La confirmación del gobierno nacional del faraónico y alocado proyecto del «tren bala» que uniría Buenos Aires con Rosario, con proyección hacia la capital mediterránea, no llama la atención en el contexto de la actual «realidad nacional». Lo que sí sorprende es que pocas horas antes la prensa reseñaba la negativa del gobierno provincial y municipal de sumarse a tal aventura.
Se supone que habrán existido argumentos convincentes para que el gobernador y el intendente –muy rápido– hayan cambiado de idea, dejando de lado argumentos racionales y preguntas sin respuesta… Algunas de ellas son:
¿Es sostenible un proyecto que demandará una inversión cercana a los tres mil millones de dólares y que de concretarse beneficiará a los sectores más pudientes de la población ya que los costos de circulación serán enormes, teniendo en cuenta que el pésimo sistema de transporte de trenes que traslada a los porteños como ganado está fuertemente subsidiado?
¿Es coherente que se pretenda instrumentar tal proyecto cuando la anhelada autopista Rosario-Córdoba lleva nueve años de atraso, ya que debía haberse terminado en 1999 y aún falta el treinta por ciento de la misma conexión vial, donde se producen cientos de accidentes de gravedad?
¿Puede resultar lógica tamaña inversión cuando no hay recursos para la remodelación de la avenida de Circunvalación, prometida en esta ciudad hace cuatro años por el entonces presidente Kirchner, y donde también los accidentes están a la orden del día?
¿No es más lógico encarar una gran obra de infraestructura con el objetivo de desarrollar un sistema logístico para la estadía de camiones de carga de cereal, que en un número que supera el millón al año acampan en las inmediaciones de Rosario con las incomodidades, inseguridades y pérdidas millonarias por las demoras en las cargas con destino a ultramar?
¿No será esta una variable para justificar la expropiación de la renta agraria que sufre la provincia de Santa Fe a través de las confiscatorias retenciones?
¿No debería el gobierno de Santa Fe presentar un proyecto alternativo de obras e infraestructura que podría modificar el mapa vial y ferroviario de la provincia llevando progreso y bienestar a todos los rincones de nuestro territorio satisfaciendo anhelos, ya inciertos, de miles de habitantes?
¿No podría la ciudad de Rosario desterrar los desagües a cielo abierto que flagelan a miles de personas, para darles una vida más moderna y placentera con un simple sistema cloacal del que carecen?
¿No podría aplicarse un mínimo de tales recursos para construir cárceles adecuadas o para dotar de seguridad a los ciudadanos cada vez más indefensos, para construir escuelas y hospitales y pagarles salarios dignos a nuestros médicos, policías y maestros, y combatir científicamente el flagelo de la droga y sus funestas consecuencias?
¿No podría terminarse el nuevo Heca, exhibido con bengalas y fanfarrias poco antes de las elecciones, y que aún permanece inactivo y cerrado?
Finalmente, aguzando un poco la imaginación, podría vincularse el proyecto del «tren fantástico» con los veinte mil millones de dólares que los chinos nos traían allá por el comienzo del reinado de Kirchner 1º… ¿Por qué no?
(*) Ex concejal y ex candidato a intendente de Rosario
Fuente: diario La Capital, Rosario, 26 de enero de 2008.