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El mito del Papa de Hitler: cómo Pío XII salvó a los judíos de los nazis

Según este historiador judío y rabino, Pío XII salvó más vidas de judíos que cualquier otra persona y pide que se le otorgue el título "Justo entre las Naciones" , en reconocimiento por lo que hizo en defensa de los judíos durante la segunda guerra mundial, título que atribuye el Instituto "Yad Vashem" de Jerusalén.Por David G. Dalin

Según el historiador judío y rabino, David G. Dalin, Pío XII salvó más vidas de judíos que cualquier otra persona y pide que se le otorgue el título «Justo entre las Naciones» , en reconocimiento por lo que hizo en defensa de los judíos durante la segunda guerra mundial, título que atribuye el Instituto «Yad Vashem» de Jerusalén.
La obra demuestra que muchos papas, a lo largo de la historia, defendieron y protegieron a los judíos de acusaciones y persecuciones, relata además muchas historias sobre cómo el Papa Eugenio Pacelli salvó a los judíos de la persecución nazi.

Hoy existe una fortísima corriente que se empeña en desacreditar a Pio XII ocultando los grandes esfuerzos que realizó para salvar judíos durante la II Guerra Mundial, esta injusta persecución comienza con la obra de teatro «El Vicario», de Rolf Hochhuth, que carece de cualquier valor histórico y lanza polémicas acusaciones.Luego, en 1999 el católico John Cornwell publicó «El Papa de Hitler» y Daniel Goldhagen, en 2002, presentó su libro «A Moral Reckoning», ambos con enfoques críticos sobre el papel desempeñado por el Papa.

Los detractores del Papa Pacelli, ignoran o eliminan el estudio iluminador, «Roma y los judíos» de Pinchas Lapide, cónsul general de Israel en Milán, que se había encontrado con muchos judíos italianos que sobrevivieron al Holocausto. Lapide documenta cómo Pío XII favoreció la salvación de al menos 700 mil judíos de manos de los nazis. Otro cálculo eleva la cifra a 860 mil.
Aporta también Dalin otros autorizadísimos estudios de autores judíos:
«Pio XII y los judíos», escrito en 1963 por Joseph Lichten, miembro de la Liga Antidifamación.

«Judaísmo húngaro y papado» de Jenö Levai, el historiador húngaro que, ante las acusaciones de silencio contra el Papa, escribió este trabajo en su defensa. .

«Informes, documentos y archivos de la Iglesia y el Estado», publicado en inglés en 1968, con una introducción de Robert M.W. Kempner, vicefiscal jefe estadounidense en el proceso de Nüremberg.

Los más recientes, los trabajos de sir Martin Gilbert, entre los más autorizados historiadores judíos en vida, biógrafo oficial de Wiston Churchill y autor de más de setenta libros sobre la segunda guerra mundial y la Shoá.

Gilbert relata todo lo que la Iglesia católica hizo en defensa de los judíos, oponiéndose al racismo y al nazismo, y afirma que «Pío XII debería ser elogiado y no censurado».

Además, los actuales «revisionistas críticos» de Pio XII, manipulan el juicio histórico, es decir, el reconocimiento dado a Pío XII por sus contemporáneos, entre los que se encuentra el Premio Nobel Einstein, el rabino jefe de Israel Isaac Herzog, los primeros ministros Golda Meir y Moshe Sharett, y en Italia personas como Raffaele Cantoni, que en aquella época era presidente de la Unión de las comunidades judías italianas. Pero se pueden hojear también muchos artículos publicados en el «Jewish Advocate» de Boston, en el «London Times» y, en varias ocasiones, en el «New York Times».

