Encuentro de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo

Cristianos rezan por la reconciliación en el Luna Park de Buenos Aires (Argentina).

BUENOS AIRES, lunes, 4 mayo 2009 (ZENIT.org-Aica).- Unos 6.000 cristianos de toda Argentina participaron en el estadio Luna Park de Buenos Aires, del V Encuentro de la Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo (C.R.E.C.E.S.), que fue considerado como «una verdadera fiesta de encuentro y reconciliación».

Católicos y evangélicos fueron parte de una experiencia ecuménica que desde hace seis años convoca cada vez a más personas en torno de un mismo objetivo: «vivir y compartir la fe en Jesucristo y ser testimonio de amor y reconciliación».

Desde temprano, antes de las 9 de la mañana, las cuadras que rodean el estadio estaban repletas de jóvenes que se preparaban para ser parte de la reunión, con cánticos y guitarras.

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio S.J., participó de la jornada, como ya lo hizo en otras oportunidades. «Hoy te pedimos que nos reconcilies. Perdoná nuestros pecados de división, envidia, celos y soberbia. Hacénos crecer como hermanos. Que podamos construir una nación reconciliada y que nuestras diferencias no sean belicosas», rezó el purpurado, ante una asamblea que festejó el mensaje tanto de pastores como de sacerdotes.

Kim Phuc, protagonista de una foto histórica que la muestra como una niña desnuda que escapa corriendo de un bombardeo en una aldea de Vietnam en 1972, fue una de las oradoras invitadas y su presentación se constituyó en un testimonio vivo de reconciliación y de cómo desde la fe se puede perdonar aun a aquellos que le causan tremendo daño a una persona.

Cuando tenía 9 años, el efecto de las bombas con napalm le ocasionaron quemaduras de tercer grado en el 65% de su cuerpo, pero diez años más tarde, Kim conoció a Jesucristo y está convencida de que fue su fe en Él lo que le permitió sobrellevar todo lo que vino después.

«Aprendí a perdonar a mis enemigos», dijo ante una audiencia que siguió alternando silencio, aplausos y mucha emoción cada una de sus palabras. La experiencia fue más profunda cuando, en 1998, Kim Phuc se enfrentó ante el piloto norteamericano que había ordenado los bombardeos que le cambiaron la vida, que le pidió perdón. «Yo conocía el perdón, pero ese día experimenté la reconciliación», dijo Phuc.

«Es un ejemplo vivo de cómo sabe perdonar y cómo se reconcilia un cristiano», dijo el cardenal Bergoglio, antes de rezar por esta vietnamita que abrazó la nacionalidad canadiense.

Llamado de sacerdotes y pastores

El llamado al perdón y a la unidad, que invita a dejar atrás las diferencias, estuvo presente en los mensajes de los distintos oradores. También en el documento conjunto que emitieron pastores y sacerdotes de C.R.E.C.E.S., que en algunos tramos estuvo dirigido a las autoridades y a quienes están en las esferas del poder.

«La reconciliación tiene una dimensión política. Llamamos a la clase política argentina a terminar con los antagonismos, con los discursos que enfrentan y dividen, con los modelos clasistas de derecha, de izquierda, de centro o de cualquier ideología que excluya a los otros. Les rogamos a los señores políticos oficialistas y de la oposición que sean conscientes de la gravedad de la hora y que antes y después del 28 de junio, concierten, acuerden», dijo el pastor Carlos Mraida, responsable de leer el documento «Mensaje al país: Llamado a la reconciliación». Sus palabras despertaron el aplauso instantáneo del auditorio.

«Los llamamos a la reconciliación. Acuerden grandes políticas de seguridad, de derrota de la pobreza y de la marginalidad, de educación, de justicia, de salud. Por favor: represéntennos. Les rogamos a los señores dirigentes de todas las líneas políticas que se reconcilien con los intereses de la gente. Si no lo hacen, si se profundizan las divisiones, el efecto bumerán se volverá sobre ustedes y otra vez oiremos el desesperado e improductivo grito popular: ‘Que se vayan todos’. Por eso, los llamamos a la reconciliación, a la concertación, al acuerdo», continuó con el documento.

Sin barreras

Desde bien temprano, el escenario era un reflejo de la diversidad y de la unidad a la vez. «De las diferencias reconciliadas en Jesús», como deslizó alguno de los organizadores. Coros de distintas iglesias, pastores, obispos y sacerdotes unidos cantaron y oraron juntos.

Monseñor Joseph Grech, obispo de la diócesis católica de Sandhurst, Australia, miembro del I.C.C.R.S. (Servicio Internacional para la Renovación Carismática Católica, con sede en el Vaticano) fue el primer orador de la jornada.

