En el marco del inicio del tiempo litúrgico de la cuaresma con el «miércoles de cenizas» (son 40 días antes de la Pascua), el obispo de la diócesis de Rafaela Pedro Torres comunicó la carta pastoral a la familia diocesana bajo el título: «Volvamos a Jesús, la palabra de amor del Padre y en Él renovemos la escucha, la alegría y la esperanza».
A continuación, las partes más importantes del mensaje de Torres:
Jesús resucitado, luz y vida del mundo, como un peregrino más, sale al cruce de los discípulos que vuelven a Emaús; de modo que pueda cargar con la historia de cualquier hombre o mujer que se vea reflejado en su caminar. Ellos van con «el semblante triste» y Jesús sabe reconocerlo en sus rostros. Rompe toda distancia, se hace cercano aunque no lo reconozcan. Dialoga, pregunta, invita a sacar del corazón lo que aflige para ayudarles a reconocer el malestar que cargan. Pregunta para que el corazón afligido pueda expresar el malestar que le aqueja, como la vez en la que frente a la evidente necesidad del ciego, Jesús le pregunta «¿Qué quieres que haga por ti?». Para aquel hombre, haya sido el sentir que alguien pensaba en él, que se interesaba por su querer y sentir.
El resucitado ayuda a los peregrinos a desahogar el corazón, a contar su pena con la confianza de saberse escuchados. Los rescata de una simple queja, proponiéndoles un horizonte. Los ayuda a leer distinto lo que viven, desde una lectura pascual de su sufrimiento. Su palabra va sanando los corazones de los discípulos y dando nueva luz a lo vivido; sin pesimismos ni superficialidad, sin moralismos ni laxismos, ayuda a descubrir cada vivencia dentro del designio amoroso del Padre que nunca se aparta. Su palabra es la que consuela, ilumina y enciende la vida de quien le confía su vulnerable vida.
Los peregrinos lo descubren presente entre ellos y con esa experiencia sanante se lanzan nuevamente al camino, con los pies apresurados llevan la urgencia de compartir una alegre noticia que cambia la vida y reciben con fe el testimonio de quienes el Señor habló. Como peregrinos estamos invitados a escuchar la palabra viva que nos hace descubrir la historia de salvación.
En el camino pastoral diocesano, en 2024 pondremos énfasis en el objetivo específico 1 para responder al desafío que el Pueblo de Dios ha llamado «malestar y vulnerabilidad social». Lo hacemos partiendo de la experiencia agradecida del amor de Jesucristo que sigue caminando con nosotros para mostrarnos el rostro de un Dios que no es indiferente al sufrimiento de sus hijos. Las actitudes reflejadas en el objetivo específico 1 son: «Ir al encuentro de los hermanos, escuchar sin juzgar, acompañar sin cuestionar, amar sin preguntar y transmitir la alegría de la fe».
Debemos sumar las realidades que en estos años pusieron al descubierto y se acentuaron. La dolorosa experiencia de la pandemia, los límites y la debilidad que se expresa aún hoy. El Consejo Diocesano acercará unas fichas de trabajo que ayudarán a hacer memoria y completar la realidad a la que queremos responder con audacia y convicción.
Seguiremos viviendo el Sínodo, aportando nuestra vivencia, porque nuestra historia y deseos son portadores de una riqueza que queremos compartir con todos. Desde la experiencia de fraternidad en camino, viviremos este año discerniendo como pueblo de Dios lo que el Señor hizo con nosotros, nos salió al cruce en el camino, escuchando a los demás y cómo se les apareció el Resucitado. Juntos compartiendo la vida, discerniendo la voluntad de Dios para la Iglesia diocesana.
La «escucha» a la que estamos llamados es activa a quienes habitan las periferias geográficas y existenciales, y nos permita conmovernos frente a la realidad del hermano. Debemos preguntarnos desde lo individual y lo comunitario: ¿estamos en camino hacia las periferias?, ¿cuáles son nuestras periferias?, ¿estamos disponibles y en salida?, ¿estamos caminando como Iglesia sinodal en salida hacia las periferias?, ¿somos una Iglesia que se deja guiar por el Espíritu Santo?
El Papa recuerda en esta cuaresma que “A través del desierto Dios nos guía a la libertad”, invita a vivir como Iglesia que mira y se detiene ante la realidad del pueblo santo de Dios, está cercano a las comunidades, no permanece inmóvil, busca soluciones nuevas a problemas nuevos, está a la escucha del Espíritu y sale al encuentro de los hermanos.
