Por Guillermo Briggiler.- Desde que el abogado y político, devenido en ministro de hacienda, Sergio Massa, se hizo cargo de la cartera más importante y emblemática en nuestro país, nos preguntamos cuál es el rumbo que nuestra economía estaría tomando. No caben dudas que el objetivo del funcionario, poco capacitado para el cargo, esto no lo decimos nosotros sino su currículo vitae, era lograr una buena gestión y encarar en punta como presidenciable en la actual coalición gobernante.
No hay dudas que estaba capacitado para la tranza política, por lo que los acuerdos que llevó adelante con el FMI y con los bancos y aseguradoras, para la deuda externa y la deuda interna, respectivamente fueron exitosos. Respecto del Fondo Monetario, este necesita que Argentina cumpla con los compromisos asumidos, en especial teniendo en cuenta que le dieron hace apenas unos años, el préstamo más grande que otorgó dicha institución, por lo que sería un desprestigio muy grande que el país incumpla. Como nuestro ministro lo sabe, logró recientemente renegociar las condiciones y flexibilizar las mismas.
En el pasado lo había hecho con “contabilidad creativa”, ahora las flexibilizan, en fin, nunca cumplimos con el acuerdo que era principalmente, acumular reservas, bajar el déficit fiscal y tener tasas financieras positivas respecto de la inflación. La suba tímida de tres puntos de la tasa de plazo fijo anunciada el jueves, va en razón de esta última meta del acuerdo.
También había grandes vencimientos de deuda interna, bonos y letras de liquidez, en propiedad principalmente de los bancos y las aseguradoras. No solo eran importantes, sino que se amontonaban en sus vencimientos alrededor de las elecciones de este año, por lo que era necesario -y así se hizo- reprogramar los vencimientos hacia el año próximo. Se logró reprogramar más de la mitad, pero capitalizando un interés altísimo y sin pagar nada de capital, por lo que la bola de nieve va creciendo a medida que devengan los intereses.
Conjuntamente con Massa llegaron sus “massitas”, uno de ellos, secretario de Comercio Interior, Matías Tombolini, que dio guerra a la inflación mediante una herramienta vetusta y fracasada, pero fácil de entender para quienes no conocen economía: los acuerdos de precios. Estos llevaron la inflación a los tres dígitos. Lo sorprendente es que Tombolini es economista, por lo que tenemos dos opciones, o se olvidó lo aprendido y predicado hasta la llegada a la función pública, o prefirió atornillarse en el puesto, para no enfrentar a los políticos que le pedían esta medida, a pesar de conocer que el camino era el fracaso. Ahora, ese revés es de él y de quienes propusieron la medida, pero la pagan todos los argentinos.
Lo que logró hasta el momento el ministro de Economía y otra de sus massitas, el secretario de Programación Económica -una especie de viceministro de Economía- Gabriel Rubinstein, es financiar el gasto público con deuda que tomaron principalmente los bancos. Se emitió a tambor batiente, y luego se absorbió este circulante para evitar una escalada inflacionaria mayor, vía Lelic. La suscripción de estas Letras de Liquidez se realiza con dinero que poseen las entidades financieras, pero atención, este dinero es obtenido por los bancos por medio de los depósitos que los ahorristas dejan en los mismos. Estos depósitos son la materia prima de los préstamos que, al virar a financiar al sector público, dejó sin crédito a los privados, ya sea para consumo o para inversión y con la nueva suba de tasas encarece tanto el financiamiento al sector público como a los privados.
Massa y sus massitas, importantes economistas devenidos en insignificantes galletitas, terminarán devorados por una economía que clama por soluciones serias, estudiadas y permanentes, mientras que la inflación, de tres dígitos, deja a los argentinos sin poder elegir que comer.
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Fuente: https://diariolaopinion.com.ar