«El lenguaje del Espíritu no tiene barreras, todos pertenecemos a la misma familia de Dios. Qué hermosa vista, porque yo no creo que en otra parte del mundo se vea una familia como ésta. Esto es un gesto profético. También quiero agradecer a las personas que en sitios de responsabilidades y poder toman la decisión de acompañar al Espíritu Santo. La obra de Dios no puede ser encadenada. Escoge personas que te ayuden. Yo tengo que tener amigos valientes, mis amigos me van a llevar a Jesús», dijo el prelado. La asamblea acompañó con una oración: «Yo creo en Jesús, el Señor, Él vive en mí».

Más tarde fue el turno del pastor Omar Cabrera Junior, presidente de la Iglesia Visión de Futuro de Argentina. «Vamos a llenar la Argentina del amor del Señor. La combinación del poder de Dios y del amor de Dios hace milagros, trae sanidad y salvación», dijo.

La niña de la foto, 37 años después

El testimonio de Kim Phuc no sólo conmovió, sino que inspiró. «Algunas veces algo terrible puede suceder en nuestras vidas y puede ayudarnos a ser más fuertes, aunque duela tanto. El napalm es un dolor inimaginable. Pasé 14 meses en el hospital y 17 operaciones. Muchas veces estuve a punto de morir. Estaba sola y aislada. De algún modo sobreviví y encontré fuerzas. Un día, mirando el cielo pregunté: ‘¿Dios, eres verdadero?’. Por favor, ayúdame. Y Dios atendió mi oración», dijo Kim ante un auditorio perplejo.

«Hoy sigo teniendo muchas cicatrices y dolores, pero mi corazón está limpio. Así comprendí el valor del dolor, de mi sufrimiento: Podría ayudar a otros. Empecé a ayudar a los niños que son víctimas en el mundo de la guerra, con su violencia y falta de amor. La niña que fui está lista para dar nuevas esperanzas. Habiendo conocido la guerra, pude conocer el valor de la paz. Habiendo conocido el control comunista, conozco el valor de la libertad. Habiendo vivido el dolor, ahora conozco el amor. Habiendo vivido en pobreza y sin tener nada, ahora sé el valor de tenerlo todo. Habiendo vivido con temor, ahora conozco el valor de la fe y del perdón. Me di cuenta de que no podía escapar de la foto, podía trabajar con ella por la paz. La niña ya no corre, vuela».

El cardenal Bergoglio, como la mayoría de los presentes, quedó conmovido por el relato de Kim Phuc. De hecho, cuando se levantó una ofrenda a beneficio de la fundación que dirige Kim Phuc, que trabaja con niños víctimas de las guerras en todo el mundo, se recaudaron más de 42.000 pesos, un reloj y un anillo de oro.

Descubrir a Jesús vivo

«¿Qué es lo que posibilitó que Kim Phuc pudiera hacer todo este camino de purificación?», preguntó el cardenal. «Lo que le hizo a esta mujer cambiar de actitud fue descubrir al Jesús que está vivo. Purifiquemos nuestra memoria. Volvamos a la Galilea del primer encuentro. Él está vivo y si está vivo es capaz de cambiar la vida. Cómo nos cuesta aceptar que Cristo resucitó. En el evangelio de Marcos, capítulo 16, las mujeres estaban preocupadas por quién iba a removerles la piedra. Y nosotros vamos buscando personas para que nos muevan las piedras. Buscamos cintas rojas, plantamos ruda macho… y nos convertimos en cristianos fabricadores de tristezas, porque Cristo no ha resucitado en nuestros corazones. Preferimos darle cabida a los problemas porque pensamos que podemos solucionarlos y nos enredamos en ellos. El mensaje fuerte hoy es no buscar entre los muertos al que está vivo», finalizó el arzobispo de Buenos Aires.

Arte y fe

El grupo «Triju» -Juventud Trinitaria-representó una obra en el escenario del Luna Park en la que el eje argumental tiene como protagonista al joven y las tentaciones que vive hoy.

Brenda, Ornella y Carola -integrantes del equipo- dijeron que «en escena pusimos a un Jesús cautivador y aparecen tentaciones en la vida del joven». Mariano, Pablo y Luján -todos también tan jóvenes como sus personajes- detallaron las tentaciones: «la cultura de la imagen, el dios-dinero, la ambición, la fugacidad en las relaciones adolescentes y el descontrol, el flagelo del alcohol y la droga como vías rápidas hacia la autodestrucción». Al terminar la obra una frase nos conduce hacia las posibles soluciones: se pide a los líderes religiosos que abran los templos y las iglesias a los jóvenes, que siempre tengan un lugar en nuestras comunidades.

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