Señala Dalin que se tiene mucha documentación que demuestra que no se quedó ni mucho menos en silencio, es más, habló en voz alta contra Hitler y casi todos vieron en él a un opositor del régimen nazi. Durante la ocupación alemana de Roma, Pío XII dio secretamente instrucción al clero católico para que salvara a todas las vidas humanas posibles, con todos los medios. De este modo, salvó a miles de judíos italianos de la deportación. Mientras el 80% de los judíos europeos murieron en aquellos años, el 80% de los judíos italianos fueron salvados. Sólo en Roma, 155 conventos y monasterios ofrecieron refugio a unos 5 mil judíos. En un cierto momento, al menos tres mil se salvaron en la residencia papal de Castelgandolfo, librándose así de la deportación en los campos de concentración alemanes. Sesenta judíos vivieron durante nueve meses con los jesuitas de la Universidad Pontificia Gregoriana, y muchos otros fueron escondidos en los sótanos del Instituto Bíblico. Siguiendo las directas instrucciones de Pío XII, muchos sacerdotes y monjes favorecieron la salvación de centenares de vidas de judíos, poniendo en peligro su misma vida.

Según el rabino Dalin, el Papa nunca denunció en público las leyes antisemitas y la persecución de los judíos, pues su silencio fue una eficaz estrategia orientada a proteger al mayor número posible de judíos de la deportación. Una denuncia explícita y dura contra los nazis por parte del Papa hubiera sido una invitación a la represalia, y hubiera empeorado las disposiciones hacia los judíos en toda Europa. Ciertamente podría preguntarse: ¿qué podía ser peor que el exterminio de seis millones de judíos? La respuesta es sencilla y terriblemente honesta: el asesinato de otros centenares de miles de judíos.

Los «críticos revisionistas» de Pío XII saben que tanto líderes judíos como los obispos católicos que procedían de los países ocupados aconsejaron a Pacelli que no protestara públicamente contras las atrocidades cometidas por los nazis. Tenemos pruebas de que, cuando el obispo de Münster quiso pronunciarse en contra de la persecución de los judíos en Alemania, los responsables de las comunidades judías de su diócesis le suplicaron que no lo hiciera, pues hubiera provocado una represión más dura contra ellos».

Además, continúa Dalin, los documentos sugieren que una excomunión de Hitler y el nazismo se hubieran quedado en un gesto meramente simbólico, es más, la historia enseña que una excomunión formal hubiera podido alcanzar el resultado opuesto. El padre Luigi Sturzo y el ex rabino jefe de Dinamarca, por ejemplo, tenían miedo precisamente de esto. Los mismo nazis interpretaron el famoso discurso de Pío XII de la Navidad de 1942 como una clara condena de su régimen y una instancia a favor de los judíos de Europa. La rabia entre los nazis hubiera podido suscitar reaciones catastróficas para la seguridad y el destino del mismo papado en los años sucesivos a la guerra. Una condena papal contra los nazis comportaba la sospecha fundada, difundida en aquella época, de que Hiter se hubiera vengado en la persona del mismo Papa, atacando el Vaticano. El embajador nazi en Roma, Rudolf Rahn, confirmó la existencia de estos proyectos, que él mismo contribuyó a prevenir.

Afirma Dalin, que ha llegado la hora, por parte judía, de echar mano a una nueva reconstrucción de la relación entre Pío XII y el Holocausto. Esta reconstrucción, más cercana a los hechos, es decir, de lo que hizo realmente Pío XII por los judíos, llegaría a conclusiones diametralmente opuestas a las gratuitas del libro de John Cornwell, «El Papa de Hitler».

«Pío XII no fue el Papa de Hitler, sino el defensor más grande que nunca hemos tenido los judíos, y precisamente en el momento en el que lo necesitábamos». Esta nueva obra de historiografía debería basarse en el juicio que sus contemporáneos ofrecieron de los esfuerzos de Pío XII, de sus éxitos y fracasos; así como en la manera en que los judíos que sobrevivieron al Holocausto evaluaron (o reevaluaron) su vida e influencia en las décadas sucesivas. El Papa Pacelli fue un justo entre las naciones a quien hay que reconocer el haber protegido y salvado a centenares de miles de judíos. Es difícil imaginar que tantos líderes mundiales del judaísmo, en continentes tan diferentes, se hayan equivocado o confundido a la hora de alabar la conducta del Papa durante la guerra.

