de Él; su forma de liderar y guiar, que no es fácil de entender desde una óptica política, ni eclesial. En el fondo la meta de su Pontificado es; volver a poner a Jesús en el centro. Para que Jesús sea realmente el líder de nuestras vidas. Y darle un protagonismo al Espíritu Santo, que es un tema constante de sus homilías y reflexiones. Entender que la verdadera agencia del cambio es espiritual, y toda experiencia de vida, o la experiencia histórica que vive una sociedad, son una oportunidad de revisar nuestras prioridades.
En el libro me ocupo de la reforma y del cambio en la cultura y mentalidad del Vaticano; de pasar de una mentalidad de dominio a una mentalidad de servicio. Esto se traduce desde su primera homilía en la que Francisco resalta que el verdadero poder es el servicio. Es un tema constante en él. Porque quiere una Iglesia que sirva a la humanidad, que sea mediadora y no intermediaria. Otra distinción famosa de él, es que la Iglesia se enfoque en el otro, en el pueblo, en la humanidad. Y no en sí misma. En el fondo lo que está buscando es una conversión hermenéutica. No es que el pretenda que la gente piense como él, sino que pueda ver más la humanidad; a través de los ojos del buen pastor. Esto es el Evangelio, que, al no usar el poder para cambiar, sino que; al cambiar nuestro enfoque, cambia todo. Este es el gran tema del Pontificado.
Algunas afirmaciones del Papa, son como un gran sacudón para nosotros. Y en el contexto del coronavirus, el Papa Francisco hace referencia a un obispo que le hace un llamado de atención a su persona, acerca de cómo está viviendo a través de los medios de comunicación, la relación virtual. Luego, en Santa Marta, el Papa Francisco dijo que una familiaridad sin comunidad, sin Iglesia, y sin los sacramentos es muy peligrosa, se puede convertir en una familiaridad gnóstica, separada del santo pueblo fiel de Dios. ¿Qué significado tiene esta afirmación?
La Iglesia que vivimos en este momento yo la apodo “home church”, no se trata de la iglesia doméstica, sino vivir la iglesia, pero desde la casa. Es una oportunidad de experimentar también la iglesia como pueblo de Dios, o primitiva, cuando no tenía el respaldo de la ley, o no podía confiar en las grandes instituciones. Sabemos por los Hechos de los Apóstoles, que la fe se vivía en la casa, en comunidad, como ustedes en el movimiento C y L. Pero al mismo tiempo, la Iglesia nunca puede dejar de estar arraigada en la sacramentalidad de la presencia, y del pueblo creyente, pero el pueblo del día a día, de la gente ordinaria. Cualquier tentación de crear una iglesia de clase media, más intelectual, o de personas de buenos modales, o con una moralidad pura…todo ese intento de crear iglesias puras o pelagianas, no es la iglesia de Cristo. Tal vez, no es este el momento de vivir la Iglesia como institución, pensé torpemente en la entrevista. Entonces él me dijo, pero no hay ninguna contradicción; la iglesia es institución, pero el protagonista de la Iglesia es el Espíritu Santo, que la institucionaliza y la desinstitucionaliza al mismo tiempo. O sea que este tiempo que estamos pasando requiere creatividad pastoral. Ya estamos experimentando de nuestros pastores la misa diaria en santa Marta y las liturgias virtuales, como un gran regalo. Ojalá aprendamos a usar estos medios para estar más en comunión y no depender tanto de la misa semanal para encontrarnos como comunidad. Al mismo tiempo no podemos interpretar que esto es una alternativa a la Iglesia real; es la una respuesta a una crisis. Después volveremos a recuperar la corporalidad y la sacramentalidad de la presencia del pueblo de Dios alrededor de la mesa eucarística, con su pastor. Así es la Iglesia, y siempre lo será.
Un tema de mucho interés desde el inicio de este Pontificado es el tema de la ecología integral y los “descartados”. El Papa trató estos temas en medio de la pandemia y lo profundiza en medio de nuestras heridas, pero ¿qué novedad tienen para el mundo y para la Iglesia?
