El país que viene después de los votos

Por Joaquín Morales Solá

Sólo faltan cuatro días hábiles para que, por fin, termine. En la noche del próximo jueves habrá concluido la campaña electoral más larga y tediosa que se recuerde. A golpes de atracos verbales, sin ideas nuevas ni viejas, ningún candidato hizo un aporte que se precie de tal. ¿Volverán el día siguiente al país corpóreo?
Néstor Kirchner aprovechó las últimas horas para arreglar algunas cosas con España y para seguir desarreglando otras con Francia. El excesivo exitismo que lo llevó a Madrid tuvo, como suele suceder, un resultado más módico. El maltrato presidencial al embajador francés, Francis Lott, provocó, en cambio, un espasmo de preocupación en el cuerpo diplomático acreditado en Buenos Aires.
Tampoco es habitual que un presidente se encarame en el púlpito de la principal basílica del país para pedirle a la gente que lo vote. Pero es menos habitual aún que, desde ese mismo lugar, les reprochara a los obispos católicos la complicidad con «el genocidio», en alusión a la actitud de algunos prelados durante la dictadura militar. Aquellos prelados ya no están y la Iglesia hizo dos autocríticas públicas, una en la década del ochenta y otra en la del noventa. La corporación política no hizo ninguna. ¿Para qué fue Kirchner a Luján si lo incomodaba tanto?
Un día antes de viajar a Madrid, un cable de la agencia oficial Telam calificó el descubrimiento de América por España como «el genocidio» más grande de la humanidad. No hubo ninguna referencia al contexto de la época, a esa revelación, quizá la más importante del hombre, ni al progreso que significó el primer intento de globalizar el mundo.
¿Se habrá enterado el rey Juan Carlos de las ideas que frecuentan los amigos de Kirchner? Sólo ayer Cristina Kirchner comenzó a rectificarlas, con gestos más que con palabras. El mismo día que los periodistas del presidente despachaban esas opiniones, Ricardo Lagos participaba de los actos del 12 de octubre, en Madrid, al lado del rey de España. Ese mismo día, también, Hugo Chávez repetía los mismos conceptos de Telam durante un acto en Venezuela.
¿Está Kirchner más cerca de Chávez que de Lagos, Lula y Tabaré Vázquez? La pregunta, que se hacen en el exterior, se refiere a las formas y no al fondo de las cosas; Kirchner, que detesta que lo comparen con el líder caraqueño, no ha roto con el sistema político que lo aupó.
Las negociaciones para venderle a Chávez un reactor nuclear no aclaran el panorama. Lo complican, más bien. Washington no ha hecho ninguna presión sobre el gobierno argentino. A nosotros nos preocupa Chávez, no la Argentina, señalaron, lacónicos, en Washington. Sin embargo, los norteamericanos seguirán de cerca el caso. Quieren aclarar algunas dudas. Por ejemplo: ¿para qué quiere Chávez un reactor nuclear (que puede servir, si se lo usa pacíficamente, para generar energía) cuando tiene petróleo y ríos caudalosos como para levantar centrales hidroeléctricas?
Lott explicó su zamarreado discurso en la cancillería y entregó copias de éste en español y en francés; subrayó públicamente que nunca quiso agraviar a Kirchner ni a su gobierno y precisó que sus reflexiones fueron hechas durante una reunión privada, ante un grupo reducido de compatriotas suyos, donde puso énfasis en las coincidencias políticas de los dos gobiernos. El canciller Bielsa dio por terminado el hecho, un día antes de que el Presidente convirtiera a Lott en carne de tribuna. ¿Qué pasó en el medio? Nada. Peor aún: el embajador francés le pidió a Cristina Kirchner una entrevista, no bien ella se despachó contra el diplomático, para explicarle el sentido de sus palabras. Nunca tuvo respuesta. Pero hubo respuesta: consistió en el párrafo amenazante de su esposo en el que advirtió que fue mejor que le replicara ella y no él. El cuerpo diplomático acreditado en Buenos Aires pegó entonces un notable respingo. Eso no se hace en el mundo.
Francia es miembro del G-7 y apoyó a la Argentina cuando eran muy pocas las naciones que la apoyaban. Jacques Chirac nunca lo esquivó a Kirchner, aunque todavía no sabe para qué lo visitó la última vez, en enero último. Parece haber prevalecido sólo el interés presidencial por la campaña argentina.
