Por Ernesto Gaspar Francisco Luna.- Elevo una oración en su querida memoria y por la cristiana resignación de familiares, amigos y los peregrinos a la patria celestial.
«El Señor viene!» (1 Corintios 16, 22). «Amén! Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22, 20). «Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos» (1 Corintios 15, 20).
Emilio José Grande fue un hombre ejemplar y puede decir con el apóstol San Pablo: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día» (2 Timoteo 4, 7-8).
El talento recibido le permitió desempeñar cargos relevantes en todos los ámbitos de su vida. En su profesión de periodista fue un hombre respetado y apreciado por sus colegas, como directivo de ADEPA y sería interminable mencionar su trayectoria por sus innumerables contactos con los protagonistas de entidades intermedias, a las que apreciaba como semillero de dirigentes y garantía de nuestras libertades.
Todos los actores sociales conocían a Don Emilio José: la banca, el comercio, la industria, la producción, el consumo, la ciencia, la educación, la tecnología, el deporte, la cultura, la salud…
El estaba convencido de la imperiosa necesidad de la evangelización de los nuevos aerópagos en la cultura y civilización de la «aldea global». Compartíamos el respeto por él, sano pluralismo de las ideas y el ecumenismo religioso.
Valoraba la docencia universitaria, a él le debo los consejos fraternos, ánimo y confianza en Dios para la continuidad de mi participación en la vida académica y en tantas otras cuando estaba decayendo mi salud.
Emilio José Grande era una persona con vocación, por el servicio con estilo de vida democrático, como un contenido ético de la república en el marco de la Constitución de la Nación Argentina. De esto hablamos y publicó de mi autoría, en el diario La Opinión, «Premoniciones de Fray Esquiú» y entre otras numerosas notas «Una vida ejemplar» referida a Monseñor Vicente Faustino Zazpe. En momentos en que la Patria busca su futuro y es responsabilidad de todos cooperar a la paz y bien…!
Pero deseo resaltar que mi buen amigo, Don Emilio José Grande, fue un enamorado y para ello hay que meditar en el «Poema en honor a la mujer perfecta» del Libro de los Proverbios (31, 10-31). Emilio José Grande la encontró, se llamaba María Yvete Actis.
El sacramento del matrimonio (5/10/1953) fue una «gracia para la perfección humana» de ambos y fundaron una familia: iglesia doméstica, camino de santidad, foco de acción apostólica, educadora en la fe, formadora de personas, promotora del desarrollo humano e integral.
Podría decir con palabras de San Pablo que «todo es de ustedes (queridos Emilio José y señora) pero ustedes son de Cristo» (1 Corintios 3, 23). Ustedes se encuentran entre «los grandes héroes de la fe» (Hebreos 11 y siguientes). «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes» (2 Corintios 13, 13) en vuestra familia.
Querido amigo Emilio Oscar Grande sos quien recibe este testimonio para todos tus familiares. De las tres virtudes teologales, «el don más excelente es el amor » (1 Corintios 13, 1-13). Y vuestra familia es un elocuente testimonio de «empatía y generador de resiliencia».
Adiós…! mi querido y buen amigo Emilio José Grande, mi respeto, admiración, gratitud. Que tu santo ángel de la guarda, el glorioso patriarca San José, la Virgen Nuestra Señora del Carmen te ayuden a decir «Amén»! Jesucristo mismo es él, «Amén» (Apocalipsis 3, 14; 2 Corintios 1, 20). «Por El, con El, a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos de los siglos. Amén»!
El autor es de la ciudad de San Javier, pero desarrolló su vida en la ciudad de Santa Fe. Fue docente universitario en las ciudades de Rafaela (UCSE DAR), Santa Fe y Buenos Aires.