El objetivo específico marca un modo y un estilo, el de Jesús: «sin juzgar, sin cuestionar, sin preguntar». Debemos redescubrirnos hijos amados y perdonados por el Padre misericordioso, y renovar la experiencia de ser rescatados por Jesús. Así, podremos «ir al encuentro de los hermanos, escuchar sin juzgar, acompañar sin cuestionar, amar sin preguntar y transmitir la alegría de la fe» (objetivo diocesano 1).
El 27 de diciembre pasado hemos celebrado la apertura del año jubilar del corazón de Jesús. En este camino jubilar deseamos vivir como Diócesis, salir al encuentro de los hermanos para escucharlos, acompañar sus vidas, amando y anunciando la alegría de la fe, el sincero trabajo espiritual de modelar nuestro corazón, cada día más parecido al corazón de Jesús.
La devoción del pueblo fiel de Dios permite encontrar la imagen del Sagrado Corazón en cada hogar, estampa, cuadro. El rostro de Jesús «manso y humilde de corazón» con el corazón traspasado de amor es la invitación a la confianza y a la imitación de sus sentimientos. La religiosidad popular ha conservado las simples palabras que se abren a la misericordia: «Sagrado corazón, en vos confío». Podemos retomar en el diario peregrinar para enseñar a los niños, que se vayan grabando en el corazón creyente y acompañen la vida siempre necesitada del abrazo tierno de Jesús que consuela y fortalece.
Este año será un kairós, un tiempo providencialmente oportuno para continuar plasmando en la vida personal y comunitaria lo que san Pablo VI invitaba a vivir como estilo de evangelización: «Hace falta, aun antes de hablar, escuchar la voz, el corazón del hombre, comprenderlo y respetarlo. El clima del diálogo es la amistad y el servicio».
Contemplar el corazón traspasado de Jesús es reconocer, como María al pie de la cruz, que todo dolor ha sido asumido por su dolor. Escuchar los clamores de los jóvenes, la inseguridad, los padres, las madres, los jubilados que viven con angustia la situación económica, los grandes espacios de la humanidad azotados por el fracaso de la guerra, del cambio climático. Trasfigurar el dolor por el amor orante, servicial y solidario. Cada uno pueda descubrir sus dones y posibilidades, viviendo en comunión con Dios y construyendo fraternidad.
El Papa utiliza el término «santos» para describir a personas generosas, justas, se toman en serio la vida cristiana y con la ayuda de Dios han correspondido al don recibido, y se dejaron transformar por la acción del Espíritu Santo, recibido en el bautismo. Estamos llamados a ser santos y la cuaresma es el tiempo que la Iglesia nos propone para preparar el corazón a fin de renovar nuestro bautismo. En la vigilia pascual se nos invita a renovar nuestro bautismo con el deseo de ser santos.
El 11 de febrero fue canonizada Mamá Antula, “caminante del Espíritu”, la madre espiritual de la Argentina, la primera mujer argentina reconocida como santa; una mujer que vivió en el siglo XVIII y trabajó con valentía e iniciativa para mantener viva la obra de los padres jesuitas tras su expulsión. Una santa evangelizadora del pueblo, que vio el maltrato de indios y esclavos. Fue una mujer que desafió las convenciones de su tiempo, llevando la palabra de Dios a través de los ejercicios espirituales.
Contemplar su testimonio para traducir en acciones concretas el deseo de escuchar a quienes viven sumidos en la dolorosa vulnerabilidad, los maltratados, los que sufren, los que están excluídos. La vida de la santa puede insinuar cómo hacer para que todos se sientan hermanos y amados por Dios. Imitarla ayudará a salir de las comodidades, seguridades y miedos, desafiando lo establecido para ir más allá, creciendo en la conciencia que somos instrumentos simples al servicio de la misión de Jesús.
La cuaresma irá moldeando el corazón para celebrar la Pascua; es un tiempo precioso para abrirnos a la escucha de la palabra de Dios y a la celebración eucarística que nos alimenta. La presencia de Jesús resucitado en su palabra y en la eucaristía regala el horizonte pascual de lo que vivimos, nos duele y nos hace sentir vulnerables frente a la realidad. Vivamos el bautismo como un pentecostés, seamos una Iglesia que se mueve, sale al encuentro, evangeliza con alegría, se sabe enviada y acompañada por el Señor de la historia.
Miércoles de cenizas
Con motivo del inicio de la cuaresma, habrá dos misas para la celebración del “miércoles de cenizas” en la Catedral San Rafael: a las 7:15 y 20:00 horas.