El discurso contra Lott tuvo dos malas consecuencias: obliga al gobierno francés a respaldar a su embajador, empalideciendo cualquier mensaje conciliador, y complica las negociaciones con la española Aguas de Barcelona por el destino final de la provisión de agua potable. El gobierno hizo una permanente diferencia semántica entre Suez y Aguas de Barcelona, pero ambas empresas son socias en el mundo y en la Argentina.
Directivos de la empresa catalana están seducidos, en forma personal, por el negocio que podría resultar de atender las necesidades de 10 millones de argentinos. Pero reclaman una condición: que no los obliguen a distanciarse de los franceses, sus socios estratégicos en el mundo. Reclaman también orden y serenidad para una transición que es, por ahora, desordenada y caótica. Los franceses ya les han hecho saber a los españoles cierto desagrado por sus acercamientos con Kirchner.
Kirchner y su ministro De Vido viajaron a Madrid con la ilusión de que los españoles se comprometerían a ser los nuevos dueños de Aguas Argentinas y a quedarse en el país. Les anunciaron, en cambio, que se irán y que se quedarán sólo un tiempo, el suficiente como para que no falte agua potable. Este último compromiso lo consiguió Rodríguez Zapatero en el instante agónico. Podrían quedarse definitivamente si Kirchner reordenara su discurso hacia Aguas Argentinas, si la transición fuera mejor y si los eventuales socios argentinos, sobre todo financieros, los acompañaran.
Rodríguez Zapatero es un célebre creador de frases galantes. Le dedicó varias a Kirchner, aunque podrían ser las últimas que le regala sin recompensa. Siente una simpatía especial por el Presidente y por su país, pero a pocos pasos de él, los españoles están preocupados por la situación de sus otras empresas en la Argentina. El tiempo pasa, los intermediarios cambian o se multiplican, pero las soluciones se demoran en llegar. No hay conclusiones prácticas, explicaron en Madrid. Las cosas podrían complicarse en los próximos meses si continuaran las dilaciones.
De hecho, el preanunciado acuerdo con Telefónica, que debía divulgarse durante la estadía presidencial en España, no sucedió. Otra vez hubo sugerencias para un acuerdo secreto sobre el futuro régimen tarifario, como ocurrió con Aguas Argentinas.
Hubo, sí, la intención de firmar, más adelante, un tratado de alianza estratégica con España. ¿No era la firma de ese tratado lo que se había anunciado para este viaje? Los borradores no estaban listos; no se precisó si fue por culpa de la campaña argentina, que anestesió a la cancillería, o si Rodríguez Zapatero tampoco quiso hacer una diferencia tan notable entre Kirchner y la treintena de presidentes latinoamericanos reunidos en Salamanca.
Las futuras tarifas son las que unen a todos los conflictos con las empresas de servicios públicos. El problema aparecerá en el despacho presidencial luego de las elecciones. Más cerca en el tiempo, la pugna salarial parece haberse desatado mientras los índices inflacionarios tocan las barbas del gobierno. ¿Qué hacer entonces?
Hubo sigilosos viajes a Madrid en los últimos tiempos (entre otros, de Hugo Moyano y Héctor Méndez, lideres de los sindicatos y de los empresarios, respectivamente) para investigar la experiencia española en materia de pactos económicos y sociales, como el que se firmó en la transición democrática. La cumbre iberoamericana creó también un consejo económico y social que estará integrado por representantes del capital y del trabajo.
Todos ellos están hurgando en la posibilidad de escribir aquí un acuerdo breve. Contemplaría aumentos selectivos de tarifas (para dejar de subsidiar a los sectores más pudientes de la sociedad) y cierta moderación de los reclamos salariales, a cambio de la inclusión social de las franjas sociales más pobres y desahuciadas.
¿Sabrá Kirchner bajar de la tribuna y caminar hacia el consenso? Con sus ganas o con sus desganas, necesitará de esos acuerdos cuando haya sucedido la victoria anunciada.

Joaquín Morales Solá

Fuente: diario La Nación, 16 de octubre de 2005.

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