Por Rafael Braun.- El nombre de Francisco no sólo es nuevo en la historia del papado, sino un ejemplo por tres santos: Francisco de Asís, Francisco Javier y Francisco de Sales. Como arzobispo de Buenos Aires, una de las grandes preocupaciones del Papa fue “la trampa de la clericalización”. El período que ha comenzado el 11 de febrero y ha concluido el 13 de marzo será un mes histórico para la Iglesia. Es el comienzo del tercer milenio, que arrancó con la fiesta de la Virgen de Lourdes y concluyó en la inauguración del papado de Francisco el 19 de marzo, fiesta de San José, patrono de la Iglesia universal. A mi juicio, la renuncia de Benedicto XVI y la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como obispo de Roma, y por lo tanto Papa, son dos acontecimientos que bien pueden ser considerados como inspirados por el Espíritu Santo, como lo fue en su momento la convocatoria al Concilio Vaticano II por Juan XXIII.
El editorial del mes de marzo de Criterio –“Los caminos que abre una renuncia”– ha querido interpretar una conducta totalmente original. De aquí en más, todo papa que llegue a la ancianidad discernirá si sus fuerzas físicas, psíquicas y espirituales le permitirán ejercer la misión con lucidez, o querrá cumplir hasta la muerte su mandato aunque el pastoreo quedara en manos de la curia. Estamos frente a una novedad muy importante.
La elección del arzobispo de Buenos Aires como nuevo obispo de Roma contiene varias novedades. Por orden de importancia señalaría que es la primera vez que el Papa no proviene de Europa. Los 500 años de evangelización en América han sido considerados, a mi parecer, como una colonia eclesial dependiente de Europa. La elección de un arzobispo latinoamericano que proviene “del fin del mundo” marca el reconocimiento de la madurez de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, como lo demuestran las conferencias episcopales de Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. En adelante pienso que viviremos con más autonomía y más comunión con Roma.
Francisco es el primer Papa jesuita. Una orden totalmente original en su creación en el siglo XVI, y que desde el comienzo marcó con su sello la evangelización de América y de Oriente. Y por último, Francisco es un nuevo nombre. Atreverse a elegir un nuevo nombre es un signo de madurez y de visión del futuro. ¿Qué significado puede tener la decisión del cardenal Bergoglio de adoptar el nombre de Francisco?
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La primera respuesta ha sido evocar la figura de san Francisco de Asís. Nuestro ex arzobispo no cejó un instante de denunciar la exclusión. Francisco tuvo un encuentro fuera de los muros de Asís con un leproso –excluido de la ciudad– a quien, bajándose del caballo, le besó la mano. Fue el momento decisivo de su conversión. Los excluidos de nuestros tiempos son múltiples, pero entre ellos podemos señalar el tráfico de la droga, la trata de mujeres, la prostitución de niños y niñas, la falta de trabajo, los que viven en la calle y tantos más. La exclusión no es sólo la pobreza, es la negación de la dignidad de las personas, imagen y semejanza de Dios.
Para ilustrar la visión de Francisco de Asís nada mejor que escucharlo: “No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin”.
Como buen jesuita, Bergoglio tiene también en su corazón a san Francisco Javier. En 1541 fue a evangelizar a la India y el Japón, y luego de diez años fallece en una isla de China. Dice en una carta: “Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad”. Bergoglio estuvo al frente de la comisión redactora del Documento de Aparecida,cuya introducción dice: “La acción evangelizadora de la Iglesia, llamada a hacer de todos sus miembros discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida”. Pienso que la enorme riqueza de dicho Documento va a ser una fuente de inspiración para el papa Francisco, porque siempre sostuvo entre nosotros que había que salir al encuentro de los alejados. Ser discípulos y misioneros.
Por último, quiero traer a otro Francisco, san Francisco de Sales. Su Introducción a la vida devota es la carta magna de la espiritualidad laical. Escuchemos: “La devoción se ha de ejercitar de diversas maneras, según que se trate de una persona noble o de un obrero, de un criado o de un príncipe, de una viuda o de una joven soltera, o bien de una mujer casada… ¿sería lógico que los obispos quisieran vivir entregados a la soledad, al modo de los cartujos; que los casados no se preocuparan de aumentar su peculio más que los religiosos capuchinos; que un obrero se pasara el día en la iglesia, como un religioso…? Una tal devoción ¿por ventura no sería algo ridículo, desordenado e inadmisible?”. A fines de 2012 Bergoglio respondió a una entrevista de AICA. Una de las preguntas fue: ¿Cómo ve a los laicos en la Argentina? Parte de la respuesta es lo siguiente: “Hay un problema, lo dije otras veces: la tentación de la clericalización. Los curas tendemos a clericalizar a los laicos. No nos damos cuenta pero es como contagiar lo nuestro. Y los laicos –no todos pero muchos– nos piden de rodillas que los clericalicemos porque es más cómodo ser monaguillo que protagonista de un camino laical. No tenemos que entrar en esa trampa, es una complicidad pecadora. Ni clericalizar ni pedir ser clericalizado”.
Francisco de Asís no quiso ser sacerdote. Francisco Javier aceptó ser enviado como misionero. Francisco de Sales fue un antecesor del capítulo 5 de Lumen Gentium titulado “Universal vocación a la santidad en la Iglesia”. El nombre de Francisco no sólo es nuevo en la historia, sino un ejemplo por los tres santos evocados. La Iglesia tiene sed de ejemplaridad, de sencillez, humildad y pureza. Demos gracias al Señor por abrir las puertas a un nuevo tiempo de salvación.
El significado de un nombre
Francisco de Asís no quiso ser sacerdote. Francisco Javier aceptó ser enviado como misionero. Francisco de Sales fue un antecesor del capítulo 5 de Lumen Gentium titulado “Universal vocación a la santidad en la Iglesia”. El nombre de Francisco no sólo es nuevo en la historia, sino un ejemplo por los tres santos evocados. La Iglesia tiene sed de ejemplaridad, de sencillez, humildad y pureza.Por Rafael Braun (Buenos Aires)