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Juan Pablo II orando en el Muro de los Lamentos

Es de sumo interés el capítulo del libro en el que Dalin analiza el comportamiento de varios pontífices con los judíos. La tradición de los papas que tuvieron gran consideración y estima a los hebreos se inicia, según el rabino norteamericano, con Gregorio I, más conocido como Gregorio Magno (590-604), que emitió el histórico decreto «Sicut Judaeis», en defensa de los judíos.

Calixto II garantizó también su protección a los judíos y reafirmó el contenido de «Sicut Judaeis».

Durante el siglo XIV, cuando los judíos fueron inculpados de la epidemia de peste («la muerte negra»), el Papa Clemente VI (1342-1352) fue el único líder europeo que salió en su ayuda.

Bonifacio IX (1389-1403) amplió la protección papal a los judíos, reconociéndoles la ciudadanía romana en 1402, y fue el primer Papa que dio empleo a judíos en El Vaticano.

Los papas Martín V (1417-1431) y Eugenio IV (1431-1437) tuvieron como médico personal al judío Elijah ben Shabbetai Be’er que, gracias a la ayuda de los pontífices, fue el primer judío que enseñó en una Universidad europea, la de Pavía.

Sixto IV (1471-1484), fue el primer Papa que contrató a copistas judíos en la Biblioteca Vaticana y creó la primera cátedra de Hebreo en la Universidad de Roma. Durante su pontificado, la población judía se duplicó.

Dalin habla también de los pontífices Nicolás V, Julio II, León X, Clemente VII, Paolo III, Benedicto XIV, Clemente XIII y XIV, León XIII y Pío IX, todos los cuales intervinieron en favor de los judíos.

Del siglo XX, el rabino estadounidense recuerda a Benedicto XV, que publicó una condena del antisemitismo preparada por el joven Eugenio Pacelli, futuro Pío XII.

Pío XI, cuyo profesor de hebreo era un rabino, es conocido por afirmar: «Espiritualmente todos somos semitas».

Juan XXIII y Pablo VI fueron cercanos colaboradores de Pío XII en la obra de rescate de los judíos durante la segunda guerra mundial.

Juan Pablo II, fue el primer Papa que visitó la sinagoga de Roma y que rezó ante el Muro de las Lamentaciones

Benedicto XVI ha realizado ya una histórica visita a la sinagoga de Colonia, en su Alemania natal, el pasado mes de agosto.

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Finaliza el libro con la historia y a los hechos relativos al gran muftí de Jerusalén, Hajj Amin al Husseini que, durante la segunda guerra mundial, visitó a Adolf Hitler en numerosas ocasiones; amigo de Adolf Heichmann, visitó el campo de concentración de Auschwitz e intervino en la radio alemana, declarándose de acuerdo con la eliminación de los judíos europeos para evitar el nacimiento de un Estado judío.

Frente al actual rebrote de antisemitismo, Dalin propone recuperar la verdad histórica y estudiar las condenas al racismo hechas por el magisterio de la Iglesia católica.

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David G. Dalin, rabino judío, es profesor de Historia y Ciencias Políticas en la Ave Maria University de Naples, Florida. Previamente, fue profesor asociado en la Universidad de Hartford. Rabbi Dalin es autor o co-autor de varios libros. Sus artículos y críticas han aparecido en la American Jewish History, en Commentary, Conservative Judaism, First Things, the Weekly Standard, y en la American Jewish Year Book.

Es licenciado por la Universidad de California en Berkekey, y obtuvo su máster y doctorado por la Brandeis University y su ordenación rabínica en el Seminario Teológico judío de América.

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Librería Hispania.

Colaboración de Ernesto Luna desde Santa Fe.

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