El habla de los acontecimientos climáticos extremos en respuesta a la degradación del medio ambiente, y dice que hemos consumido y gastado demasiado. Por eso señala que es momento de recuperar nuestra conexión con el entorno nuestro y la naturaleza. Darnos cuenta que somos co – creados con la creación. Al estar conscientes de este don, aprenderemos a respetarnos. Es un momento para ver cosas que no veíamos antes. Hubo una instancia en la entrevista, que me detuvo a escuchar en el audio. Su voz se puso muy pausada. Y en vez de leer porque él había tomado apuntes me dio la impresión de que su voz era llevaba por el Espíritu. Entonces me impactó. Y dijo: quiero detenerme en esto. Este es el momento de ver al pobre. Porque nosotros no lo hemos visto, hemos actuado como si estuviésemos a cargo de todo. En términos de la ecología integral y la conversión de nuestras economías, las hay más humanas y menos líquidas, quiero recomendar la lectura de una carta que escribió durante la Pascua a los movimientos populares. Se puede buscar en movimientos populares.org.
Otra de las cuestiones que plantea en la entrevista tiene que ver con lo que la pandemia nos está enseñando, que nuestras vidas dependen ahora del enfermero, el personal transportista, en el fondo el servicio, que son los grandes héroes como dice Francisco. Si esta humanidad es tan importante a nuestra sociedad, es el momento de reorganizar nuestras sociedades y economías en respuesta a esta toma de conciencia. Es un momento de conversión no solo personal sino también a nivel social y económico. Pero esta pandemia es una crisis médica que tiene consecuencias económicas serias. Los gobiernos occidentales han decidido congelar las economías para salvar vidas y no hay una salida fácil de esta situación. O abrimos la vida económica y arriesgamos el contagio de nuevo, o seguimos con el confinamiento y matamos la economía por años o décadas. Pero sí está claro, como dice el Papa en la entrevista, es que el después de la pandemia va a ser doloroso, difícil. No vamos a poder volver al modelo anterior. El propone en la carta a los movimientos populares un nuevo salario básico. Porque es el momento de pensar cosas que antes eran inconcebibles, y por el hecho de haber puesto tanta fe en el mercado y el estado. Ahora es tiempo de abrirnos a otras formas de organización socioeconómicas más humanizadas.
Francisco conoce el pueblo Latinoamericano a fondo, hasta traza una poesía de amor al Amazonía, y sabe que en nuestro continente se encuentra el 50 por ciento de los católicos que existen en el mundo. Entonces ¿Qué camino está proponiendo para América Latina, donde los católicos están en disminución? ¿cómo ve el avance especialmente de los evangelistas y su llamada “la teología de la prosperidad”?
El diagnóstico de Francisco es el mismo que pronunció en el encuentro de Aparecida de 2007. En mi libro lo describí como el discernimiento más profundo que había hecho la Iglesia. No hay nada parecido en el mundo. Para muchas personas sabias, aquel momento señalaba la llegada de la Iglesia Latinoamericana como centro dinámico de la Iglesia Universal. La base de su Pontificado y la encíclica Evangeli Gaudium es la
universalización en el fondo, del discernimiento de Aparecida, que parte del presupuesto de la globalización y el avance tecnológico, como un hecho. No como algo para lamentar, o simplemente para condenar, sino como un hecho que produjo cambios profundos, sobre todo, en cómo nos relacionamos con las instituciones. Y estas tendencias tecnocráticas que están socavando los lazos familiares; o disolviendo los vínculos de confianza y fraternidad. En este contexto, es imposible que la Iglesia siga confiando en las instituciones católicas como modo de transmitir la fe de generación en generación. Es el momento de recuperar el modelo tal vez, de la iglesia primitiva que no dependía de la ley, o del apoyo de las instituciones, sino que tenía una experiencia para comunicar: el encuentro con el amor misericordioso de Dios. Es una experiencia, no una idea. Como ha dicho Benedicto, o monseñor Giussani, es una experiencia de encuentro con una persona que te ha cambiado el horizonte. Y en cuanto seamos capaces como cristianos de comunicar esto, la iglesia volverá a crecer. Pero es necesario entender, que la Iglesia puede perder muchos fieles en el camino. En realidad, eran fieles más por razones culturales, o institucionales, que por una propia convicción. Estamos pasando por una época turbulenta, de mucha aparente pérdida. La secularización es una experiencia de pérdida. Sin embargo, para Francisco es importante ver lo que está creciendo. Y el coronavirus está acelerando esta tendencia. Por ejemplo, los que simplemente han confiado en poder ir a misa todos los días de la semana por el resto de sus vidas, necesariamente no han podido hacerlo. Entonces, en esta crisis, la invitación es hacer una vida más interior en el encuentro con Cristo a través de la oración. Y habrá católicos que seguramente después de la pandemia no volverán a ir a la Iglesia. Pero en lo que tenemos que enfocarnos, es en la Iglesia que está saliendo de todo esto. Para la Iglesia Latinoamericana es muy importante. Ella habla directamente a las necesidades concretas de la humanidad, y, sobre todo, a los pobres. Creo que en el contexto del coronavirus vamos a ver la famosa metáfora de Francisco: la iglesia como hospital de campaña, en el contexto de la pobreza, el desempleo y la inseguridad laboral. Muchas personas preguntarán en estos años, como preguntaron en la crisis argentina del 2001; ¿dónde está la Iglesia? ¿se ha apartado de nosotros? El otro día pensaba que Bergoglio no tiene experiencia de una pandemia, pero sí la tiene de una crisis económica masiva; el nivel de colapso económico que vivió la Argentina es muy poco común. Él fue un piloto de tormentas de esa época, movilizó a la Iglesia y los argentinos no se olvidaron de ese momento cómo los acompañó. En San Pedro, Francisco dijo: Este es un tiempo de elegir. Y para la Iglesia y la humanidad, las opciones se presentan de una forma bastante dramática. Si se abren al Espíritu Santo, van a salir de esta crisis mucho más fortalecida y con más presencia de pueblo.
