Premiar la ejemplaridad, aparte de ser un acto de justicia es también un modo de hacer camino. En realidad, la vida, que es un colador que clarifica, se mueve bajo ese trayecto de memoria purgante, de conciencia colectiva. El Museo del Holocausto de Jerusalén, recuerdo vivo de una gran tragedia histórica, ha vuelto a ser rememorada y conciliadora estampa, una vez ya depuradas todas las bilis de hostilidad, racismo e intolerancia, y merced al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2007 y al valor de Angela Merkel que lo ha presentado como lección troncal, disciplina a transmitir a las generaciones presentes, y a las futuras del futuro.
El Museo del Holocausto de Jerusalén es una ventana a la meditación que viene muy bien para estos tiempos en los que el caminante, o sea el hombre, a veces no se le considera el camino primero, que no es otro, que el de la salvaguardia y promoción de la dignidad de la persona y de sus derechos, en todas las etapas de su vida y en toda circunstancia política, social, económica o cultural. Todavía hoy se puede verificar el abismo que existe entre “los andares” reconocidos a nivel internacional en numerosos documentos, y “el andar” obligado, sin libertad ninguna. Por desgracia, son innumerables las personas, cuyos derechos son despreciados cruelmente. Este premio viene a refrendar la letra y el espíritu de los derechos humanos, o sea, “los andares” de la igual dignidad de toda persona.
La memoria de los seis millones de judíos víctimas del Holocausto nos deja sin palabras. El silencio nos evoca una riada de llantos. El respeto a la vida no tiene precio. Es bueno recordar, claro que sí, sobre todo para que se desgasten los males y el bien pueda respirar un poco más cada día. El ejercicio de la evocación, no debe ir vestido de venganza o como una bufanda de odio que nos ponemos por montera. Sólo un camino en paz, con sombras de justicia para todos, puede evitar que se repitan los tropiezos, las zancadillas, los terribles golpes de muerte.
El planeta no está en horas bajas por las víboras vestidas de personas, sino por aquellos lagartos de pajarita que permiten la maldad. De entrada, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación español se ha apresurado a ratificar que confía en que este galardón permita difundir en España y en el mundo la labor extraordinaria de esta institución, (Yad Vashem-Autoridad para la Memoria de los Mártires y Héroes del Holocausto), que ha sabido conferir a la memoria y a la enseñanza del Holocausto de una gran fuerza moral sobre la que sustentar la inalienable dignidad del ser humano, con independencia de su origen o condición. Sin duda, la resonancia de este prestigioso premio a la Concordia, nos hará sentir un poco más humanos ante la advertencia que nos llega de las víctimas del Holocausto y de su cruel testimonio. Toda una lección para el tiempo presente, con sus capítulos vitales: Que todo ser humano pueda vivir porque el bien común gobierna, seguir la voz de su conciencia, adherirse a la religión que elija…; en suma, que no tenga miedo a la sociedad a la que pertenece porque la sociedad le protege.
Víctor Corcoba Herrero
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El autor vive en Granada (España).