El Papa plantea en Gaudete et Exsultate, dos grandes peligros sutiles del cristianismo contemporáneo; el pelagianismo y el gnosticismo. ¿Cómo ve el rol de los movimientos apostólicos que han nacido después del Concilio Vaticano II, frente al desafío cultural y la situación histórica de la Iglesia de hoy, a quienes tanto los papas San Juan Pablo II como Benedicto XVI habían hecho una valoración de su gran tarea? ¿Cómo ve Francisco el desafío de los movimientos eclesiales ante esta realidad?
Es evidente que él valora mucho los movimientos. Mencioné ejemplos en mi primer libro, porque él piensa que en los movimientos hay una tentación de que se vuelvan autoreferenciales, que haya cierto pelagianismo o, sobre todo, gnosticismo, como movimientos intelectuales o de clase media donde puede haber una tendencia de creer que para ser un buen católico hay que “ser de”. El movimiento católico, como la iglesia tiene que volver al pueblo, pero en el sentido evangélico. Inspirados por el Espíritu Santo tienen un don o carisma especial que necesitan poner al servicio de la iglesia. Hay toda una tendencia a refugiarse en un mundo que parece confuso y ambiguo; hemos visto un poco de todo acerca de estos movimientos reaccionando al Pontificado. Pero el futuro de los movimientos es seguro.
Como conocedor de la argentina, nos ayudaste a entender a este Papa. Pero ¿cómo ves Europa en relación con América Latina?
Estoy convencido de que Francisco cree que Europa ya no es capaz de renovarse a sí misma por sus propias fuerzas. Porque el apego a las instituciones, el status y al poder es muy grande, y también porque la tecnocracia se ha desarrollado al punto de que uno se pregunta ¿quién es el pueblo, el santo pueblo fiel de Dios a dónde está? Cuando me encontré con Francisco en 2018 le pregunté porque deposita mucha fe en el pueblo; como el encuentro de Jesús con su pueblo. Me habló de las peregrinaciones a Santiago, y de la religiosidad popular en Europa, pero la idea de que la iglesia europea pueda revigorizarse en las raíces de esta religiosidad popular, tal vez. Salvo que haya un cambio grande como el que estamos viviendo ahora. El deposita mucha fe en el influjo masivo de los migrantes que vienen de otros lugares donde precisamente existe esa religiosidad popular y no sólo en términos de devociones, sino como experiencia de encuentro con Cristo en la vida de sus propios pueblos. Le preocupa mucho la falta de solidaridad y la falta de fraternidad que se revela como resultado de esta crisis en las instituciones europeas. Para aclarar, no estoy a favor del brexit, pero al mismo tiempo hay que entender las razones del brexit, y su desengaño con las instituciones europeas que como muchas, están sufriendo el problema del alejamiento y la distancia de las preocupaciones y de los intereses concretos del pueblo. Entonces, sólo al reconectarse con ese pueblo se revigorizarán. Tal vez esta pandemia y la crisis económica, sea la oportunidad para Europa.
Encuentro sobre el papa Francisco: su liderazgo mundial en la crisis del coronavirus
El título fue “El liderazgo de Francisco en tiempo de coronavirus” en un diálogo del escritor inglés Austen Ivereigh con el rafaelino Alejandro Bonet, ante unas 500 personas de América Latina.